AR PS E
“PROFETICA””
A LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPANOLA, CON TODO RESPETO
4) LA AYUDA ECONOMICA A LA IGLISSIA
«Este es un tema singularmente propicio para engendrar equí-
vocos, sobre todo porque de ordinario falta en muchos suficiente
conocimiento de causa». dicen nuestros obispos.
e Desde luego —respondo con todo respeto—. Y el primer
equívoco es el llamar «ayuda económica» a lo que se debe de lla-
mar lisa y llanamente «INDEMNXIZACION a la Iglesia», como se
llamó siempre.
—Y no parece que esté demás eso de «la falta de suficiente
conocimiento de causa», porque Ja causa de la baga al Clero y
Monasterios, etc., es el hecho de que el Estado les arrebató las
posesiones e inmensos tesoros de A'rte, que aún se ven, en buena
parte, en los Museos y que bien merecen esa compensación —€xi-
gua en la mayoría de los casos.
—NO es, señores obispos, la misión de la Iglesia con relación
al Estado la que exige ayuda económica alguna a la IgJesia. Nadie.
que sepamos, ha dado esa misión a la Iglesia con respeto al ls-
tado, que ustedes desean del todo independiente. In un Estado
así, todo eso que llaman «misión de la Iglesia resnecto al Estado,
muchísimos lo llamarían inierencia indebida en la misión —«legí-
tima y sanamente laica», según usiedes— del Estado.
a
—No es exclusiva la asignación a la Igjesia Católica —conti-
núan los obispos— o a otras Confesiones de una determinada par-
tida del presupuesto estatal, destinada a facilitar su labor, Ni si-
quiera se reduce a Estados que, conv el nuestro. son confesio-
nales.
e No se discuten aquí los hechos, sino los derechos.
De que en otras naciones —sean las que sean— se dé una asig-
nación a título gratuito a la Iglesia u otras Confesiones, no se de-
duce de que tal asignación no sea un privilegio, que se pueda
quitar cuando se quiera. Ni mucho menos que —de ser éste el
fundamento— en España no se debiera quitar, porque —«según
los obispos»— debemos renunciar a los privilegios.
Ni debiera, en nación alguna, un Estado, que no es confesio-
nal siquiera, dar absolutamente nada para facilitar una labor que,
como a tal Estado laico o separado, no le interesa. Ni tendría por
qué dar del dinero de los ateos o cle ninguna confesión particular,
o de la predominante, a otras conresiones, contra su vojuntad.
¿Para qué discutir cosas que, er: Estados bien conocidos, son
anticonstitucionales?
Y en el hecho, que se cita, habría que discutir: Lo que suele
hacerse es recaudar un tanto por ciento para la Confesión a que
pertenece el súbdito contribuyente; pero esto basta que aJguien re-
clamase para que NO se le pudiese imponer legítimamente. ¿Dón-
de estaría esa libertad de conciencia tan cacareada? Y no le de-
mos vueltas: siempre es así UN PRIVILEGIO.
pz
Pero la «Declaración episcopal» continúa con aire triunfal:
«En una concepción, hoy superada, de dicha ayuda, se entendía
15 PTAS. |
or Juan- Angel Oñate, Lectoral de Valenola
que la institución eclesiástica, o riás exactamente los ministros
del culto, eran los destinatarios exclusivos de estas subvenciones.
6 Con todo respeto digo que ni Cs una conce»nción hoy sunerada
ni fue nunca cierto que los ministros del culto (los sacerdotes) fue-
sen los destinatarios Cxelusivos de la dotación (indemnización)
para Culto y Clero. Fay indemnizaciones a seminarios, institucio-
nes religiosas, ete.
Gran parte, sin duda, es personal: subsidio de indemnización al
sacerdote (y a los obispus, etc.). El tanto por ciento, mejor lo pue-
den saber en los Ministerios de Justicia y Hacienda que yo; pero
lo que sí es también cierto es que gran parte de lo destinado al
Clero (a los sacerdotes) no llega a ellos. La razón es que nues-
tras subvenciones no son personales (o no se cobran personal:
mente); sino por medio de la Habilitación Diocesana, dependien-
te de los Obispados, y éstos se quedan con mucho de todas las
vacantes, que no son pocas, para otras atenciones.
El Clero presbiteral, en general, siempre ha suspirado por la
paga personal, sin Habilitación Diocesana, que comporta además
pérdidas, por aquello de que administrador que administra y en-
fermo que enjuaga algo traga (los tantos por ciento de adminis-
tración), pero... no lo ha conseguidc hasta el presente.
Debemos ser todos sinceros, 1o para con Dios, que no hace
falta (ya que nos conoce de sobra), sino para con los demás, que
si pueden estar equivocados.
Mas la Declaración episcopal termina este parrafito con aire
aún más triunfal: «HOY, con mayor PROFUNDIDAD y PRECI-
SION, se tiende a considerar (2) dichas prestaciones como un
servicio a los ciudadanos, destinade a desarrollar su dimensión
religiosa».
eo Permítanme que —con todo respeto— disienta: Ni HOY, ni
con MAYOR PROFUNDIDAD ni con MAYOR PRECISION.
HOY a muchísimos ciudadanos no les interesa, ni poco, ni mu-
cho, eso del desarrollar "su DIMENSION religiosa, que ni lo en-
tienden siquiera, si es que no ye io explican los obispos (1).
Y negamos rotundamente que ESO sea MAS PROFUNDO y
MAS PRECISO que el dar a cada cual lo suyo, según requiere la
justicia.
Nosotros (el Clero bajo al menos) no aueremos «prestaciones
gratuitas»: lo que queremos es un poco de justicia.
Personalmente me duele que se quiera escamotear eso de la
justicia (la indemnización) por algo que —aparte de tener un
tufillo de imitación— no sabemos realmente en qué sólido funda:
mento pueda descansar (2).
Finalizaremos, Dios mediante, este asunto, que es de mucha
importancia, como se verá. :
.
(1) Como creo que ya conté otra vez, un señor bastante engolado
llamó a un albañil y le dijo: «Le hago personar para que practique un
vano para el tránsito del fellno». Y el albañil repuso: «Pues... como no se
explique usted de otro modo... no entiendo nada». «Le llamo —dijo el
señor aquel— para que haga un agujero para que pueda pasar el gato.»
«(GAh!, repuso el albañil. Pues con decirme que le haga una gatera, basta.
e No entiendo cómo los obispos dicen tales cosas en su Declaración,
cuando hoy —según ellos mismos reglten a menudo— se tlende n LA SE-
CULARIZACION y no a que los Estados desarrollen la dimensión rellglosa
de sus cludadanos. ¡Esas ganas tlenen los Estados secularizados!
(2) ¡Y pensar que se quería hacer esv en el fracasado Concordato!
Ruego por su bien al Clero y aun a las autoridades que mo consientan
tal cosa. Nunca ha traido buenos consecuencias el prescindir de la Jus-
ticila. Y ¿para qué se nombrará tanto cuando los obispos tratan de los
laicos y no se la nombra siquiera cuando se tratan de su Clero? y
“UN TRIUNFO DE LA SUBVERSION”
CAPITULACION EN El VIETNAM
En 1968, en el número 232 de ¿QUE PASA?
y en los 89 y 95 de «Fuerza Nueva», traté
extensamente y con amplia documentación
ae caso del Vietnam. de los errores de la
rolitica norteamericana, bien intencionada,
vero con prejuicios «jefersonianos» que te-
nían que lievarla 11 fracaso por la vasta
ennspiración de la izquierda mundial en apo-
yo de la agresión comunista y de la consi
guiente Cesviación de la opinión, que han
desembocario en la rendición al comunismo.
Mis tradaios han sido confirmados por
los acontecimientos y, tres años después,
por la indiscreta publicación de los «Docu-
mentos” del Pentágono» (1), el informe Mc
Namara. La autoridad que me coníiere esta
ratificación y la ansustia que despierta la
tragedia me cbligan a volver a tratar del te-
ma, «cuyos verdaderos términcs han sido
tergiversados descaradamente por la sub-
versión.
Repasen:cs los datos del problema. Fran-
cia y Hanoi, prescindiendo de Vietnam del
Sur, que no ha sido consultado, y bajo los
auspicios de Inglaterra y la URSS, deciden
en la Conferencia de Ginebra, en 1954, la
distribución del Sureste asiático y prevén la
«unificación», en 1956, del Vietnam, con
eiecciones, tejo el terror Vietcong, es decir,
ja entrega del Sur al comunismo.
Pero da la casualidad que «Vietnam del
Norte» es en realidad el Tonkin y «Vietnam
cel] Sur» se llama Annam y Cochinchina y
cue son paises diferentes. Vietnam como na-
ción es una invención moderna, no la encon-
tramos en la Historia hasta que en 1803 un
emperador chino, Kia King. llama así al
Tonkín cuando confiere la investidura a su
vesallo tonl:uinés, y éste nombre dura sólo
veinte años. Tonkin fue siempre satélite de
Cnina. No 2si Saigón, que sigue un rumbo
cuferente en la Historia. l
Tonkin y Annam no eran, pues, una na-
ción; son radicalmente diferentes histori-
camente, geográficamente, étnicamente, eco-
nómicamente. Francia conquistó la Cochin-
china en 1862 y dio a sus habitantes la na-
cionalidad irancesa; a Camboya, mucho más
próxima a Cochinchina en la raza y en la
historia que el Tonkín, también en el mis-
¿QUE PASA?
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ción anual ... ... ... ... 1.000 »
Por José Moluquer Cueto
mo año. El Tonkín, que es un caso diferen-
te, fue ocunada mucho después, en 1884, por
temor a la reacción china de la que era va-
sallo, y fue un protectorado, entonces vino
Laos, que si es parecido al Tonkín.
Después de la segunda guerra mundial,
cuando en 1146 reconocía Francia la «Re-
pública Democrática del Vietnam», léase
Tonkin o HRenoi, el comisario de Francia en
Indochina, Thierry d'Argenlieu, crea en Sai-
cón una Republica de Cochinchina, aparte
del Tonkia, aunque luego, trágico disparate,
en 1949, la Asamblea Nacional Francesa, que
desconoce el problema, y al finai de una se-
sión nocturna, precipitadamente, para in-
tentar salvar Indochina, unifica bajo el em-
perador lítere Bao Dai, que reside en la
Riviera, a Cochinchina con el Tonkín.
¿Por qué, pues, empeñarse en unir Sai-
gón con Hano1, cuando se admiten las dos
Coreas, las dos Alemanias y ahora los dos
Pakistanes, sin embargo, con mucha menos
razón?
En 1950, Corea del Norte, comunista sa-
télite de China, invade Corea del Sur, como
Eanoi invade Annam y Cochinchina y los
norteamericanos, casi solos, los detuvieron,
y Corea de: Sur, como Formosa, es ahora
una de las paises más prósperos de Asia,
lejos de la dura tiranía y de la tristeza que
reinan en Hanoi, que tan bién ha pintado
Oriana Fallaci, pero que no preocupa a la
uintelligentsia» ni a Roma (2).
Pero además brotó la subversión comunis-
ta en Filipinas y en Malasia y las guerrillas
comunistas, venidas de la «República De-
mocrática del Vietnam», luchan también en
Laos, Birmenia, Camboya, Tailandia. que
por lo visto tembién son Vietnams irreden-
tos. Indonesia con Sukarno está al borde del
comunismo, que ha triunfado ya en China
con Mao. China ocupa el Tibet y se infiltra
en Africa Oriental.
En Asia, como en Europa, los norteameri-
canos intentaron detener la expansión im-
perialista del comunismo. Es la «doctrina
Truman», fijar la frontera entre el comu-
nismo y el mundo libre, apoyo a todos los
países virtimas de la agresión roja o de
subversión roja interior. Norteamérica re-
leva a Francis, que se ha declarado impo-
tente en el Vietnam, y apoya a Diem, na-
cionalista, católico, antifrancés y anticomu-
nista, que ha sido elegido jefe de Estadc en
la Repúbiica del Sur, por aplastante mayo-
ria, en un referéndum.
Hanoi, que ya antes, en 1954, había creado
y armado un Vietcong terrorista, invade con
su ejército regular el Vietnam del Sur, atra-
vesando el paralelo 17 y las dilatadas fron-
teras de Laos y Camboya, que ha invadido
también, y donde se apoya en los Comu-
nismos títeres, como el Patet Laos, que
ahora en 1973 triunfa. Es la ruta de Ho. Van
armados por los checos, rusos y Chinos.
Nunca se ha negado esta agresión, que fue
oficialmente acordada en la 15 Asamblea
del Comité Central del P. C. Lao Dong en
Hanoi, per> parece olvidada y no indigna
a la «opinión mundial». Sin embargo, el ob-
jetivo es «claro: la anexión pura y simple
del Sur, con sus arrozales y caucho; es la
unificación forzada. Verdad es que los co-
munistas sostienen, con la aprobación boba-
lIicona de ¿os «compañeros de viaje» a lo
Bertrand Russell, que «el pueblo de la Zona
Norte no sólo tiene 2] derecho, sino el deber
Qe ayudar a sus hermanos cuando éstos su-
fren el ataqur de los invasores extranjeros».
Pero estos «hermanos» se baten contra el
comunism9 y se mantienen leales cuando la
ofensiva del Tet llega hasta Saigón.
Los norteamericanos, en cambio, nunca
han pedido compensación por su interven-
ción. Ya entes se fueron de Corea, cuando
terminó su cometido de salvarla del comu-
nismo, sin pedir nada. En los papeles re-
servados de! Pentágonc encontramos repe-
tidamente señalados los objetivos y justifi-
cada la intervención. Así el Consejo de Se-
guridad Nacional en 1952 declara que el ob-
jetivo es «impedir que los países del Sureste
asiático pasen a la crbita comunista y con-
tribuir a reforzar el mundo libre» y «ayudar
al Vietnam libre a crear un Gobierno que
le permita establecer un contraste cada vez
niás atrayenie con las condiciones que rei-
nan en la actual zona comunista».
Pero hac'a 1960 Diem está a punto de triun-
far. Ha desarmado Jos ejércitos particula-
res de las sectas: Cao Dai, Hoa Hao, Bin
Xuyen, y oueda sólo el ejército nacional.
Ha creado 3.000 aldeas fortificadas y reduci-
ño considr:ablemente el terrorismo rural
Vietcong. Persigue la corrupción; inicia la
reforma agraria: ha colocado los 900.000 fu-
gitivos del Norte, casi todos católicos; se
hacen obres públicas, escuelas.
Diem es un peligro. Ha de ser eliminado.
(Continuara.)
t1) Plaza «€ Janes, ed 1971.
(2 Copio aquí algunos artículos de la Cons-
titución de Ja «República Democrática del Viet-
nam del Norte», que bastan para adivinar el duro
y triste semblante del país:
Art. 3. «La R D V. es un Estado multinacio-
nal unitario... con capltal en Hanoi (art. 111)
Todos los organismos del Estado practicarán el
centralismo «democrático (art. 4) El Estado
prohíbe estriclamente y castigará todos los ac-
tos de opusición a !a reunificación del país».
(wrt. 7).
¿QUE PASTORAL SERA LA BUENA?
AUSENCIA DE DIOS
Roma. (CIO.)—He ahi, según el Papa, un
trazo —acasn el más característico— de
una gran parte del mundo moderno: la ac-
tilud negativa hacia todo lo que se refiere
a Dios, la religión, la fe, la Iglesia, Cristo,
Dios. Y nada nos preocupa y acongoja más
—añadió— que «la observación de la ausen-
cia de Dios en tanta parte de la mentali-
dad y de le vida del hombre de hoy». La
ausencia de Dios «es el hecho que parece
calificar la historia y la civilización de nues-
tro tiempo», urdida con tanto de ateísmo y
secularismo. Incluso parece que prevalece
una verdadera hostilidad hacia Dios y su
rombre. En determinado país, de gran tra-
dición religiosa, hasta se ha prohibido Oft-
cialmente escribir el nombre de Dios con
mayúscuia. Dice el Papa. «Esto no es más
que un caso límite del ateísmo moderno.»
El hombre moderno, se dice, es alérgico
a la religión. Se cree que no necesita de
Dios, que la religión es inútil, nociva in-
cluso. Adorador de su libertad, ha a
la luz de la religión. ¿Cuánta CEN
riensa asi? ¿Y será verdad SER de esa
pensarlo— que la juventud ple
manera?
LA IGLESIA EN 1970
CIO.—Según el «Anuario no z
Iglesia» (1972), que acaba ce Iglesia católi-
los datos relativos a 1410 iS de los
ca suma 659 millones de “Cay sobre
3.590 millones de home, millones, Eu.
la Tierra. Ur. 18,4 por, ÑO: Norteamérica,
e o as O as de
. Africa, 40. ,
Ello de ellos 10 e ron de 3.495,
fecciones sacerdotes en
Lal dl le
MALE
TE EZ BA
Por sí sirve de algo
“¡Yo no he sido... ¡Yo no he sidol*
Por Joaquín PEREZ MADRIGAL
Sarcasmos aparte, el relato de la carta que he transcrito com-
probé que era absolutamente veraz. Se demostraba, una vez más,
que la permanencia de Azaña en la jefatura de aquel Gobierno
era algo asi como confiarle la guarda de España a la autoridad
de un demente, rodeado y asistido por un escuderaje de malhe-
chores y de irresponsables.
En efecto, la «represión» de Cusas Viejas, reflexivamente orde-
nada y consumada por el Gobierno democrático de una República
de «trabajadores de toda clase», era dato suficiente para deducir
que aquel Gobierno, deliberadamente, se proponía acabar con la
Nación, extinguir en ella, donde quiera que se manifestase, todo
impulso vital, todo latido humano, todo propósito individual, o co-
lectivo, de nacionalmente hacer las cosas con valentía, con decen-
cia, con libertad y con responsabilidad.
Jjo de incendiar la choza de «Seis dedos»; lo de permitir que
dentro pereciesen y se carbonizasen los asesinos del sargento de
la Guardia Civil, del guardia Salvo y de otro individuo de la fuer-
za pública, era explicable y necesario, estaba en el orden. ¿No se
hicieron fuertes en su criminal rebeldía? ¿No resistían y hostili-
zaban a la Ley, a los agentes de lu Autoridad al Poder constituido?
Nadie más que los rebeldes tuvieron la culpa de su muerte en el
brasero de su insensato, liviano reuucto.. Hasta aquí el Gobierno
y sus fuerzas represoras no hicieron otra cosa que cumplir con
su deber; deber que los propios amotinados les dictaban... Pero
¿y los doce campesinos, muertos a halazos cuando, con las manos
atadas, habían sido conducidos a presencia del capitán? ¿Qué cri-
menes habían perpetrado que mereciesen la tremenda pena? ¿Ante
qué autoridades policíacas y judiciales depusieron? ¿Qué causa su-
marísima se les instruyó y qué sentencia y por qué jueces fue la
dictada y ejecutada? Los doce campesinos, apilados al estilo «pan-
chovillista», no habian hecho armas contra la República. Ni siquie-
ra les fueron halladas, al ser apresados, en los camastros de sus
casuchas, a los que estaban acogidos tiempo ha, por sus achaques
de viejos O de enfermos... Eran los únicos hombres, aquellos doce
martires, que se quedaron en el pueblo porque, lisiados e inocen-
tes, no pudieron O no tuvieron por qué huir. Y en ellos, por trá-
gico designio, se encarnizó la demencial justicia represora de Aza-
ña, de los socialistas, de su Guardia de Asalto. Porque no fuera
lo malo, a los fines de la Hisctoria, que un capitán. que un subal-
terno enloquecido y su tropa frenética, asesinasen a doce prisio-
neros esposados, que eran, mientras no se demostrase lo contra-
rio, inocentes. Lo inconcebible, lo abominable, lo definitivamente
deshonxoso para el Gobierno y para la República es que no fue
el capitán enloquecido, ni su tropa frenética, quienes escribieron,
para ludibrio de la Historia, aquulla execrable página. Fue Azaña,
fue el Gobierno, fue el director general de Seguridad, fue el Parti-
do Socialista, quienes, a «Seis dedos» y su hueste de fanáticos, les
echaron otra fanática hueste de lo mismo. Y para colmo de baja,
de zafia perversión, de torpe y sucia criminalidad, los inductores
de aquellos doce asesinatos —¡hombres de gobierno!—, eludieron,
como vulgares justiciables, sus resvponsabilidades; negaron haber-
las contraído. «¡Yo no he sido! ¡Ya no he sido!» —exclamaba ci-
nico Azaña, exclamaban lívidos sus inspiradores y colaboradores—.
¡Yo no se nada! ¡Yo no sé nada!»
e Nadie, que yo recuerde, se levantó en las Cortes para exigir
las responsabilidades del Gobierno Azaña por :0s asesinatos de
los caidos en Madrid cuando los sucesos del 10 de agosto. La muer-
te de Justo San Miguel, v de sus nueve compañeros, no suscitaron
en las Oposiciones afanes esclarecenores.
Sin embargo, por las muertes de los desdichados insurrectos
de Casas Viejas, acaecidas unos meses después, hubo innumera-
bles debates en el Congreso, desvlazándose a la aldea gaditana di-
ferentes comisiones parlamentarias de investigación; y acabó la
cosa medio licenciando a todo el Cuerpo de Oficiales de los Guar-
dias de Asalto, destituyéndose también al director general de Se-
guridad, Arturo Menéndez. '
El sistema defensivo de las instituciones públicas había funcio-
nado ciñéndose los agentes de la «“utoridad al procedimiento esta-
blecido, exactamente el mismo que, fructuosamente puesto en
práctica el 10 de agosto, promovió grandes aclamaciones parla-
mentarias al Gobierno salvador, dio pie para festejos populares y
marciales desfiles, como los organizados en el Retiro a presencia
del Presidente de la República y del Gobierno en pleno, para pren-
der al pecho de los esbirros más calificados grandes cruces, pe:
ñ ianas.
sin. o lo que el 10 de agosto le pareció sublime a todo
el mundo, el 12 de enero le res:ltuba. protervo.
A los caballeros, si, se les podía acribillar a balazos por la es-
palda y dejarlos panza arriba sobre el asfalto de la más hermosa
avenida madrileña. Pero a los «mdrajosos difusores del odio, que
apuñalan a un sargento de la Guardia Civil, que incendian los
campos, que hacen prisionero y atormentan a un caho de Asalto,
que derriban la Cruz de la Iglesia y en su sitio clavan la negra
bandera de la anarquía, que se hacen fuertes, con sus familias,
dentro de las viviendas, y Oponen resistencia de fuego a la fuerza
armada a esos, había que tratasles con severidad, claro está, pero
no exenta de miramientos y consideraciones a la integridad de sus
sr los sacrificados de Casas Viejas hubieran sido los duques
de Medinaceli y de Fernán Núñez, unos cuantos Obispos y ses o
siete generales, el Gobierno Azaña hubiera relatado al Congreso,
gallardamente, con morosa delecracion, el desarrollo minucioso de
la gloriosa jornada... Pero las victimas eran el «Seis dedos», el
«Atravesao», el «Cucanda», «el «Cheposo» y otros ciudadanos por
el estilo. Y Azaña tuvo miedo de asumir en las Cortes la respon-
sabilidad de haber ordenado que ¿e pusiera un violento remate a
las vidas de varones de aquella estirpe...
La minoría radical-socialista se reunió muchas veces para abor-
dar el problema político derivado de la represión de Casas Viejas.
Los radicales de Lerroux habian tomado muy a pech que Azaña
llevase más de un mes sin enterarse de lo sucedido en el lugarejo
gaditano. A los «lerrouxistas» les importaba una higa lo que acon-
teciera con motivo de aquella revelión. Lo que les seducía era el
espectáculo de un Gobierno vacilante, temeroso de las acometidas
de un proletariado harto de socialismo carneril, y se aprovecha-
ban en aquel caso concreto, de la falsa posición de Azaña para ver
de derribarle y sustituirle.. Las derechas, lógicamente, se suma-
pan a la tenaz e implacable oposi«iór. de los radicales de Lerroux.
Fue entonces cuando a Martinez Barrio —soberano gran inspector
general de la Masonería— se le ocurrió aquella frase que encocoró
a la mayoria: Cimentáis vuestra existencia en fango, sangre y ld-
grimas. (La secta, por lo visto, le volvía la espalda a Marx y le
«guinaba» a Bakunin.) No crean ustedes, por lo que dijera Marti-
nez Barrio, que éste se propusiera dar a entender a la opinión
nacional que, cuando gobernara Lerroux con los suyos, iba a ci-
mentar su Poder en pastelillos de hojaldre, bálsamos y camelias.
¡Nada de eso! Martínez Barrio, grado 33 de la Masonería, pre-
viendo la fatal caida de Azaña, Caballero Rosa Cruz de ¡a Orden,
se proponía relevarle. Se alzaba acusador el señor Martinez Barrio
para sobrepujar a su jefe, don Alejandro, en autoridad y aliento...
Don Ale, enemistado con la secta, nc podía ser el sucesor de Aza-
ña. A éste, Caballero Rosa Cruz, ul frente de una coalición mar-
xista, debería sucederle Martínez Barrio, soberano gran inspector
general, al frente de una coalición antimarxista. De este modo la
Masonería jugaba a los dos paños.
Yo fui de los más díscolos en las discusiones de la minoría.
A mi no me cabía en la cabeza que un Gobierno se avergonzase
de haber dado órdenes draconianas para acabar con los perturba-
dores del orden público. No me parecia execrable el presidente del
Consejo de Ministros porque hubiese transmitido consignas bruta-
les a los represores; me indignaba que a la hora de afrontar el
examen de lo ocurrido, el jefe del Gobierno, olvidándose de lo que
había mandado, desamparase a ¿os subalternos, quienes no hicieron
otra cosa que obedecerle.
—El señor Azaña —vine a decir en una de las reuniones de
la minoría— es indigno de nuestra confianza. Yo no se la otorgo.
Y procedo asi por la cobardía que revela el gobiernante al esca-
bullirse de sus responsabilidades. Si él mandó, como mandó, que
matasen a los sediciosos, que lo diga Yo, en su puesto, quizá hu-
biese mandado lo mismo. Pero que transmitiese esas órdenes, que
las cumpliesen los llamados a abedecerle, y que lleve dos meses
en el «banco azul» escamoteándonos su directa participación en
los sucesos, me parece impropio de un gobernante. Yo le recuso,
más que por los veinte muertos Ce Casas Viejas, por echarle la
culpa del crimen al capitán R.
Hablé así. Albornoz me miró enfurecido. Aclaró a los demás
diputados:
-—Ya saben ustedes que el amigo Madrigal, aunque trabaje cer-
ca de mí, se produce siempre como le da la gana. Hoy ha querido
regalarnos con unas cyantas insensateces, que creo de mi deber
rechazar profundamente indignado.
Me fui de la reunión. En el pasillo me abordaron algunos pe-
riodistas. Y sustenté ante ellos mis teorías. Yo soy de los que
creen que todo el mundo, si quisr>, puede sublevarse. Ahora bien,
el que se subleva; no debe ignovar que. al colocarse fuera de la
Ley, se despoja del derecho a exigir que el Poder, agredido, le res-
pete. Como gobernante, reputo Ciscutibles, pero explicables, todos
los medios conducentes u aplaster cualquier rebelión. Lo que no
tiene explicación posible es que un gobernante, frente a la rebe-
lión, ordene su aplastamiento y, un: vez conseguido, se estremez-
ca ante el espectáculo que ofrecen los cadáveres de los vencidos
y exclame temeroso: ¡Yo no he sido! ¡Yo no he sido! ¡Ha sido
el capitán R.!
Aquello era trágico y grotesco.
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JU MN +
Notas de Gataluña
Por Ramón Gillém ¡ Coma
VIA CRUCIS Y LOS MARTIRES DE LA TRADICION.—Desde
que terminó nuestra Cruzada el Carlismo Catalán viene celebrando
una misa por sus mártires y más concretamente por los asesina:
dos en las tapias del cementerio Ge Montcada. Allá se reunieron
un nutrido grupo de hombres, ¡mujeres, niños y niñas. Es la con-
tinuidad histórica de la Tradición. Los pequeños abrían la marcha
con su Cruz, pequeña como la que Dios Nuestro Señor ya manda
a los que son menores, y luego, y cerrando el piadoso acto, la
Cruz grande y majestuosa, que cra portada por los recios hombres
de la Tradición, curtidos en mil combates y probados en cien oca-
siones. Hombres que no han claudicado y que, pese a esos aires
anticonciliares que arrecian fuertemente en esa Diócesis cargada
de obispos y que tiene ahora un cardenal, no parece se vislumbre
una reacción que dé al traste con los demoledores de la Santa Igle-
sia que fundara Jesucristo. Testimonio vivo fue el que dieron su
vida y aceptaron la muerte. Los que supieron dar ese tan traido
«testimonio» hoy desvirtuado por equivocos caminos, y que pese
a quien pese, y por quererlo así Dios Nuestro Señor, no es otro
que aquel que nos dice: «Quien me confesara delante de los hon-
bres Yo le confesaré delante de mi Padre celestialn.
Y, que sepamos, no ha tenido lugar —hasta el presente— otro
Vía Crucis que sacando la imagen «co Nuestro Divino Redentor, le
testimonie culto y veneración púvlica.
Y en ese público confesar a Cristo vimos a hombres y mujeres
que no dudarian en dar su vida cumo lo hicieron los que la die-
ron en 1936. Se muere como se vive y muy vivo era el sentir de
los Caballeros de la Tradición, que en llegando ai cementerio, y
ante el mausoleo donde descansan sus Mártires, oyeron la voz se-
rena y firme de don Juan Casañas Balsells. Alli estaba lo más re-
presentativo del auténtico Carlismo Catalán. Vimos a don Mauri-
cio de Sivatte y de Bobadilla, don Luis Luna Gil, don Javier Echa-
ve Sustaeta, que tan dignamente «airigió el «Pensamento Navarro»;
don Francisco Canals Vidal, don Irtumón Pascual Ventosa don Mi-
guel Batllori Sans, don José Cus>11 Mayoi, don Alberto Batalle Jun-
cosa, don Eugenio Canals de Febrer, don Carlos Ram de Viu, doña
Basilisa Inchausti, viuca de Vida!; don Carlos Canela Vives, don
Jaime Vives Suriá y muchos otros ue harían interminable la re-
lación. Como capellán, al que lo fue en la Cruzada: cl reverendo
Celestino Castany, que, a pesar de su avanzada edad, no falta a los
actos que se disponen y organizan. Mientras haya quien recuerde
a los que hicieron posible con su martirio la Victoria del 39, Dios
dará las semillas necesarias para que nuestra Cataluña sea defen-
dida de aquellos que la intenten descristianizar. Y eso... pese a
quien pese...
BARRABAS.—Con este titulo tan poco adecuado hay un sema-
nario dedicado al deporte. Podriamos decir que está en la linea de
lo satirico y nada tenemos que cbjetar contra el deporte y nos
parece bien que se trate satiricamente. Pero... si el «Barrabás his-
tórico tenia muchos peros» el Barr:.bás satirico también los tiene.
No entendemos cómo en una puolicación «deportiva» (al menos
que entendamos otras cosas) tiene que dedicar sus páginas centra-
les al desnudo femenino. Y no entendemos, amén de entender otras
cosas, cómo los clubs de fútbol permiten que cada «poster» osten-
te su escudo.
CIEN TELEGRAMAS.—Según leemos en «La Vanguardia», y su-
ponemos que cada uno firmado po” un padre jesuita (o ex jesuita),
han mandado nada más y nada menos que al mismisimo Papa pi-
diéndole que «no autorice la suspensión del padre Diez Alegría».
Y como por aqui uno no es tonto, piensa que lo que están vidien-
ao esos cien hijos de San Ignacio es nada más y nada menos que
la propia exclaustración. Y como nc tienen obras teologales que
mostrar, ni seso para escribirlas, sin duda han pensado que de
ese modo y arrimando el hombro se les «librará» de la muy terrible
pena de vivir en claustros comunales.
. Pero la gente piensa, y como pensándolo bien uno ve que esos
jesuita telegrameros ya hace la maz de tiempo que abandonaron
su clausura por el pisito, piensa uno que lo que buscan éstos —¡menu-
do garrotazo les daria San Ignacio!— es el libre paso para andar
sin más obediencias que las obispeles y eso sí: en Diócesis donde
haya obispos con vocación de Opas. ¿Qué pensará desde la gloria
aquel severísimo padre Verges? Lo que piensan los jesuitas que ya
peinan canas pero carecen de mando, genio e ingenio, sin duda que
no alegrará a su dinámico e inslandicable fundador. Cataluña en-
tera iría detrás de un JESUITA que lo fuera de verdad. Cataluña
tiene una tradición ignaciana extraordinaria. Quizá el de Lo-
yola, el que escribió en Manresa un libro que transformó el mun-
do cristiano y se adelantó en siglo: a la moderna psicología, se
apiade y nos mande un HIJO suyo que sepa, como lo hizo Ignacio,
plantarle CARA al mismo lucero des alba. Por estas latitudes se
espera, y por algunos, que monseñor Benelli salga al paso de los
utelegrameros», y no sólo por aquello que «es el brazo derecho del
Papa», sino también como réplica que se impone dé al superior
de esos díscolos, al padre Arrupe. Pero... casi apostaríamos un real
de vellón... que Benelli callará.
_ SEQUIA Y AGUA.—No llueve y, lc. que es peor, los Pirineos es-
tan sin nieve. De no cambiar las ccsas Ed suceder algo grave,
Mano. Los embalses están a un tercio de su capacidad. A na-
o A que no habiendo agua que los llene con el natural des-
Pues no la hay) se presenta un verano lleno de graves incóg-
. La sequí ¡ E
que ahora e la perdió gran parie de los cereales, parte que aun-
oviera no habría nada que hacer. Y eso si llueve pau-
sadamente y sin crear las clásicas torrenteras, que todo lo arras-
tran y son clásicas en nuestras costas mediterráneas. «Iglesia-Mun:
do» publicaba un escrito firmado por Pedro Rodrigo, en su nú:
mero 44, que es interesantísimo. Nos dice que la sequía afectará
en este 1973 a la India, China, Australia y la Unión Soviética. Nos
dice que sin el trigo entregado ¡por Estados Unidos pelecerían gran
parte de rusos y chinos. Recomendamos el articulo. Pero lo cierto
es que la sequía ya la tenemos aqui y no estaría de más que nues-
tros prelados ordenaran la oración pidiendo lluvia. Sólo Dios Todo-
poderoso puede mandarnos lo que es base para nuestras cosechas
e incluso para no perecer de sed.
LOS ENTIERROS Y... EL ENTIERRO DE LA FE.—No hace
falta recordar que tenemos obligación de enterrar a nuestros deu:
dos. De rogar a Dios por ellos. De que la Santa Iglesia de Dios
—antes y después del Concilio— tiene la misa de difuntos, etc., etc.
Pues bien: resulta que la furia anticonciliar llegó ahora a las pa:
rroquias de San Gervasio (no hace mucho se reunieron los herejes .
luteranos con los curas progresistas en la iglesia de Nuestra Se-
ñora de la Bonanova) y, según parece, pues otra cosa no la enten-
demos, se llegó a un «acuerdo». Acuerdo que por su sabor amargo
nos parece vivir en un pais prolestante y NO en la católica Cata:
luña. El «acuerdo», según dice la nota, ha sido tomado por sacer:
dotes y laicos del consejo pastoral. Diremos que esto es un [feno:
menal camelo. Si los laicos tienen derecho a enterrar a sus paisa-
nos, y ahora se nos dice que fueron esos laicos y esos curas los
que pasando por encima de la voluntad del propio difunto, que
tiene potestad plena de aceptar o rechazar los servicios de la San-
ta Madre Iglesia... ¿Qué camelo se traen los responsables de todo
este tinglado que no tiene más “hh que descristianizar el entierro
de los que entran en la Faz del Señor? ¿Qué obispo —de los mu-
chos que tenemos— dio el visto bueno a tanta sandez? Pues ahora
resulta, y pásmense ustedes, que todo ello esiá motivado por:
«El respeto a la libertad religiosa y la atención al pluralismo hoy
existente entre los asistentes a los entierros»; éste es el aparta-
do a). Y en el apartado b) nos dicen esos laicales-presbiterianos,
mezclando verdades con mentiras, que el entierro no se reduzca
a una Ocasión para expresar sentimientos de condolencia. De ahí
que esas celebraciones y especialmente la misa (agárrense para lo
que sigue) deban ser propias de la comunidad cristiana. Pues... ¿de
qué comunidad tiene que ser propia la santa misa sino de la que
los deudos que profesan la FE del difunto y que asi quiso se ro-
gara por su alma? ¡Pero no! Hay que hacer las cosas de «tapa-
dillo», sin ofender ni a moros ni luteranos ni a judíos. Sobre todo
y para esos innovadores laico-eclesiales —sin más autoridad que
la que se confieren a sí mismo3— y sin poder en modo alguno
VIOLENTAR la soberana libertad del cristiano que muere —que
por lo visto les importa un comino— mandan y disponen una serie
de sandeces que son contradictorias entre sí. Dicen que si los Ía-
miliares lo desean se celebrará una cración exequial en la casa del
difunto... ¿Es que esos capellanes son tan novatos que no lo vienen
haciendo, siempre que una familia cristiana les avisa que un Ser
querido y amante de Ja Iglesia ha dejado este valle de lágrimas?
Y si no lo hacen —por descubrirlo ahora—: ¿no podrán molestar:
se los amigos NO creyentes, pero amigos, en fin, que estén dando
el pésame en la casa del difunto? Y si hay moros en la costa O an-
glicanos..., ¿cómo comportarse para no ofenderles en sus senti:
mientos de odio y desprecio hacia nuestra Santa y Unica y Verda-
dera Religión?
Y como misa exequial, eso sí, una en cada parroquia y para to-
dos los que hayan fallecido durante el mes. ¡A voleo! Nada de in-
timidades, y es que ¡a furia socialista invade los medios —menos
mal— laico-eclesiales. Pues los rieúios católicos «normales», los
que son cristianos y sin más título están muy lejos de sentirse in-
mersos en tantos desatinos y son cl eslabón primero para que los
entierros sean laicos —como cuando la República—. Estamos ante
la muerte de los entierros con FE CRISTIANA. Y vean que todo,
por eso «del respeto a la libertad religiosa y la atención al plura-
lismo».
Me decia un parroquiano de Santa Inés: «Scn dictadores, im-
ponen su criterio y desgraciado el que no piensa como ellos. Acep-
tan TODO lo que sea por parte de los protestantes y demás sectas,
pero de nosotros..., ¡nada! La caridad la entienden a su modo y Ma-
nera. ¿Cómo quieres que atraigan almas? Al contrario: las repe-
len y así vemos cómo cada vez son menos los que cumplen con
los preceptos de la Iglesia». Y preguntamos: ¿Qué «base» formal
y no fingida tiene el señor obispo de turno para aceptar tanta inno-
vación? ¿Qué fuerza y de dónde les dimana a esos eclesiales PARA
FORZAR LAS CONCIENCIAS de Jas CUALES SE DECLARAN TAN
DECIDIDOS DEFENSORES DE SU LIBERTAD RELIGIOSA? Po:
dríamos extendernos muchisimo más, pero terminaremos con una
recomendación que se las trae. Dice la nota: 4) Las parroquias ct-
tadas renuncian a la percepción económica de los «aranceles pa:
rroquialesn (las comillas son de ellos), asi como a la cantidad que
quieran nercibir de las compañias aseguradoras. Las familias ase:
guradoras pueden pedir esa cantidad a las respectivas compañias
de seguros». » e IA
e las compañías de Seguros, pero es
: E e AS anticonciliares y que atentan
od la sagrada LIBERTAD DE CONCIENCIA. Libertad que esos
señores eclesiales siempre defienden a los AS DE CON-
í. El Pueblo de Dios por ahora calla. Pero ¡ay!
CIENCIA. Son 28%. tra tanta injusticia...
del día que airado se levante contra
¡DI 0 0EE€EzmzmI Ger ra E ZE E E - LE
Por IJCIS
1. LA CEDULA DE IDENTIDAD
Lo recordamos ahora con ocasión del triunfalista recibimiento
al ex profesor exclaustrado. El está de momento fuera de la Com-
pañía, pero la Compañía lleva ya mucho tiempo fuera de él. Como
está muy fuera también de los... antípodas que escandalosamente
lo aclamaron. Es la disolución vergonzosa y total. No se atendió al
alarmado (y alarmante) clamor del Padre.
¿No lo recuerdan? En el memorable discurso que dirigiera Pa-
blo VI a los jesuitas el 16 de noviembre de 1966 lo primero que
llama poderosamente la atención es la misma solemnidad del mar-
co tremendo y Sagrado de la Capilla Sixtina, donde «se buscan y
determinan los destinos de la Izlesia en ciertos momentos histó-
ricos».
Pero lo que sobrecoge más aún es la fuerza invencible y el in-
terno dramatismo de las palabras con que quiere el Papa «sellar
el grande y terrible momento», y «4 que prestan peculiar vigor y
eficacia el significado evocador y el poder subyugante de las imá-
genes del juicio final.
En ese marco, augusto como pacos, y con una energía como po-
cas veces, el Romano Pontífice subraya, afirma y vindica expresa
y repetidamente la suprema autoridad de su oficio apostólico.
Hace las veces de Cristo indigna, pero verdaderamente; su ora-
ción es humilde, pero pontificia. Debido a su ministerio, sirve de
intérprete ante Dios y transmite el oráculo divino a toda la Igle-
sia, a toda la tierra, incluso a toda la humanidad. Ostenta, por man-
dato divino, la dirección pastoral y representación total de la San-
ta lglesia. La Compañía debe seguir siendo la misma que fue des-
de su fundación para la Iglesia y para esta Sede Apstólica. «PIE-
DRA que es fundamento y simbolo del carisma de la verdad per-
manente y estabilidad invencible del catolicismo.»
De ahí la obediencia al misterio y a la autoridad de la Iglesia,
especialmente, y en resumen, a estu Sede Apostólica y al Sucesor
de San Pedro, ya que «la Santa Iglesia está resumida y represen-
tada en nuestro oficio apostólicon.
Y todo esto..., ¿por qué y para qué?
Por el estupor y el dolor que nan causado al corazón de padre
del Vicario de Cristo los comeniarios y noticias referentes a la
Compañia (y también a otras fami'ias religiosas): sugerencias extra-
ñas y siniestras, de diabólicas dudus sobre si la Compañía ha de
seguir cual «la modeló para ¡a gloria de Dios, defensa de la Iglesia
y maravilla del mundo San Ignacio».
Para asegurar la conservación intacta de su peculiar formación
espiritual y de su estructura canónica, histórica y organizativa, que,
si permanecen iguales a sí mismas, serán «vuestra mejor apologia
y la carta de credito más persuasiva para vuestro apostolado».
El Papa sólo puede confiar en ¡a Orden en tanto en cuanto ella
sea fiel a su primer espiritu y estructura; «mientras pretenda bus-
car su excelencia en la sana doctrina y en la santidad de la vida
religiosa»; en cuanto se confirma «vuestra IDENTIDAD con :a Ins-
titución que en la coyuntura restauradora del Concilic de Trento
se puso al servicio de la Iglesia Católica».
2. LA ENGAÑOSA CREENCIA
Tal es, en la estimación del Padre Santo (y en la de la Iglesia
de siempre), la de poder prescindir de la intensa vida interior,
como si la acción externa bastase para mantener tenso el espiritu.
De ahí la exhortación calurosa a conservar en el programa de vida
la primacía de la oración. 59
Sólo asi —les viene a decir Pablo VI a los hijos de San Igna-
cio— podréis seguir luchando «como soldados de Cristo en las ar-
duas batallas de su nombre, cual valerosos testigos de la túnica y
verdadera fe, los más seguros, más audaces, más llenos de la ca-
ridad, que vuestra vida interior hace inagotable».
Se despreció el grito de alerta y la consigna apremiante del Pa-
dre... con la temerosa osadía de imaginar «que para difundir el
Evangelio de Cristo era necesario hacer propias las costumbres del
mundo, su mentalidad y sus formas profanas, olvidando que el
acercamiento a los hombres no puede ser una asimilación tal que
haga perder a la sal su salado sabor y al apóstol su virtud .ori-
ginaln.
Con inexp
la extrema gravedad
licable ligereza no se quiso recapacitar seriamente en
de una situación que e eS = insólito
VI, ya que, a pesar de la habitual prudencia re-
de 5 RARE y de la particular delicadeza y finísi-
ma matización que suele emplear el Papa Montini, no puede ocul-
tar el estupor y se ve constreñido a desahogar su dolor. ;
Cía., tan desorientadas y tendenciosas.
etanto, «Ecclesia» y Cia., !
Se Enea descaradamente al indicar que sólo se prevenían tenta-
ciones y peligros; se procedia sofisticamente cuando a los errores
nad aba tensiones.
¿ A recocido (si era apostolado) de nuestros cléri-
os y obispos transporta peligrosamente el centro de gravedad del
gos y l eriferia, y en una febril actividad socio-política, nun-
creer sellidada herejía de la acción, con el burdo pretexto de
A 5 fuentes se alejaba de la verdadera fuente de la vida
al es ropia razón de ser... hasta perder la conciencia de
ER Ta propia identidad, como el Papa viene lamentando
e O Hasta estos mismos días cuaresmales.
Qué lejos estamos de la doctrina del Angélico: «El fin último
de todo hombre y de todas sus operaciones y deseos es conocer la
verdad primera, que es Dios.» ¡Qué lejos de la ponderación entu-
siasta de Marsilio Ficino!: «Tanto supera la contemplación a la
acción como el ojo a las manos, la razón al sentido, el espíritu al
cuerpo, al tiempo la eternidad.» San Juan de la Cruz estimaba en
más un pensamiento sobrenatural que todas las maravillas del uni-
verso; el eximio Suárez os cedía con gusto todos sus escritos a
cambio de una ferviente Avemaría.
En la sobreestima de la acción apostólica, como si ella misma
fuera ya en pleno sentido oración, se olvida la humana psicología,
sobre todo cuando no es muy alto —como es corriente en el hom-
bre corriente— el voltaje de lo sobrenatural; se olvida la doctrina
y la experiencia de los Santos a partir del mismo Jesucristo; se
olvida que Ignacio de Loyola —que es tal vez quien ha valorado
tanto o más que el Vaticano 11 lo de contemplativo en la acción—
es el santo de la meditación diaria y de los diarios exámenes de
conciencia y del rosario y de los ejercicios espirituales, del brevia-
rio empapado en lágrimas y de la Misa sin limites en el fervor y
sin límites en el horario...
Se ha notado agudamente que a la teología clásica de la con-
templación, del ser divino, ha sucedido la teología de la actividad,
de la historia de la salvación. Y tanto se ha exagerado la exaltación
del dinamismo y el culto del trabajo, que en algunos es ya idola-
tría, como en Thils, que ya no concibe el cielo sin un poco de
santa artesanía (¡!).
3. ENTRE LA CONTRADICCION Y EL SOFISMA
Entretanto en la misma revista «Ecclesia» (como después en
todo el proceso de la Conjunta) se permitieron críticas ucerbas y
generalizadas a los despectivamente dichos módulos monacales de
la formación sacerdotal. Al tiempo se rechazaban con ira las justas
criticas a los nuevos curas, cual si fueran dirigidas contra los jó-
venes, lo cual no era exacto, o contra todos los jóvenes, lo cual era
calumnioso. Se pretendia de tal guisa, como es tan frecuente, des-
hacer una supuesta calumnia con una calumnia real.
Era como querer exigir al novelista la maravillosa serenidad de
San Ignacio, el rigor teológico de la Suma o la elevación mística
del Cúntico espiritual.
Pero... ¿es que la meditación diaria para empapar u todo el
hombre del espíritu de fe y saturarlo de vida sobrenatural, y asi
vivir y ejercer su sacerdocio en creciente tensión a lo largo de
cada jornada, es algo artificial e inoperante? Y el doble examen
de conciencia que purifica el alma, previene ¡as ocasiones y poda
los viciosos brotes; la intensa vida litúrgica, para actuar el miste-
rio de Cristo y de la Iglesia; la lectura espiritual, que dispone a
la meditación; el ejercicio de la presencia de Dics, que nos eleva
a la comunicación con el Padre celestial, haciendo realidad el orar
siempre y no desfallecer; en un palabra, ese referirlo todo a Dios
por el espíritu de oración, que penetra y como perfuma de sobre-
naturalidad todos los artos, realizando la consigna de San Agustin:
«Canta de tal arte con tu vida que nunca calles», porque «en tanto
ora el hombre, en cuanto que toda su vida la ordena a Dios», como
escribe Santo Tomás... ¿Todo eso no se enseñaba, sin duda con
deficiencias y limitaciones, en los seminarios?
Y todo eso, con los retiros y los ejercicios ignacianos, siempre
con vistas a la futura actuación sacerdota:, ¿con qué ligereza y osa-
día se afirma alegremente que no sirve para una vida eciesial en
el mundo? ¿Prescriben algo distinto la «Menti nostrae», de Pío XII;
la «Haerent animo», de San Pío X, y las enciclicas sobre el sacer-
docio y sobre San Juan Vianney, de Pío XI y Juan XXIIT? ¿Lo ha
revocado por ventura el Vaticano 11?
No sé si al articulista le llegaron quejas en sus convivencias bo-
naerenses (por más que nos consta con qué sentido práctico y apos-
tólico se adiestraban entonces los seminaristas argentinos). Mas
¿hay otros medios para mantener alto el voltaje espiritual lo mis:
mo en el gran Buenos Aires que en los suburbios madrileños, igual
en la plaza de Mayo que en la Puerta del Sol?
Con ese morboso afán de motejar todo lo de antes, de aparecer
moderno y enterado, se cae en el sofisma, la contradicción y el ri-
dículo. Porque se ve obligado a reconocer: que el acto esencial en
la vida del cristiano es la oración; que a ésta hay que disponerse
con la lectura, la meditación y la contemplación, «que nos restitu-
yen al sentido medieval de la lectio bíblica.
¿Hay nada más monacal? Vienen a tropezar en lo que era sus:
tancialmente lo que ya se seguía y... se acababa de condenar. Es
el inglés que descubre una isla, que es... Inglaterra (¡¡11).
Esto que se venía enseñando y practicando, con las inevitables
imperfecciones, en seminarios y noviciados, ¿no es lo que con tan
vehemente energía vindica el Padre Santo para los jesuitas y, con
las matizaciones comprensibles, para todos los sacerdotes y reli-
glosos?
Oidos de mercader a los gritos angustiosos del Papa: crisis qgu-
da y galopante en la Compañía y en el sacerdote en general.
¿QUIERE RECIBIR PUNTUALMENTE «¿QUE PASA?»
ISUSCRIBASEL ADMON. - DR. CORTEZO, 1. - MADRID-12
7
as
f'
O
aga
Monseñor Javie
Por JULIA RIBAS
Después de leer la carta de ¡monseñor Javier Osés, publicada en
«La Vanguardia Española» el día 9 de febrero, carta aclaratoria y
de réplica a la carta de don Juan Huarte, publicada también en
«La Vanguardia Española», yo como católica no puedo menos que
defender mi fe.
Paso, pues, a defender mi religión, pues es deber de los cató-
licos defenderla, y mal cumpliría nii deber de católica si asi no lo
hiciera.
Las palabras que emplea don Javier Osés en su «propaganda»
que él llama «evangélica», tales como «fraternidad». «solidaridad»,
justicia», «pobres y ricos», etc. Da la casualidad que son idénticas
a otras escuchadas, hace ya muchos años, en boca de los enemigos
de nuestra Iglesia, y que sirvieron de mecha inflamada para pren:-
áer odios, fomentar rencores y cespertar sentimientos de rebelión
entre la clase obrera de aquella £poca. Y fomentar esa lucha de
odio y de rencor es tarea anarquista, no evangélica.
Aquella «propaganda» nos costó demasiadas vidas, demasiadas
lágrimas, demasiado sufrimiento, para que hoy volvamos a escu-
char la misma propaganda con impesibilidad e indiferencia. Tanto
más con el precedente de los votos de la Conjunta, con los que
pretendian la aberración de que las víctimas pidiéramos perdón a
nuestros verdugos.
Aquellos ateos que, con semejanza de palabras nos los recuerda
monseñor Osés, también hablabun al pueblo de «fraternidad»,
«solidaridad», «justicia», «igualdad» y «libertad». Y cuando parte
Gel pueblo azuzado se echó a la calle, los «propagandistas», después
de aprovechar el desorden provovado para arrasar, destruir, ase-
sinar y robar, se fueron al extranjero a vivir del botín «requisado»,
nueva manera de calificar al robo, y los obreros quedamos mucho
peor que antes. Hasta que el nuevo régimen, el actual, nos levantó,
curó nuestras heridas y nos volvió el deseo de vivir.
Ya puede comprender don Javier Osés que los que sufrimos
en carne y alma «aquello» nos pongamos en tensión y alerta al
volver a oír parecidas palabras de aquella meléfica propaganda de
entonces, causa que fue de tanta desesperación y dolor
Porque en donde más se puso de manifiesto la ferocidad de aque-
llos desgraciados fue en todo lo que se refería a Dios y a sus mi-
nistros. El odio de los que predicaban «fraternidad», «solidaridad»
y «justicia» (la justicia de Carlos Marx), no tuvo limites a la hora
de destruir todo lo que significaba religión, fe, amor a Dios. Porque
fueron muchos los obreros y muchos los que no poseían riqueza
alguna que fueron asesinados por el solo delito de ser católicos
practicantes.
El nuevo régimen, el actual, cespués de LIBERARNOS, ayudó
en todo cuanto pudo a la reconstrucción de iglesias, conventos y
santuarios. Colaboró —¡como católico!— en la restauración del
culto a Dios, en Espana, tanto que bien puede decirse que el actual
régimen ha hecho más para *a Iglesia en España que todo el
episcopado español ACTUAL, incluiác los obispos auxiliares. Y el
«pueblo de Dios» sabe que de bien nacidos es ser agradecidos.
Aquellos, con sus palabras de «fraternidad», «solidaridad», etc.,
Ñ E
S, 0bisuo auxiliar
no predicaban la doctrina de Jesús. sino la doctrina de Carlos
Marx. La doctrina de Jesús, antes de predicarla, hay que practicar-
la, ¡vivirla! La doctrina de Jesús es amor, comprensión —j¡entre
todos!—, ricos y pobres. Pues a todos alcanza la gracia de Dios.
Los apóstoles que predican la doctrina de Jesús, si no son falsos após:
toles, dan su vida predicando ¡amor!
La doctrina de Carlos Marx sólc sirve para crear odios y Ío-
mentar disturbios. Sólo sirve de espejito para deslumbrar y asi
encubrir los turbios propósitos de los «propagandistas». La doc-
o de Carlos Marx se basa en «valabras» pronunciadas y no prac-
ticadas.
Los charlatanes que difunden la doctrina de Carlos Marx, pre-
dican «fraternidad», «solidaridad», «justicia» y asesinan y roban
para conseguir sus fines. Y si no que les pregunten a los lituanos,
a los ucracianos, a los checoslovacos, a los cubanos, a los polacos
o a los familiares de los alemanes asesinados en el muro de Berlín.
¡Hermosa libertad, fraternidad y justicia la suya!
Muy honda, muy dolorosa y muy amarga, fue nuestra experiencia
de entonces, para que no sepamos captar ahora sin equivocarnos
quiénes tienen la señal de Dios y quiénes la del diablo. aunque al-
gunos se nos presenten encubiertos con el «carnet» eclesiástico de
sacerdotes, religiosos o religiosas.
A los pocos días de leer la varta que monseñor Osés publicó
en «La Vanguardia Española», en la santa misa dominical, en la
voz del sacerdote, San Pablo nos decía: Sed imitadores mios, como
yo lo soy de Cristo. Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo.
Lean ahora lo que nos dice un obispo de nuestro tiempo, de la
«nueva Iglesia», en este caso, don Javier Osés.
Por mi parte —dice en su carta— acepto de buen grado la culpa
que tengo de no dar testimonio de pobreza en la Iglesia y en el
mundo y me siento parte de esa Iglesia que necesila y busca con-
versión; pero aunque mi conducta personal no responda a los de:
seos de Dios y de la Iglesia, no por eso quedo exento del grave
deber de anunciar el Evangelio y la doctrina de la Iglesia, como
lo pide a la Iglesia el mismo Vaticano II, en el número 13 del
Decreto dedicado a ellos.
Le sigue un párrafo con mucna literatura, que muchos habrán
leído y sacado sus conclusiones.
El hecho en sí es que ese señor reconoce públicamente que no
es capaz de practicar lo que predica. ¿Qué clase de apóstol es?
¿Qué fuerza moral tendrán sus palabras si no las acompaña con
el ejemplo? ¿Y además lo publica?
Quienes hemos militado en las filas de la Acción Católica sa-
bemos que una de las principales reglas del apóstol es predicar
primero con el ejemplo y luego con la palabra. Esa regla que rige
para un simple apóstol seglar, ¿no rige para sus rectores, no
cuenta para los obispos, mucho más obligados por su cargo y res-
ponsabilidad?
Dice que acepta de buen grado la culpa. ¿No la acepta arrepen-
tido, con pesar? Dice que es parte de esa Iglesia que necesita y bus-
ca conversión. ¿Cómo la busca? ¡Ah, por sus obras los conoceréis!
¿SON ESTAS LAS RELACIONES DE LA IGLESIA CON EL ESTADO?
Intolerable manifiesto de 84 clérigos
Reproducimos de la prensa santanderina la siguiente denuncia
“profética” con los nombres de los ochenta y cuatro clérigos de la
diócesis de Santander que la suscriben:
Mañana, dia 22 de febrero, se han de presentar para ser juzgados
ante el Tribunal de Orden Público, en Madrid, cinco componentes
A ej H. O. A. C. (Hermandad Obrera de Acción Católica) de San-
ander:
PROCESADOS
Marta Peredo Escobedo, Maria Jesús Ortiz Gándara, Maria del
Carmen Ruiz Fernández, Jesús Briz Bravo y Alfredo Sáinz Pacheco.
La razón de tal proceso es la publicación de una "Hoja Infor-
mativa para sus militantes, con fecha 1-V-71, que, según el auto
de procesamiento del Tribunal de Orden Público, "de forma ten-
denciosa ataca a la organización del Estado en sus aspectos de or-
den público, sindical, laboral, agrario, haciendo una critica defor-
mada y negativa de la situación político-social,”
Los sacerdotes abajo firmantes, ante ta! hecho, nos sentimos
en el deber de manifestar lo siguiente.
1. La H. O. A. C. es una organizeción apostólica de la Iglesia.
2. El dar juicios morales sobre situaciones concretas, comc. lo
hace la «Hoja Informativa» encausada, responde a la misión pro-
[ética de la Iglesia que es, según la declaración de la Conferencia
Episcopal sobre «La Iglesia y la Comunidad Política», número 39:
«... JUZgar con la luz del Evangelic y de las enseñanzas de la
a ones concretas de índole social y política».
ltantes son e je
de Dios es mananti onscientes de que «la lealtad a la Ley
al de sufrimientos, incomprensiones y aun per-
ha CAN ds abi
secuciones.» (Citada Declaración, núm. 24.) Por eso aceptan Tres:
ponsablemente los riesgos que su actuación implique ante las leyes
civiles vigentes».
4. Es necesario que exista en la Comunidad Política espacio
suficiente para que sus miembros puedan asumir de manera eficaz
una pluralidad de compromisos individuales y colectivos. Una afec-
tiva pluralidad de opciones es parte integrante del bien comun».
(Citada Declaración, número 20). ]
Joaquín Agiiero, Angel Alonso, Jesús Arieta, Simón Arnaiz, Sa-
turnino Bárcena, José A. Benito, José L. Benito, José María Blanco,
Julio Blanco, Angel Bolado, Juliún Bueno, Ernesto Bustio, Seve-
rino Cabarga, Feliciano Calvo, Lcrenzo Casado, Artemio Ceballos,
Benigno Colinos, Manuel María Cossío, Juan Cuevas, Fermin de
Mieza, Alberto del Campo, César de la Campa, José del Campo,
Santiago del Río, Santiago Díez, Manuel Díez, Santiago Domingo,
Angel Esteban, Amador Fernández, Efrain Fernandez, Domingo Fer-
nández, Elías Fernández, Julio Fontaneda, Santiago Garminde, José
Antonio Gallo, Salustiano Garma, Alberto Garcia, Angel González,
Francisco González, Ricardo G. SoJinís, Julián G. Liaño, Eduardo
Guardiola, José Manuel Gutiérrez, José A. Gutiérrez, Jesús Hur-
tado, Isidro Hoyos, Agapito Ibáñez, Eduardo Ibánez, José I. Jáu-
regui, Félix Larrea, José PF. Lequerica, Jenaro Lobo, Gumersindo
Lorenzo, Florián Martin, Jesús Madarlaga, Clemente Miguel, Angel
Mier, Manuel Molleda, José Luis Muiños, Jose Maria Noriega, José
A. Obregón, Ricardo Ocejo, José Oláiz, José Olano, Félix Orobio-
rrutia, José M. Ortiz, Raúl Poo, Angel L. Penagos, José Pascual,
Fernando Pérez, Alberto Pico, Roberto Reglero, Pedro Revuelta,
A ula José María Ruiz, José Rodríguez, Jesús Ruiz, José L. S. Sis
niega Avelino Seco, José María Santamaria, ge L. Saiz, Germán
Sánchez, Julián Torre, José María Torre, Aurelio Vigo,
_- A A A O a IN,
e
Ur |
Con el transcurso de los años, los hechos
que vienen sucediendo en la Iglesia ponen
de manifiesto la visión certera —práctica-
mente proiética— del gran Papa Pío XII,
(que detevt3 y contuvo hasta su muerte el
triunfo de la penetración marxista en el
seno de la Iglesia católica. A su pontifica-
do le coriespondió —dentro de lo que es
posible hacer desde Roma— denunciar, con-
tener y ureservar a la Iglesia de la auto-
demolición que le aquejaría a partir de su
muerte en 1958. Había detectado clarisima-
mente la amplia conjura que desde Francia
se había jraguado a raíz de su «liberation»
con la complicidad de diversos sectores
eclesiásticos, decididamente opuestos a las
enseñanzas de la encíclica «Divini Redemp-
toris», de Pío XI, que consolidó y poste-
riormente amplió a partir del año 1950 —año
cn que Pio X1I difundió la encíclica «Hu-
meni generis» (12-8-50) para combatir las
faisas Opir.iones contra los fundamentos de
la doctrina cristiana— con una ofensiva de
tan amplio alcance que no resultaba muy
difícil detectar a cierta «prensa católica»,
cuyos escritos podizn comprobar una manl-
fiesta resistencia a Roma con la benévola
tojerancia de ciertos obispos designados a
partir de 1944 para sustituir a los que se
habian mantenido firmemente inclaudica-
bles durante el mandato del mariscal Petain.
Fra una consolidación de aquel periodo en
que «La Croix» (18 de mayo de 1944) publi-
caba con su característica malevolencia esta
reveladora exaltación: - «honor a los ru-
SOS .., Sean o no sean conscientes de su ges-
ta, ellos han rendido no sólo a Francia y
a Europa, sino también a la religión y a la
Igiesia, un servicio de primerisimo orden
que la Historia no podrá olvidar y que la
Providencia recompensará.» Eran los inicios
de la taáctice de la mano tendida, del beso
de Judas y del diálogo... Un año después
—1945— el general Serov, jefe de los servi-
cios secretos soviéticos, fundaba el Movi-
miento «Pax», con la misión de infiltrarse
desde Po:oni. en la Iglesia católica de todo
el universo, confianao el mando de la orga-
nización a Boleslaw Piasecki, cuyas técnicas
fueron prontamente detectadas por Pío XII,
como quedó demostrado con la condenación
por el Santo Oficio de su libro «Problemas
esenciales».
También detectó Pío XII secretos contac-
tcs entre cató:icos y francmasones, a pesar
de las reiteradas condenaciones —y consi-
guientes prohibiciones— de la Santa Sede.
Prevenido de que ciertos sacerdotes y reli-
giosos tenían especialísima relación con al-
tos dignatarica de la masonería, por lo me-
nos desde 1438 sin mandato oficial alguno
de la Igiesia, ordenó el Papa al reverendo
padre Mario Cardovani, maestro del Sacro
Palacio y confesor del Soberano Pontífice,
que se recordase a todos los católicos que
nada había cumbiado la Iglesia en lo con-
cerniente a la doctrina con respecto a la
francmasonería, y escribía además en «L'Os-
servatore Romano» del 19 de marzo de 1950
(siendo notorio que cada día Pio XII re-
rusaba parsonalmente toda sus galeradas
linea a linea) lo siguiente: «Cada uno puede
leer reiteradamente los documentos pontifi-
cios que reciben a diario una confirmación
de lo que dice y hace la franemasoneria en
varios paises. Este binomio forzado de cató:
licos rewmucionarios, católicos comunistas,
católicos masones, etc. son una burla para
los que nu queremos mancillarnos y sabe-
mos con Tertuliano que nada hay en el mun-
do más grande que un cristiano verdadero
sin adjetivos ni adiciones. Es una obligación,
especialmente para los católicos. tener as
conciencia muy clara de Sus A
que comprendan cómo una ofensa a 7 ey
del Evangelio se traduce prácticamente so
A A
SS O el orden estrictamen-
no Prosperatoos propósitos israelitas de que
ESTREMBIOSO larara la no culpabili-
la Iglesia católica dec so de JOUSTRIR
dad de los judíos en la rusa E
después de su muerte Cuando
ION SAA MUENTE Dl
Por Anselmo ROIG
israelita consiguió sus propósitos en el Con-
cilio Ecuménico Vaticano II.
Al mantener Pio XII la doctrina filosófi-
co-religiosa de la encíclica «Quanta cura» y
consiguiente «Syllabus» de los principales
errores modernos, los gobernantes católicos,
los políticos, los sociólogos, tuvieron un res-
paldo moral extraordinario en la doctrina
inclaudicab:smente mantenida. Con su inde-
clinable firmeza en las orientaciones de or-
aen moral, politico, social, acordes con el
ininterrumpido magisterio eclesiástico, con-
siguió que los pueblos y Estados católicos
legislasen y administrasen con una guía se-
gura. Ha sido después de su muerte —y más
acentuadamente a partir del comienzo del
Concilio Vaticano II— cuando ha sido po-
sible el posconciliar maridaje de la Iglesia
del Vaticano con los principios ideológicos
de la Revolución Francesa de 1789, paso
previo para la posterior «opción socialista»
de no pocos obispos que dicen situarse en la
línea de la «Octagesima adveniens».
Cuando más vigilante estuvo Pío XII fue
cuando se trató de las tentativas de pene-
tración comunista en la Iglesia, especial-
mente en China, donde la acción del comu-
nismo preparaba la consumación de un
cisma a través de la intensificación del mo-
vimiento de la triple economía, que deberá
identificar al «movimiento patriótico reli-
gioso» corjunista, que se inicia con las si-
guientes maniobras:
Mayo de 1950. El Consejo Nacional Pro-
testante se reúne en Pekín con el ministro
Chu-En-Lai y aceptan sus decisiones: Com-
pleta autonomía de la Iglesia China en cuan-
to a su gobierno, subsistencia y expansión
(las tres autonomías). Después se separarán
de los «fals.s pastores imperialistas». El
18 de octubre de aquel año los protestantes
celebran su XI congreso anual y hacen un
llamamiento a todos los cristianos para la
intensificación de toda China del movimien-
to de la triple autonomía, motivos naciona-
les que la justifican, medios para realizarla.
30 de noviembre de 1950. Manifiesto de los
católicos ae Kwangyum; comienzo de la
campaña de reforma en la «Iglesia católica»
a imitación de los protestantes.
Pekín convoca a las autoridades religiosas.
Acuden personalidades eclesiásticas de las
iglesias y del ministro Chu-En-Lai, a las que
se comunica la creación de un Departamen-
to para Asuntos Religiosos en el Ministerio
de Educación.
La Santa Sede —inmejorablemente infor-
mada— toma sus resoluciones y advierte a
los cristianos del gravísimo peligro que en
China les amenaza.
23 de enero de 1951. Manifiesto de la dió-
cesis de Nanchung, en el que afirma su pro-
pósito de cortar las relaciones económicas
y epistolares con el Papa. Es la señal de
comienzo de la ofensiva de la intensificación
Gel movimiento de reforma.
9 de febre:o de 1951. Declaración común
de los católicos y los protestantes de Sze-
chwan septentrional. Un paso más en la re-
forma. Católicos y protestantes van de la
mano paza formar juntos la nueva iglesia
nacional «depurada de todo elemento impe-
rialista». Se señala un «programa común»
para llevar totalmente a la práctica las tres
autonomías. La democratización de la Iglesia
y la intensificación de la «cultura politica»
de los sacerdotes.
A partir de esta fecha se multiplican los
manifiestos y declaraciones. Los grupos cris-
tianos de Tientsin, Nankin y otras ciudades
ven cómo sus portavoces «autorizados» apo-
yan la campaña en favor de la independen-
cia y señalan sus progresos. Confiscan la
sede del Comité Central Católico de Shan-
hal.
E La campaña concluye el 4 de septiembre
de 1951 con la expulsión del internuncio An-
tonio Riberi, «principal obstáculo a la con-
snlidación de la iglesia nacional»...
Seis años después, consolidado ya el cisma
chino con la consiguiente comunistización
de su «iglesia nacional», el Partido Comunis-
PIO 1
ta de la República Popular China difunde
una instrucción del «bureau 106» de Pekín,
cursada el 12 de febrero de 1957 a los co-
munistas del extranjero, por la que «ordena
que los militantes del partido penetren
en el mismo interior de las iglesias —pro-
testantes y especialmente católicas—, al ob-
jeto de dividirlas desde su mismo interior.
Deben infiltrarse en todos los sectores de
la acción eclesiástica».
Pío XII seguía al detalle tan satánica ma-
niobra sin prestarse a la táctica de la mano
tendida al comunismo. Con razón denun-
ciaba con vehemencia «la situación espan-
tosa existente allí donde el marxismo do-
mina». Porque era conocedor al detalle del
emplio alcance de la conjura, se estremecía
por la existencia en la Iglesia de una sub-
terránea corriente secretamente complacien-
te, en la que descubrió las primeras debili-
dades que le harán presentir las próximas
traiciones. 4 su muerte, los católicos serán
testigos de la campaña difamatoria que se
ensañará contra el preclaro «Pastor Ange-
licus».
Pero antes de que le llegue la muerte,
Pio XII tiene ocasión de constar cómo hay
circunstancias en que son pocos los que
pueden resistir la iniciativa maquiavélica
de los comunistas, consistente en infiltrarse
en el interior de la Iglesia para destruirla
siguiendo los métodos recomendados por
Pekín desde 1950.
Obran en poder del Papa Pio XII una
colección de documentos —¿cuál habrá sido
su paradero después de su muerte?— terri-
bles que son prueba de la metódica tentati-
va de penetración marxista en la Iglesia y
Gel insospechado alcance de «la corriente
reformista» de ciertos sectores eclesiás-
ticos...
La decisión de poner fin, en 1953, al expe-
rimento de los sacerdotes «obreros; sus
orientaciones con respecto al apostolado
obrerc y seglar; el mantenimiento en sus
manos de los resortes más vitales del go-
bierno de ¡2 Iglesia; su decisión de que los
políticos católicos no giren hacia la iz-
quierda; su firmeza ante las tentativas mi-
noritarias de un mal entendido y desviado
ecumenismo; su permanente e incansable
magisterio doctrinal (ajeno y adverso a los
falsos pretextos pastoralistas) en todas las
materias y situaciones humanas, fueron cons-
tante ocasión de manifestar su voluntad de
no transigir y acabar con las veleidades con-
testatarias, aún minoritarias, por aquellos
años.
Las personales y ostensibles pruebas de
especial afecto que en el último quinquenio
de su pontificado prodigó Pio XII a los car-
denales Cttaviani y Siri, eran consideradas
como indiceción de su voluntad de afirmar
para después de su muerte la autoridad del
magisterio romano, que algunos deseaban
fuese más dernocrático en el siguiente pon-
tificado.
De aquel período son estas frases de
Pio XII: «En frecuentes quejas se dice que
durante los cuatro últimos siglos la Iglesia
ha sido exclusivamente clerical por reac-
ción contra la crisis que, en el siglo XVI,
habia pretendido llegar a la abolición pura
y simple de la jerarquía y de que es ya
tiempo de ¿mpliar y ensanchar sus cuadros»,
con lo que demostraba estar muy alerta y
dispuesto a llevar personalmente el timón de
la Iglesia, sin «aperturas democráticas».
Según el libro que Mgr. Georges Roche y
Mr. Philipe Saint Germain han publicado en
la editorial Robert Laffont, de París, titu-
lado «Pio XII devant l'Histoire», rapidísi-
rmamente agoulado o puesto fuera de circu-
lación v venta, que he visto, pero no he po-
dido obtener ningún ejemplar, el año 1954
es testigo de un hecho que tendrá especia-
lísimas consecuencia en la Historia de la
Iglesia. Las páginas 435 a 440 del citado li-
bro dan cuenta de él. Estando moribundo
Pío XII, les manifestó a monseñor Tardini
(Pasa a la página siguente.) »
« A ; d
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El pueblo fiel y "EUCGARI
STIA”
Por Andrés OLIVARES
A quienes venimos manteniendo la dura brega antiprogresista
en defensa de la fe de nuestro vueblo, no hacia falta que ocurriese
un episodio tan significativo como ei sucedido con el editorial za-
razozano de «Eucaristia» para aiimarnos en nuestra firme con-
vicción de que el sentido de la te heredado de nuestros mayores
está vivo, activo y operante en primera línea contra la peste
progresista que nos invade.
Hace ya demasiado tiempo cue veniamos observando en los
atrios de determinadas iglesias, la presencia de carteles que, to-
mando como pretexto diversos problemas —reales o supuestos—,
ofrecian unas interpretaciones de sus causas y efectos más diri-
gidos a excitar los ánimos que a proponer soluciones evangélicas.
Después de determinadas averiguaciones pudimos comprobar
qu2 todos ellos procedian de una editorial zaragozana denominada
«Eucaristía» que envía simultáneamente a sus suscriptores unos
guiones homilíticos para cada festividad. Una simple suscripción
nos permitió disponer de dichos guiunes y, por desgracia, confirmar
nuestros temores: nos encontramos ante un verdadero destilado
de hiel capaz de amargar los más puros ideales cristianos.
Según los autores de estos «guicnes», la Virgen es «un simbolo
nacional utilizado para sacralizar ur. orden envejecido», el camino
que debemos seguir es «el análisis crítico y la cultura popular
liberadora»; nos enteramos tambien de que «la manipulación del
hombre conduce a la manipulación de Dios». Tenemos que estar
atentos «por si Dios suscita un profeta en lugares insólitos»,
mientras se nos descubre que «la Sagrada Familia ha sido inven-
tada a espaldas ael Evangelio». Los padres «tienen que educarse
ellos mismos», y, entre tanto, se debe «institucionalizar la oposición
dentro de la Iglesia». Por si hubiera dudas, estos señores editores
de «Eucaristía» nos descubren ue «cumplir los deberes profesio-
nales significa cumplir con los intereses de los superiores», y por
ello «la glorificación y santificación del trabajo debe ser desen-
mascarada como una ideología al servicio de la dominación de unos
sobre la vida de muchos».
Podriamos alargar indefinidamerte esta retahila de vaciedades
y sandeces propinadas semanalmente por estos muevos «pastora-
listas».
Pero he aquí que una noticia de agencia nos hace saber que ha
debido constituir una sorpresa vara estos manipuladores de la Íe,
pero no para quienes bien conocemos jos quilates del fiel pueblo
español. Según la escueta referencia de prensa han llegado al Arzo-
bispado de Zaragoza muchos cienios de cartas protestando por
el contenido de «Eucaristía», cue extrañamente venía siendo avalada
por una regular licencia eclesiástica.
Hasta aqui todo es absolutamente normal, pues a pesar de los
esfuerzos de los mentalizadores progresistas oO acaso gracias a
ellos, el pueblo fiel mantiene una aguca conciencia de Iglesia y
sabe muy bien dónde le aprieta el zapato. Una cosa es que calle
y soporte en silencio, por respeto a sí mismo y a su Iglesia, tanto
desafuero, y otra muy distinta que comparta ni por asomo la
politización de ciertos clérigos expresada además en una ridícula
jerga que ni ellos mismos entienden, pues nace exclusivamente de
lecturas mal digeridas y peor elzgidas.
Que en determinados momentos, y cuando el mal se extienda a
zonas menos contaminadas, haya una espontánea reacción en el
seno de los fieles a nadie puede sorprender, sino a los clérigos
progresistas, que son los que menos cerca están del pueblo fiel,
pues sus preocupaciones van por otros caminos. ¿Cómo van a
comprender al sencillo creyente estos clérigos que gozan de pin-
gúes ingresos, copan los puestos eclesiásticos mejor remunerados
y están bien introducidos en revistas. periódicos, editoriales, etc.?
Así, pues, las cartas de protesta contra «Eucaristía» a nadie pue-
den causar asombro. Lo asombroso es que no se hayan producido
antes y que nadie autorizado haya intervenido más a tiempo.
Lo verdaderamente bochornoso ha sido la carta-circular que los
beneficiarios del negocio de «Eucaristia» han tenido el valor de
dirigir a sus suscriptores en demanda de cartas de apoyo escritas
«con toda sinceridad» al arzobispo a quien, según el señor José
Belda, «el número parece que le afecta mucho».
Es muy curioso y significativo que precisamente quien inicia la
carta quejándose de la existencia de una «campaña», sin alegar
ninguna prueba de ello envie la misiva en cuestión precisamente
para montar una campaña en favor de su negocio. Estamos, una
vez más, ante la clásica mentalidad progresista incapaz de compren-
der que existan quienes no utilizamos sus conocidos medios de pre-
sión e incapaces de renunciar a sus clásicos métodos de agitación
fundamentados en los pliegos de firmas, cartas orquestadas, noti:
cias tendenciosas, etc. Lo llevan en la sangre y no pueden renun-
ciar a ello.
No contentos con esto, cuando se han visto descubiertos y re-
tratados sus métodos gracias a una noticia de agencia, en lugar de
acogerse al disimulo del silencio har optado por negar la evidencia
y desmentir lo archiprovado: que ante un movimiento de protesta
contra «Eucaristía» los mentores de la publicación han montado
una campaña de cartas para hacer vacilar al arzobispo de Zara:
goza en su decisión. La campaña del señor Belda tiene detalles tan
burocráticos como pedir copia de las cartas para «tener constan-
cia de los que habéis escrito. Ccmo ven ustedes, los editores
de «Eucaristía» tratan a sus suscrintores como a disciplinada tropa.
Por eso no entienden ni entenderán nunca que quienes a ella no
pertenecemos mantengamos nuestra absoluta libertad para protes-
tar y seguir protestando ante publicaciones como la que ellos
editan.
Madrid, 22 de de marzo de 1973.
Málaga. (C1O.)—Con ocasión de la proximidad de la Semana
Santa y el desfile de Pasos a que suele dar lugar, el obispo de
Málaga ha advertido a sus diocesanos que conviene reflexionen
sobre esto:
— Que Ja Cofradia no es sólo para la Semana Santa, sino para
todo el año. Para fomentar e incrementar la vida de piedad a lo
largo de nuestra vida.
— Que la organización de actos de la Cofradía debe contar con
el beneplácito del señor obispo.
— Las procesiones, que son actos religiosos, deben ser presidi-
das por el clero y en lo demás no debe haber acepción de personas,
si bien no hay que olvidar lo que dice el Concilio, tratando pre-
cisamente de actos litúrgicos, que hay que exrceptuar los honores
debidos a las autoridades civiles a tenor de las leyes litúrgicas.
— Que las Cofradías deben rendir cuentas ante la Vicaría epis-
copal todos los años, en el mes de enero.
— Que deben tener sus estatutos adaptados al Concilio y ade-
más debe crearse una comisión mixta, compuesta por dos miem-
bros de las Cofradías, dos sacerdotes y un representante del Obis-
pado para la puesta aj día de eso estatutos.
CXDIN TRE ASTES
Madrid. (CIO.)—Se comenta 21 que. mientras los nuevos obispos
14, LAN PROCENONAS 1 LAN AUTORIDADES CON
de Checoslovaquia pasan por el juramento de fidelidad al Estado
comunista de su nación, sin menticnar otros juramentos de otros
episcopados por el estilo, treinta y tantos profesores de religión
en Vizcaya se han negado a enseñar religión mientras no se le
dispense del juramento de fidelidad al Régimen. El caso ha mo-
tivado gran disgusto entre los padres de los alumnos.
DON MARCELO GONZALEZ, CARDENAL ARZOBISPO DE TOLE-
DO, LO MAS REPRESENTATIVO DE LA IGLESIA ESPAÑOLA
Madrid. (CIO.)—Lo dijo el Papa a la delegación española que
fue a saludarle con el primado zon ocasión de haber ido a recibir
el capelo. Sobre ello hubo muchos comentarios en la recepción que
luego se celebró en la embajada española, a la que asistieron mu-
chos cardenales, embajadores y obispos. Entre los cardenales no
faltó el cardenal VILLOT.
He aquí las palabras textuales el Pontífice, dichas al recibir a
la delegación española: «En el cardenal arzobispo de Toledo, pri-
mado de España, monseñor GONZ£LEZ MARTIN, vemos personl:
ficada toda la historia pasada, presente y futura de la Iglesia en
nuestra amadísima España, y 2s queremos señalar también que
en este amado pastor tenéis lo más representativo de la Iglesia de
vuestro país.»
II aaa = y
(Viene de la página anterior.)
y a sor Pasqualina: «Esta mañana, mientras
cia la misa, he visto a Nuestro Señor du-
rante un corta instante, sólo un instante,
pero lo he visto. Pensaba que el Señor me
llamaba. Pero es al contrario... Mi hora no
ha llegado aún.» ¿Qué luces, qué orden, qué
consejo habia recibido del Señor? Sigue
siendo un misterio. Pero los rasgos de su
rontificaio «adquieren más firmeza si cabe.
las cosas, llega a su poder un docu-
mento transmitido a Roma aquel año 1954
E MS AT o AAA
por el arzobispo de Riga, cuyo informe le
había afectado muy profundamente, pues le
revelaba que una alta personalidad de la Se-
cretaría de Estado, actuando en nombre del
Papa sin que éste lo supiera, mantenia re:
lación con ciertas importantes autoridades
cemunistes. Pio XII gueda vivamente cons:
ternado —y posiblemente muy afectado en
su salud— por la noticia. Retira su Con-
fianza a la «alta personalidad», prescindien-
du de los servicios de dicho relevante cola-
borador en la Secretaría de Estado. Tenien:
do lugar seguidamente la práctica del pro:
- al
moveatur ut amoveatur, cuando debiera ha-
berle mancaúo a su casa sin más para que
resultara imposible el amoveatur ul pro-
moveatur, con todas sus consecuencias años
después. Quienes hayan seguido con normal
interés las «iecisiones que durante su ponti-
ficado tomó Pio XII adivinarán qué alta
personalidad fue la despedida de la Secre:
taria de Estado por tajante decisión pon-
tificia, por mantener relación con ciertas
autoridades comunistas. Lo que en la Iglesia
ha venido gucediendo después de la muerte
de Pio XII no puede sorprendernos. :
LA PASTORAL DE OBISPOS DE CATALUÑA
Aún cabrian, en lo religioso, otras glosas de
esta pastoral «pluralista», hecha a partir de
unos singulares borradores a los que sus
eminencias reverendisimas añaden retoques
y coletillas, de lo que resulta algún descon-
cierto, y contradicciones, que no por eso la
enderezan de sus más crasos errores. Cual
un barco en la tormenta, arrebatado por las
olas, ora zozobra a babor, ora a estribor,
asi este esquile,
«¡Pobre barquilla mía
entre peñascos rota. !»
Supongo que sus trozos los pegarán como
un «symbolon», después que hayan comple-
tado todas sus «experiencias». Por lo menos,
los señores obispos no van a quejarse de
que nosotírus no hayamos atendido a aqué-
lia de sus recomendaciones:
«A los responsables de la información del
pueblo les pedimos que . las tensiones de
la pluralidad intra-eclesial no las confundan
simplemente con disputas de orden poli-
tiCO.»
Así lo hacemos. Nosotros..., confundirlas
«simplemente», no las hemos confundido.
No hemos cometido esta «simpleza» de la
cue tan considerablemente querían apar-
tarnos sus plurales reverencias, ni confun-
dido con disputas de orden «simplemente»
político lo que tras estas tensiones por
ellos prornovidas se oculta, larvado: la he
rejia modernista en su raíz. Por eso nueve
glosas en torno a la «disputa» teológica;
para la política bastará por hoy con lo que
cueda de esta sola, aun advirtiendo que
esta política, la de los obispos catalanes,
rarte de la mismísima entraña de la here-
jía. Certeramente la prevenía el Papa San
Pío X cuando. al analizar el prototipo del
modernisia como «reformador» (el apelati-
vo debió de tremolarle irónicamente en la
pluma al buen Papa) en una lista de las
pretensiones características de este «refor-
mador», en huena parte referibles a nues:
tros actuales obispos de Cataluña, denun-
cia esta:
«Ellos vocean que el Régimen de la Igle-
sia hay que reformarlo en' todos sus aspec-
tos, sobre todo el disciplinar y dogmático.
Por dentro y por fuera hay que conciliar-
lo con la conciencia dicen ellos «moderna»,
que toda ella se inclina a la democraci...»
(Pascendi.)
Tal es lo que ha pretendido, según am-
pliamente expusimos en los artículos pre-
cedentes, le. pastoral «pluralista». Raro hu-
biera sido, con semejante hecho en el que,
inicialmente, ya no es la religión la que in-
vede la pclítica, sino unos ceterminados
«ismos» políticos los que invaden por den-
tro la reugión y la arruinan, que desde es-
la platafcrma, ya formada de presuntivas
«democracias religiosas», esos obispos no in-
tentaran transformar su mentida «religión»
cn caballo de Troya, desde el cual a su vez
aniquilaran los sanos principios de un Es-
tado que no ha tenido su origen en las con-
juras masónicas. De esto nos precavía tam-
bién el santo Papa, cuando todavía del Mo-
vimiento Nacional no habían sino apenas
nacido ale:ncs de los protagonistas:
«Pretenden que hay que variar la actua-
ción del régimen eclesiástico en cuestión po:
lílica y social, de modo que, mientras por
un lado lu Iglesia se enajena del orden ci-
vil. sin embargo se introduzca en él, imbu-
yéndolo de su espíritu.» (Misma encíclica y
lugar.)
¡Tan claro se le aparecía a aquel Santo
Padre el sofisma que, mientras quebranta
la autoridad civil y hasta pretende hundir
la catolicidad de las leyes, luego repta, Si-
nuoso, queriendo infiltrar en el poder sus
vagas y equivocas personalidades, so pre:
texto de una «religión» que el mismo movi
miento modernista destruye! ¿Que neos
de pensar ¿hora ante las declaraciones de
la Conferencia Episcopal Española, de la
cual es cuxliticada promotora la autodeno-
minada Conferencia Episcopal Tarraconen-
se (sola para sí y con derecho a la otra)
presumiendo con la amañada cifra de sus
«votos» elterar las leyes fundamentales del
Estado esnañol en su principio el más sa-
grado, aquéi del que no se puede claudicar
ni siquiera ante un Papa, el reconocimien-
to sincero y verdadero de la religión de
Cristo? ¿Que hay que pensar cuando estas
mismas voces quieren negar su presencia
en las Cortes y estamentos de la nación,
luego en su pastoral catalanista insinúan:
«la presertcia del cristia en el mon»... «la
fe li exigeizx una presencia activa que tots
hem de procurar que sigui cada dia mes
possibilitada y ampla»...?
¿Ahora con ésas? ¿Por un lado no quie-
ren ni que el Estado se reconozca católico,
ni formar parte en sus Cortes; por el otro
reclaman una «presencia activa y amplia
en nombra de la fe»? ¡Juegos malabares
son ésos...! Parecen inconsecuentes y, sin
embargo..., yo creo que precisamente en las
inconsecuencias es donde hay que buscar
muchas veces los indicios de las maquina-
ciones ocultas.
Veamos de ello un ejemplo. Nuestros se-
ñores obispos, según es notorio, hace tiem-
DO presentaron en Roma una renuncia a to-
dos sus privilegios. A vueltas con los me-
ves y los años, no sólo los han mantenido
todos, sino que los han aumentado con uno
nuevo, nunc1 jamás concebido por los Con-
curdatos ni por ningún otro género histó-
rico o político: el privilegio, en fuerza de
las «circunstancias», de ser ellos la única
«Cposición» organizada y libre.., el privile-
gio y derecho de agrupar bajo sus Dande-
ras a todo género de descontentos y sedi-
ciosos, que actúan al margen de las leyes
fundamentales sin que les pase nada. En
tanto estos «-bispos —¿vamos a ignorarlo?—
cobran y aceptan cobrar del Gobierno, los
jefes de las otras oposiciones que no son
lae suyas han de dormir algunas veces en
la cárcel. A la larga, todos se irán con los
primeros. ¡Bueno va: no creo que sea del
todo intencionado! Debe de ser lo que dice
la pastoral: «Eso responde ul desarrollo
de la historia del hombre, siempre circuns-
tenciado»...
¿De qué sirve, ante esto, que la proclama
entera de los obispos de Cataluña diga que
esta «presencia activa» que reclaman es «pa-
ra el reconor::mienta de la igualdad entre
los hombres y de su derecho a la partici-
pación en la vida social»? Los mismos obis-
ros que quieren destruir con la ley la cato-
licidad del Estado resulta que «en nombre
de la fe» reciaman una «presencia activa»
rara el «reconocimiento de la igualdad en-
tre los hombres...»
¿En nombre de la fe? Pero ¿acaso no
hay creyentes y hasta, más Ciré yo, «co-
frades» en las esferas públicas? Y, sin em-
bargo, la tarea política, salvando los princi-
pios cristianos, no es precisamente «en nom-
bre de la fe» que hay que realizarla si de
verdad queremos que la política, una sana
poltica española, sea la obra ilusionada de
muchos españoles que no son precisamen-
te de «Acción Católica»... En nombre de la
fe hay que predicar y practicar la verdade-
ra religión, que algunas «pastorales» conti-
nuamente nos escamotean y tergiversan. ¡A
nadie hoy en día (salvo a capillas de sacris-
tanes) se le ocurre pensar que la política
haya que hacerla así, sin más, «en nombre
de la fe»!
Pero la «e» de que estos «obispos alar-
cCean es una «te» que, según ellos, habría de
principiar por un acto de pública aposta-
sía. Una «fe» siempre, claro está, muy...
«episcopai», en la «igualdad» de los hom-
bres, una «fe» que «sólo se realiza con esta
acción plural de los cristianos comprometi-
dosn (sic) y cuya finalidad (véase el contras-
te) consiste en «proclamar los derechos fun-
GLOSA DECIA
—-
Por JAIME RUIZ VALLES
damentales y denunciar sus conculcaciones
con valentía y unidad de acción».
¡Todo un programa!... Y más cuando lo
subrayan pintorescamente con aquella ex-
presión ce le «Gaudium et Spes»: «actúen
con integridec y prudencia contra la injus-
ticia y la opresión, contra el absolutismo y
la intolerancia».
Tal es su política. Una política no ya de
ciudadanos, que también lo son los obispos,
sinc de ckhispos que están por sobre los
ciudadanos, que alegan como subterfugio la
religión cn lo que dicen, siguiendo un ca-
mino en que un Papa les condenó, y por lo
tanto, desarrollan un juego poco claro.
Contrástense algunos de sus pasos. El
uno, por lindeza, lo es de la pastoral:
«Hoy los hombres, en clima de creciente
socialización, viven, reflerionan y resuelven
sus problemas muy en conexión con los que
se encuentrun en situaciones y conflictos
semejantes o se inclinan a unas mismas op-
ciones... El pluralismo se concretará en gru-
pos más uv menos extensos de pensamiento
y acción, centro de los cuales cada persona
es influida e influye...»
¡Los reinos de Taifas! O si más claro se
entiende, vara estas alturas del siglo vein-
te, el descubrimiento de la «lucha de cla-
ses». Nosotros creíamos que un ideal supe-
rior de justicia había de romper todas es-
tas cerrazones; que la lucha por una Es-
vaña grande, junto al pan de la justicia,
habia de acabar con estas intestinas lu-
chas...
El pan, 12 lo olvidan nuestros reverendí-
simos eclesiásticos, que en la «Hoja domi-
nical» de Barcelona (4111-73) publican en
primera vágina un editorial titulado «La li-
bertad económica de la Iglesia». En él lee-
mos el siguiente párrafo:
«Un político catalán, FRANCISCO CAM-
EO, propuso la idea hace cincuenta años
de la formación de un capital con cuyos
réditos se redimiera la libertad económica
de la Iglesia.» Y sigue hablando de la «li-
beración económica», que ahora en su men-
te ya no es asunto de pagas, sino de capi-
tales. ¿Dórde está el decantado «socialis-
mo»? Es més, si nos fijamos en la perso-
nalidad que ellos invocan, artífice del «po-
sibilismo» «utonómico, fautor de un cata-
lanismo que todos sabemos hacia qué ex-
tremos habra de desbordarse, pregunta-
mos: ¿de qué «esclavitud» quería Francis-
co Cambó liberar a la Iglesia hace cincuen-
ta años? ¿Ni quién más apto para hablar
de «capitales» que el corifeo de la «Lliga ca-
talanista»n? ¿Con tales presupuestos y vela-
das intenciones van a hablarnos, a estas al-
turas, los obispos sobre justicia social?
Tercer paso: se trata de la economía del
seminario: un seminario yermo de semina-
ristas y desmantelado de doctrina. Habla el
presidente de la asi intitulada: «Facultad
teológica de Cataluña», jesuita padre Ribas,
a quien como provincial hemos tenido que
referirnos ctras veces:
«Des d'un comensament es pensá en una
Facultat de totes les forces de Catalunya...»
(Y seguimos, aunque traduciendo.): «Se ha
tratado de combinar las cosas para que, res-
petando la cultura y la lengua de la región.
no quede cislada ni cierre las puertas a
vadie, y nor fin de la financiación... El Es-
tado también tiene problemas... a pesar de
estar bien convencido de que más que un
gasto es una inversión y de las más renta-
bles (221 '1)...». Luego habla de los millones.
Por fin: «Este es el objetivo de la unifica-
ción de fuerzas en la Facultad de teologia
Ce Cataluña.» («Hoja diocesanan, 18-111-73.)
¿Quién dijo «miedo»? En cuanto a las
«Fuerzas de Cataluña», ¿«pluralismo» de
qué ni para qué? La «unidad de Fuerzas de
Cataluña» siguiendo los pasos de Francisco
Cumbó, ia politica pluriepiscopal es capaz
de hacérsela abonar y capitalizar aun por el
mismísimo Estado, cuya catolicidad re:
pudia.
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Hay que discernir qué sacerdotes siguen el ejemplo de Cristo
PA PAL Por Antonio PACIOS, M. S. C.
LA BENDICION
La bendición papai, implorada por la Asamblea sacerdotal reunida
en Zaragoza, que como toda respuesta a su súplica no recibió más
que el silencio absoiuto, ha dadúu mucho que hablar y bastante
que escribir. Y hay muchos que tcuavia no acaban de entenderlo.
Y, sin embargo. nada más fácil si se atiende a los signos de los
tiempos, y nada tampoco más significativo de la situación hermosa
que atravesamos. Y el resultado de contemplar a esa luz tal episo-
dio nos muestra que Pablo VI fue movido a su silencio por el mis-
mo Espíritu Santo y que por lo mismo tal silencio ha de aumentar
nuestra devoción al Supremo Paster, nuestra fe de que es el mismo
Espiritu divino quien le guía.
Estamos de corazón con la Hermandad sacerdotal, aunque no
pertenezcamos a ella ni nos consideremos dignos de integrarnos en
ella. Y si por algo hubiéramos de criticarla, no seria por ¡o que
hace, sino por lo que no hace, por su relativa ineficacia, poraue
parece que ahora —lo mismo que cuando Jesús vivía entre los
hombres— «los hijos de este mundo son más hábiles para sus
cosas que los hijos de Dios para las suyas». Decimos esto para que
nadie crea que nuestra certeza de que el silencio pontificio fue
querido por Dios implica la :'nás minima desaprobación de la
reunión de la Hermandad sacerdotal.
«No es el discípulo más que el Maestro». Y al llegar la hora
de la pasión, no sólo le fue negada le. bendición externa del Padre,
sino cue, aun invocóndola desgarradoramente—« ¡Dios mio, Dios mío!
¿Por qué me has abandonado?»—, recibió el silencio por respues-
ta. Y el Padre lo ama y amaba entonces con amor infinito, pero
convenia que su Hijo «se hiciera maldición por nosotros», para
liberarnos a nosotros de la maldición. Y mal hubiera aparecido
como «maldito», gusano y no hombre, y convertido en escoria de
los hombres, si en su Pasión hubiera recibio de modo mani-
fiesto la bendición de su Padre. Y, cosa curiosa, el Padre, que
con amor infinito le niega ua El la bendición, parece prodigarla a
quienes le condenan a muerte. Es el mismo Jesús quien nos lo
efirma cuando dice a Pilatos: «No tendrias potestad alguna sobre
Mí. si no te hubiese sido dada desde arriba», es decir, de parte de
mi Padre. Y la reacción de Jesús ante esa negativa de bendición,
cuando se prodiga a quienes le conaenan, es una entrega totalmen-
te confiada en manos de su Padre: «Padre, en tus manos entrego
mi espiritu.» Y a esa entrega sigue su glorificación —que en
realidad ya empieza con los prodigios acaecidos en su muerte— y
la liberación de los hombres por medio de la Iglesia que brota
de su costado abierto como don de su Corazón divino.
El que hoy el Papa nrodigue su bendición a comunistas, ateos,
progresistas, modernistas herejes y autodemoledores de la [glesia,
y la niegue a la Hermandad sacerdotal que se la implora, entra,
pues, en los designios divinos. Es la señal verdaderamente nece-
saria para discernir qué sacerdotes siguen el ejemplo de Cristo,
participan de su pasión redentora, son otros Cristos, y qué hom-
bres —sacerdotes o no— están enfrente a Cristo.
Si estamos en la pasión de 'a Iglesia —que ha de copiar en si
misma la pasión de Cristo, para que el Cuerpo se configure a su
Cabeza—, el silencio del Papa cuando se ¿mplora su bendición es
el sello de quienes se sacrifican con Cristo y copian su pasión. Sello
que el mismo Jesús quiere, que quiere el Padre Eterno —«a los
que decretó salvar determinó hacerlos conformes a la imagen de su
Hijo»—, que quiere el Espiritu Santo Santificador. Y que quiere
también el Papa, como Vicario de Cristo en la Tierra, que na de
seguir su voluntad, por más que su corazón amante sangre de
dolor al tener que guardar silencio ante el clamor de sus hijos,
como hubo de sangrar el Corazón del Padre cuando respondió con
el silencio al clamor de su Hijo crucificado.
Y la reacción del sacerdote ha du ser la misma que la de Cristo.
Como El respondió al silencio de su Padre con un abandono y en-
trega total y llena de amor y confianza, así el sacerdote ha de en-
tregarse con devoción y amor al Vicario de Cristo en la Tierra.
Sólo entonces su pasión será fecuráa, como la de Jesús.
_ De toda la vida de Jesús, lo más hermoso y fecundo es su Pa-
sión y muerte, por ser donde más brilla y resplandece su amor a
nosotros y su entrega a su Padr2. Y de toda la vida de la Iglesia,
lo más bello y fecundo es la pasión de Ella, que nos ha tocado
vivir, si en esa pasión supiéramos permanecer en el amor y la
confianza, en medio de nuestro abatimiento. Y como Cristo salió
glorioso de esa Pasión, y por esa pasión —«¿no sabiais que por
todo esto habia de entrar el Hijo del Hombre en su gloria?»—, asi
la Iglesia saldrá gloriosa, purificada y sin mancha de la pasión e
irrisión presente, para someter a too el mundo al Reino universal
de amor, de justicia y de paz, del Corazón de Cristo.
Asi, la denegación de la bendición papal es signo de pasión
de la Iglesia; pero también de su definitiva resurrección a la que
camina mediante la pasión y del inminente establecimiento del
Reino universal del Corazón de Cristo.
Sacerdote que ve esto dará gracias a Dios, le bendecirá por
haber movido al Papa a negarle su bendición y no se amargará en
su corazón -—por mucho que le duela, que también le dolió a
Cristo—. Y le será fácil verlo si contempla 2 Cristo Crucificado, su
Modelo, y si se goza de no ser «más que su Maestro». Y entonces
se sentirá confortado por la bendición de su Madre Celeste, que
no le faltará, aún sensiblemente, como no le faltó a Jesús al pie
de la Cruz.
LUZ Y DOCTRINA DE LA IGLESIA
Por Julio CAMPOS, Sch. P.
(JOSE MARIA LLADO, «El Compremiso Temporal». Política para
Católicos. Ediciones Cedro. Barcelona, 1972, 305 págs., 20 x 14 cm.,
200 ptas.)
El tituio de este libro, sugestivv y atractivo, es una idea de
por sí bastante vaga, aunque muy circulante y maniobrada hoy en
todas las esferas eclesiásticas y ¡aicas, como efecto del potente im-
pulso dado a esa noción y aplicavión por el Vaticano II.
Mas en el fondo de ese título se esconde una doctrina y un pen-
samiento que atañe con palabras inás explícitas al reinado social
de Jesucristo, que es, en definitiva, lo que constituye el nervio del
problema que se ventila en toda 2 sociedad contemporánea. Por
eso, con acierto y orientación ha añadido el autor el subtítulo,
«Política para los Católicos».
El líbro está concebido para tode clase de ciudadanos católicos,
conscientes y de buena voluntad, que sepan pensar y deseen acertar
en el cumplimiento y conducta con respecto a sus deberes cris:
tianos de ciudadanos.
La ordenación y estructura del ccntenido está muy bien organi-
zada, en cuanto se entrelazan dos ciementos, uno brevemente expo-
Sitivo y Otro documental, en cada uno de sus temas y apartados;
es decir, un resumen doctrinal szncillo de las ideas fundamentoles
a que se refiere el tema, y otro elemento, que es el principal y es-
pecilico de este libro, los fragmentos y citas textuales de documentos
pontificios doctrinales que abarcan desde León XIII hasta Pablo VI,
donde se recogen el pensamiento vy sentir y principios de la Iglesia
sobre la cuestión y tema expuesto previamente.
Para que el lector, interesado en instruirse y formarse a lo ca-
tólico en estas cuestiones, tenga una idea del plan y contenido del
libro, damos a continuación el Indice y Plan de la Obra;
So IMERA PARTE: Concepción racional y cristlana del orden político
El hombre y sus derechos na ÚS.-
Libertad individual y CUA
La Sociedad clvil.
La Ley.
ES
o. Su estructu átIca.
Las formas de OBIÉINON eS
Deberes del Estado para con Dios.
-1'0n€6s entre el Estado y la Iglesia.
La Iglesia y la Comunidad
Cristo Rey de la Sociedad. Internacional de Jos Estados.
e Dj q SS
La paz social condicionada a la ¡bre aceptación Jel Remo de Cristo
SEGUNDA PARTE: La absurda concepción naturalista del orden político
social.
La oposición al ordenamiento cristiano de la sociedad.
El Naturalismo.
El hombre y sus derechos naturales.
La libertad.
La Sociedad.
La Ley
La Autoridad.
El Estado.
La Democracia.
La Separación de la Iglesia y el Estado
El Liberalismo.
El Socialismo.
Tolerancia y Progresismo Católico.
No puede haber paz fuera del orden cristiano.
Necesidad y esperanza de la aceptución del ordenamiento cristiano.
No hay duda que el católico cuito y corriente encuentra en esta
colección, ordenada por ideas y temas de !a doctrina pontificia re-
lativa al orden social y político, un instrumento sumamente «upto y
útil para formarse conciencia clara y firme de los principios rectos
y cristianos que debe profesar en tal materia y de la conducta que
debe seguir en público y en privado, sin titubeos y sin respetos
humanos, innobles y cobardes.
El autor presta con esta obra un servicio de profilaxis ideológica
cristiana a los ciudadanos españoles, Dios Nuestro Señor se sirva
acrecentar esta siembra de nobles y rectas ideas y que se traduzca
en frutos de actuación política y social que contribuyan eficazmente
en nuestra nación al reinado social de Jesucristo.
AGOTADA EN CINCO DIAS LA PRIMERA EDICION DE
LA CARTA COLECTIVA DEL
EPISCOPADO ESPAÑOL
(En este libro los obispos previenen sobre lo que habría de
suceder treinta y cinco años después.)
O: 150 PTAS.—Pedidos a CIO, S. A., EDITORIAL.—
et del Generalísimo, 4 —MADRID-16.
OJEADAS...
No se diga que el Movimiento Nacional. mediante la jus-
ticia social que ha ido instituyendo y distribuyendo al tra-
vés de sus Gobiernos, Sus Leyes de Trabajo y' Previsión,
no ha adecentado, ennoblecido, enriquecido y asegurado en
la clase trabajadora (a la que usted, Padre, llama «cxplo-
tada y oprimida») un nivel «de vida cn ercciente prosperi-
dad y un sistema de «igualdad de oportunidades». sin discri-
minación de clases, para la cscalada de todos los valores hu-
manos, intelectuales, profesicnales, científicos y técnicos,
lo mismo en el hijo de un peón de albañil que en el mejor
criado «hijo de papá»... ¡Es un desatino, Padre, que en sus
conferencias y sus homilías, en su moderna catequesis evan-
gélica, con un absoluto desprecio de la verdad, vaya incul-
cando, en la conciencia «le los fieles, como si fuese la ver-
dad de Cristo, esa horrenda mentira del socialismo!
—¡Basta! —me rechazó el clérigo «progrér—. Es usted
un mercenario del Régimen, un agente bien pagado del ca-
pitalismo opresor...
No pude contenerme:
-Y usted, en el mundo, es un ignorante! ¡Un menteca-
to! ¿Qué sabe usted del socialismo ni de España? ¿Querría
saber lo que fue, antes de Pranco y «del Movimiento Nacio-
nal. el socialismo? ¡Pues iome nota!
El socialismo español se distinguió siempre por ser cual-
quier cosa menos socialismo: fue monarquizante y dictato
rial en los seis últimos o ¿nicpenúltimos años del reinado
de Don Alfonso XIII. Largo Caballero, el después llamado
«Lenin español», fue consejero de Estado con el Rey y miem-
bro de la Asamblea Consultiva creada por el Dictador y
Grande de España marqués de Estella.
En aquel tiempo el socialismo, solidarizado con la Coro-
na, con el Ejército, con !a Iglesia, con los enemigos de las
libertades democráticas, acudió en ayuda de las institucio-
nes tradicionales, burguesas, explotadoras, capitalistas, aris-
tocráticas, que exaltaban y cnriquecían a los «líderes» del
proletariado a cambio de que los «líderes» domasen a los
obreros y a los campesinos de las Casas del Pueblo persua-
diéndoles de que lo de menrs era ser libre, engordar al pa-
trono. desencadenar huelgas, organizar «mítines» y ejercer
la soberanía popular mediante los comicios electorales...
Después, sí, se hicieron republicanos pero ¿para establecer
una República humana social!, progresiva? No. Se hicieron
republicanos para coadyuvar a establecer una República de
engañifa, resultado de una conjura de las universales trai-
ciones de todas las podridas fuerzas políticas del país.
Largo Caballero, desgastado del trato con la Corona y
con sus pretorios, cedió el maso a Indalecio Prieto. Este clio
la mano al viejo ministro del Rey, a Alcalá Zamora, y apoyó
al tránsfuga para que instaurase una República con Senado,
con obispos, con plutócratas con Gnardia Civil, con mucha
Guardia Civil. Las masas, naturalmente insumisas a un Ré-
gimen que les había prometido «el oro y el moro» y seguía
vpagándoles en calderilla y daisciplinándoles a latigazos, se re-
belaron en Cataluña. Aragún, Extremadura y Andalucía. Y el
socialismo español, con el t:ulante y los procedimientos que
luego habrían de recriminar en el nazismo, procedió a en-
carcelar, deportar, cañoncar, asesinar, a los trabajadores, a
los «ciudadanos libres». Recordemos lo de l'igols, con sus
extrañamientos de anarquistas y de sindicalistas ai Africa;
lo de Casas Viejas, con sus veinte campesinos «agujereadas
las harrigas»; lo de la taberna «de Cornelio, de Sevilla, donde
con una batería artillera empiazada frente al tugurio trans:
formado en fortín. que disparó a cero, se despedazó y disper
só por el aire a una masa de trabajadores rebeldes al socia-
lismo de los vividores con sus prebendas y sinecuras repu-
blicanas.
Vemos cómo ser socialista a la española es ser monárqui-
co, ser dictatorial, ser republicano a lo pretoriano a a lo
nazi. El socialismo al estilo español, es decir, al estilo que
nos han hecho despreciar y aborrecer sus apóstoles muy
bien retribuidos. consiste en valerse de todos los regímenes
para participar en el Poder, y en que el Poder y todos los
regímenes les valgan personalmente a los «líderes» para sus
chantajes y trapicheos, aunque a las masas no les valgan
sino para incrementar su riseria y su cxasperación Las
masas que se aguanten. A las masas, si no se aguantan —Cs
la tradición del socialismo hispano— se las aplasta y a otra
cosa. : a
¡Ah! Cuando la hora del Comunismo fue llegada. también
el socialismo español fue comunista. Negrín se encargó de
incorporar a los socialistas monárquicos, a los socialistas
pretorianos del general Primo de Rivera, a los socialistas
de Alcalá Zamora, a los sorialistas de la República episco-
bal: de incorporar a todos esos socialismos, digo, al de la
pretendida Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas
Ibéricas. Y el socialismo csr, dúctil, serpeante, flexible, ca-
maleónico, le ofrendó a Stalin toda la sangre de la juventud
española y todo el oro que habían acumulado las generacio-
nes para legarle a la nación un acomodo en lo porvenir.
¡Padre! ¡Padre! —increpé—. ¿Es ése el socialismo que
ina?
a no! Tengo la evidencia que ese sacerdote no es so-
cialista de ese socialismo, ni tampoco sacerdote como se
abe ser,
debe S EL VIGIA
VIA CRUCIS ECLESIAL
Por JUAN-ANGEL OÑATE, Lectoral de Valencia:
3 ESTACION: El Cirineo leva la Cruz de Jesús (Mt 27. 32;
Mc. 15,217 LOASNZO
Le cargaron con la Cruz en pos de Jesús (Lc 23, 26).
O Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
CARGUE CON SU CRUZ Y SIGAME (Mt 16, 24).
¡Y a veces no seguimos a Cristo N.
sobre nuestros hombros, ni nada!
Nos aburre su compañía. ¿A; cuántos eclesiásticos se ve en
las iglesias haciendo el Vía Crucis? Eso... está ya «desfasado»,
lo mismo que los Ejercicios de piedad y virtudes cristianas. que
a muchos les hace casi reir el zitarlo.
0 A no pocos les parece una cruz el ser castos: E! seguirle en
celibato (en virginidad), como prometieron. El imitar su vida:
La imitación de Cristo es algo «desfasado».
O ¡Angosta es la senda que conduce a la Vida (Mt 7, 14).
_ El ser cristiano: el guardar los Mandamientos es cosa dura:
AO hombres. Aunque sea para todos... NO, no es para
O El verdadero cristiano y en especial aquel que quiera afec-
tarse más en su santo servicio dirá a su Señor: «Yo no Os dejo
por nada del mundo. Vuestra Cruz es para mí más dulce que to-
dos los placeres yy diversiones mundanos. La quiere más que a
cosa alguna creada. Si no veo la Cruz... aquello no me gusta.
Y si no la veo en un escrito... n) me gusta; si no comienza por
ella una conferencia, no me gusta, aunque se diga religiosa Si
no la veo en cualquier colegio escuela, ete.
—hospital, clínica...
—cementerio... no me gustan. Me parece que allí no vive el
Señor: laico.
S. siquiera! ¡Y sin cruz
O Y a usted ¿no le gusta lo ltico, lo secularizado, lo desacra-
lizado? Pues está usted «desfasa-lo».
Pues que lo esté delante de los hombres, con tal que esté en
fase delante de Dios. A mí me gusta Cristo y Cristo crucificado,
que para unos será escándalo y para otros estulticia; pero en rea-
lidad es fuerza de Dios (omnivotente y Sabiduría de Dios (om:
nisciente) (1 Cor 1, 23-24). /
O Si no cargamos con la Cruz de Cristo, sino que se la carga-
mos al hermano, entonces no somos Cirineos: somos los verdugos
E Cristo. Y Cristo nos dirá con toda razón: «¡Tú me cargaste la
Mruzt»,
O A algunos les dirá el Señor en aquel día: ¡Ven, bendito de
mi Padre, que tú llevaste mi Cruz!
Pero... ¿Cuándo llevé yo tu Cruz. Señor?
Cuando sobrellevaste aquella: calumnia, enfermedad, injusti-
cia (Mt 25, 34-40). Pero... ¡si mi dicha. era ir en pos de Vos. aun:
o con la Cruz. Si era vugo suave y carga ligera! (Mt
Triste sería que el Señor tuviese que decir a alguien: ¡Tú no
llevaste mi Cruz!
¿Cómo que no llevé tu Cruz? ¡Si todos los días me la ponía
y no me la quitaba. Si todo el riundo la veía!...
Pero no era mi Cruz. Era una cruz de relumbrón...
No; no, Señor: que era de madera.
¿Es que no puede haber, en lo que aparenta ser pobreza, ex-
hibicionismo?
¿Estaba crucificado para ti el mundo y tú para el mundo?
(Gal 6, 14).
O Antes del Concilio decían todos los días los sacerdotes al
ponerse la casulla: «Señor, que dijiste: Mi yugo es suave y Mi
carga ligera, haz que de tal modo Heve éste (el del sacerdocio)
que consiga tu gracia»,
Hoy, después del Concilio, ya nu se dice. Y los sacerdotes nue-
den olvidarse de que su yugo es suave y su carga ligera á
e "Tampoco se dice aquella >ración: Ciñeme, Señor, con el cín-
gulo de la pureza... para que permanezca en mí la virtud de la
continencia y castidad.
Y lo que no repetimos con frecuencia se nos puede olvidar
Y es cosa que no nos debe extrañar. >
LA ESPADA DE SAN PEDRO
Por TEOFILO
En sólidos cimientos 'evantada
LA IGLESIA DE JESUS EL REDENTOR
con EL PAPA, de PEDRO sucesor,
no hay LEY FUNDAMENTAL mejor fundada.
La «LEY FUNDAMENTAL» es LEY SOBRADA:
y si hoy quiere imponerla algún «DOCTOR»
otra vez, en defensa del SEÑOR, )
volverá PEDRO a desnudar su espada.
mM
Será inútil que muchos «COLEGIALES»,
muy colegiadamente o a porfía,
la eleven con sus votos «COMUNALES».
Que aunque obtenga de votos mayoría.
y la aprueben con bombo y con timbales
PABLO VI JAMAS LA APROBARIA ”
En la magnifica iglesia benedictina de Ottobeuren (Suabia) hay
un cuadro donde Nuestro Señor Jesucristo aparece sentado a la
mesa con diversos «reformadores». como si estuviera celebrando
la Ultima Cena. Y cada uno de aquellos comensales tiene un letrero
en la mano:
Zwinglio: Esto signitica mi cuerpo.
Calvino: Esto es la virtud de mi cuerpo.
Lutero: Esto contiene mi cuerpo.
El buen Jesús está mirando com una expresión de suave dolor,
pero lleno de amor, el pan que tiene en las manos, y dice:
—Hoc est corpus meum. Este es mi cuerpo (Mateo 26, 26).
e O'Connell, el gran orador y defensor acérrimo de las liberta-
des irlandesas (+ 1847), era, al mismo tiempo, un piadoso y fervoroso
católico. Un dia, encontrándose con algunos protestantes, se burla-
ron éstos de él, porque creía en la presencia real de Jesucristo en
la Eucaristía y en los milagros de este gran misterio. Y el valiente
católico respondió sin más:
—Debierais conocer el Evangelio e iríais a una con Jesucristo.
El lo dijo: y por eso yo creo.
e ¿Qué más se puede responder a quien presente la Cuda? Je-
sucristo, el Hijo de Dios lo ha dicho. El no puede engañarse ni
engañarnos. Canta. pues, con la santa Iglesia:
Adórote devotamente, oculta Deidad, / que bajo estas sagradas es-
[pecies /
te ocultas verdaderamente. / A ti mí corazón se somete totalmente /
pues al contemplarte, / se siente desjallecer por completo. /
La vista, el tacto. el custo, / son aqu: falaces; /
sólo con el oido se llega / a tener fe segura. /
Creo todo lo que ha dicho / el Hijo de Dios, /
nada hay más verdadero / que esta palabra de la Verdad.
(Del himno Adorote.)
e Veia un padre misionero un dia y otro día a un recién conver-
tido a la fe ante el tabernáculo, “ie rodillas. Y un dia le pregunto:
—¿Qué dices tú a Jesús todo el tiempo?
—Nada, padre; yo no he aprendido a leer en libros.
—Pues ¿qué haces ahí durante horas?
—Expongo mi alma al Sol, padre...
Y Jesús, desde el sagrario, sonreia: «Te celebro, Padre, Señor
del cielo y de la tierra, porque escondiste esto a los sabios y pru-
dentes, y lo descubriste a los ¡)equeños. Bien. Padre, pues así te
agradó sucediera» (Mateo 11, 25-25).
e Cuando allá en el siglo x11 murió el principe de Brabante, he-
redó el trono su hijo Godofredo, ei cual apenas contaba un año de
edad. Y entonces los enemigos juzgaron llegada la hora de irrum-
pir en aquel país.
Pero los decididos súbditos juraron fidelidad a su pequeño prin-
cipe; después cogieron la regia cura que se llevaron al campo de
batalla y la colocaron en un árbol alto, a fin de que pudieran verla
todos los soldados.
El niño no hablaba todavía, no podía, cierto, Gar órdenes; pero
a sus leales bastábales con mirarl), y la sola mirada les infundía
valor y arrojo. Sentían ellos que o estaban solos. Y así vencieron
y liberaron al país de manos del enemigo...
O Jesús, en la divina Eucaristía, sin hablar, preside a los cris-
tianos en los afanes y combates de lau vida. Y así le cantamos con
la madre Iglesia:
Al nacer dióse como compañero; / en la cena como alimento;
al morir como redención; / y al reinar como premio.
¡On victima de salvación, / que abres la puerta del cielo!
Arrecian las guerras del enemigo: / danos fortaleza, concédenos
[auxilio.
(Del himno Verbum superum.)
O Sucedió en tierras de Suiza. Bajaban a la sazón de sus cum-
bres nevadas un nombre y una mujer; Jlevaban en medio de ellos
a una nina vestida de blanco. Eran padre, madre e hija.
Y cuando estaban ellos cerca dúe la iglesia parroquial, vieron
una multitud de gente arrodillada. Las sagradas hostias que fueron
sacrilegamente robadas habian parecido allí entre unas Zzarzas.
Cuando llegaron, pues, cayeron tan:bién de rodillas nuestros de-
votos viandantes.
Y fue entonces cuando un viejo fervoroso propuso:
—Tú, niña de alma blanca v velos blancos, vas a llevar este
tesoro en tus blancas manos hasta la iglesia...
Y empezó automáticamente y espentáneamente la procesión. Toda
la gente rezaba emocionada y cantaba:
Adoremos de hinojos tan augusto sacramento;
y las ceremonias del Antiguo Testamento
cedan el lugar al nuevo rito;
supla la fe la incapacidud de nuestros sentidos.
Alabanza, cantos de júbilo, gloria, honor,
poder y acción de gracias
demos al Padre y al Hijo;
e igual homenaje tributemos,
al que entrambos procede,
el Espiritu Santo. Amén.
(Del himno Tantum ergo.)
O Al llegar al altar, el sacerdote, volviéndose a la niña, dijo:
Ya que Dios ha sido llevado en tus manos, justo es que lo re-
cibas en tu corazón.
Y alí mismo hizo la primera comunión.
¡Día de verdad grande el día de la primera comunión! ¿Quién
no lo recuerda con honda emoción?
II IA
ESTE ES MI CUERPO
Por JOSE MARIA PEREZ, Pbro.
Conversaba Napoleón un día con sus compañeros de armas. Y
uno decía que el día más feliz de su vida había sido el de la batalla
de Marengo; otro decia que el de la batalla de Austerlitz, y éste
el de la batalla de Jena, y aquél de la batalla de Wagram, y todos
citaban uno de esos hombres de famosas batallas.
Uno «e los presentes preguntó entonces a Napoleón:
da vos, majestad, ¿cuál ha sido el dia más feliz de vuestra
vida?
Y Napoleón respondio:
—El día más feliz de mi vida ha sido el día de mi primera co-
munión.
Oo Mira, quepasense amigo, en la sagrada comunión somos dos:
Jesús y yo; fijate bien, Jesús y yo, no yo y Jesús. Que allí todo
depende de quién es el primero y quién es el segundo; quién es el
personaje principal y quién el secundario.
No pocos comulgan de manera que yo sea el personaje principal,
y Jesús sea el secundario. ¡Es la comunión de los tibios e indife-
rentes, que luego se quejan de que no experimenten los saludables
efectos de la comunión!
Comulgar, en cambio, de manera que Jesús sea el primero y
yo el segundo: ésta es la comunión de los fervorosos, de los que
reciben las gracias y bendiciones dei Señor.
¡Cuántas comuniones infructuosas por no saber matar mi yo
y no pensar que allí no hay más que Jesús para unirse a £l de tal
modo que pueda decir con el apóstol: «Vivo, mas ya no yo, es
Cristo quien vive en mí» (Gálatas 2, 20).
O ¿Qué no podrás si Cristo vive en ti? Lo refirió un celebre ci-
rujano. He operado a millares de hombres, pero ninguna operación
me ha producido tanta impresión como ¡a de un joven seminarista.
Era una ciudad de provincia, en un crudo invierno; la inter-
vención era urgente y yo no tenía cloroformo. El me dijo: «Concé:
dame media hora de tiempo para confesarme y comulgar, y no
necesito cloroformo.» Asi se hizo.
Empezó la operación, y en todo el tiempo que duró, el paciente
no tuvo el menor estremecimienio: solamente repitió, mientras yo
cortaba en la carne viva: «¡Señor, dadme fuerza! ¡Señor, ayudad-
me! Da robur, fer auxilium!»
Y el médico terminaba diciendo: «Cada uno saca fucrzas de don-
de puede; y yo creo que el paciente las sacó de la mejor fuente.»
O ¡Este es mi cuerpo! «El pan de los ángeles se hace pan de los
hombres; da el pan celestial fin a todas las antiguas figuras. ¡Oh,
cosa admirable! Come al Señor el pobre, el siervo y el humilde. A
ti, Dios uno y trino, te pedimos nos visites, así como nosotros te
honramos. Guíanos por tus sendas al fin donde tendemos hasta la
luz en que moras. Amén.» (Del himne Sacris sollemniis.)
Y acabo. El general Fiabert, gobernador de la plaza de Sedán,
encontró a un sacerdote que llevaba ocultamente el Viático a un
enfermo. Y le dijo: «¿Podríais esperar media hora?» Y ante la res-
puesta afirmativa, añadió: «Tened la bondad de volver a la iglesia
de San Lorenzo.»
IMespués de acompañarle a dicho templo se dirigió al cuartel y
mandó formar la guarnición desde la iglesia a la casa del enfermo.
Luego se unió a la comitiva que scompañaba el santo Viático, lle-
vando un cirio en la mano...
¿No honrarás tú siempre, en público y en privado, al Santísimo
Sacramento?
«¡Oh víctima de salvación, / que abres la puerta del cielo! /
Arrecian las guerras del enemigo; / danos fortaleza, concédenos
auxilio.» (Del himno Verbum supernum.)
VIRUTAS
«CRISTIANOS, A LAS FIERAS!»—.O poco menos, porque lo que
se está haciendo, por ejemplo, con el obispo Gijsen en Holanda, y
con alguno más por otros sitios, es eso, echar a la arena del mo-
derno circo a unos obispos santos, victimas que, como en España
el santo obispo Gúrpide y el admirable y santo obispo doctor Mor-
cillo, pagan con su salud y, en definitiva, con su vida, la fidelidad
a Cristo y a su Iglesia. Y no es esto lo que se debe hacer, no; no
se debe arrojar entre herejes a un apóstol de Jesús para que lo
defienda y lo confiese, no. Lo que procede es, ante todo, CONDE-
NAR LA HEREJIA y apartar a los herejes y LUEGO situar en los
puestos de gobierno y responsabilidad a aquellos que habrán de
defender los intereses de Jesucristo y de la Iglesia a todo trance
y a cualquier precio que, aún así, tal como nos hallamos, habrán
de ser ellos héroes de santidad... Porque leo en «C. 1. O.» (17-TI11-73,
número 117) algo sobre monseñor Gijsen: «EL LENTO MARTIRIO
DE UN OBISPO», que parece extraiGo de uno de los campos de con-
centración y martirio de los que tanto abundan hoy en los países
defendidos por determinado sector de la Iglesia... ]
«CON LA IGLESIA HEMOS TOPADO, SANCHKO»n.—Sl; con la Igle-
sia, con la VERDADERA Y UNICA IGLESIA DE CRISTO; la que
tiene la promesa de El: «LOS PODERES DEL INFIERNO NO PRE-
VALECERAN.» Contra esa Iglesia «ha topado la OTRA», la que se
llama a sí misma NUEVA, la que habiendo desgarrado y dilacerado
la UNIDAD, ha formado una especie de secta que proclama a los
cuatro vientos que «NO POSEE LA VERDAD y que la e BUS-
CANDO...» Ese trozo desgajado de la verdad es el que ade O
LA IGLESIA» que, inconmovible, permanece a
sabiendo que POSEE LA VERDAD QUE HA DE R
ETERNAMENTE. EL LDO. LUCIERNAGA
1 e
|
Z
PORNOGRAFIA SOLAPADA
Por Gonzalo Vidal, Pbro.
Motiva estas líneas el trabajo que A. Roig ha publicado en sex-
ta página de nuestro indesmentido ¿QUE PASA?, número 422, del
24 de marzo de este año, denunciundo que en Francia ha estallado
recientemente una intensa campaña, alentada por el progresismo
clerical predominante, cn favor del Givorcio, del aborto y de una
naciente «sexocracia» que asimila a le perfección la llamada moral
de situación basada toda ella en principios de la masonería inter-
nacional; principios que ahora n> especificamos, uno a uno, vor
no ocupar demasiadas páginas le cste querido semanario. Sólo nos
permitimos mencionar el que más me ha estremecido: «Hay que
destruir en la mujer el sentimiento instintivo y egoísta del amor
materno», «la mujer no es más que una perra, una hembra si quie-
re hijos». Principios éstos que más c menos refinadamente y sola-
padamente van desde la radio y ¡elevisión hasta revistas «serias»
y «católicas» femeninas. Y asi, en casi toda la gama de publicidad,
se propaga igualmente «el matrirnmonio a prueba», «las relaciones
intimas prematrimoniales, intercanibhios de esposos y esposas» y
«la revolución sexual de la juventua».
Al terminar la lectura de tan enjundioso y razonado denuncian-
te, la resumimos toda con sólo dos palabras, con las dos con
que encabezamos esta nuestra también denuncia, todo «pornogra-
fia solapada».
Señores obispos; aucoridades todas de España, Francia está
junto a nosotros, y de tiempo atrás sus sistemas políticos, sus
cosíiumbres, sus modas, sus espectáculos y su Jiteratura, etc., co-
rrosivas penetran fácilmente en nuestro país, en nuestros pueblos,
consiguiendo que vastos sectores turísticos y nc turisticos se va-
naglorien ya de «vida afrancesada» aupada desgraciadamente por
prensa y ciertos programas de radio y televisión.
Seamos sinceros; no intentamos. como la avestruz, apartar
nuestros ojos de la hecatombe que nos amenaza. Ha llegado el
momento de dar el grito de alavma, de luchar contra la epidemia
pornográfica; de impedir su contagio; de arrancar la careta al pro-
gresismo corrosivo que infiltrado en las sacristias, claustros y Cu-
rias, intenta destruir nuestra moral con solapada pornografía.
ace sólo unos días la prensa alicantina nos daba cuenta de
que el Consejo local de una nuestras importantes ciudades se había
pronunciado en serio contra la pornografía. La noticia, diluida en-
tre otras, pudo pasar desapercibida para muchos lectores o no cau-
sar el debido impacto en quienes la descubrieron. Y, sin embargo,
tiene un singular relieve de importencia, mucho más en estos tiem-
pos en que tantos silencios cobardes permiten se desarrolle un cli-
ma que acabará por agostar las esperanzas de un mañana mejor.
No me pongo trágico. No soy un pazguato que se asusta fácil-
mente. Y conste que en cuestiones de moralidad pública es malo
no asustarse y tenemos todos que acusarnos de haber perdido el
miedo al clima de frivolidad en que se desarrolla, fomentado y fa-
Y
vorecido desde tantísimos ángulos de influencia. Lo cierto es que
la conciencia de la sociedad con respecto a unas tolerancias que
a desmesuradamente se ha idc quedando cada día más re-
ajada.
Ya sé que el tiempo en sus costumbres es generalmente irre-
versible. Nadie pretende abogar por un retomo a la Edad Media
cuando señala y puntualiza los atrevimientos de la contemporánea.
Hay unos límites que el pudor no puede rebasar sin que se venga
estrepitosamente abajo. No creo cue nadie esté dispuesto a acep-
tar como irremediable la procacidac con que se desenvuelve, por
ejemplo, la publicidad en todos sus medios, en tedos sus recursos.
No cabe asi control alguno porque lz, televisión, el cine, las revis-
tas invaden el hogar y aunque =n muchos casos a los mayores no
nos pueda perturbar este desorden, nadie puede asegurarme que
el daño que se está produciendo en la edad evolutiva del adoles-
cente es de una evidencia aplastante.
Escaparates, pantallas, primeras páginas impresas, «posters» a
todo color son un campo que a pornografía va conquistando con
efectividad. Silenciar, señores obispos, autoridades todas, esta si-
tuación es traicionar la propia conciencia, ya no sólo como cris-
tianos obligados a una moral estricta, sino como simples ciuda-
danos ajenos a toda idea religiosa. Que no hay que confundir mo-
ralidad pública con religiosidad. Aquélla está urgida por el sentido
común de un pudor que también es público.
La pornografía es una lava inmunda a la que hay cue poner
inmediatas fronteras de contención. Aunque haya que renunciar a
motivaciones publicitarias muy rer.tables.
No sé por qué razones la pornografía es más fácil, mejor tole-
rada y admitida en comarcas marinas; tal vez por estar abiertas
por su influencia turística a corrientes que no llegan al interior.
Y esto no es un tanto de progreso que se pueda apuntar, porque
el sentido de moralidad del hombre no puede tener marcha atrás,
como la del cangrejo.
Tal vez estas líneas se pierdan en el alboroto producido ya con
estrépito de conciencias perturbadas en quienes de la pornografía
se valen y seguirán valiéndose nava sus fáciles reclamos. Pero aún
con el temor de esta posible pérdid:, el eco, por pequeño, que la
protesta levante, despertará sentimientcs dormidos, alertará con-
ciencias y por lo menos se logrará ia medida de que los padres
vigilen mejor la asistencia de los hijos a espectáculos, vigilen la
televisión, vigilen las revistas que puedan caer en sus manos.
Todo, menos confesar que hemos fracasado y que ya no hay
nada que hacer, sino dejar que ¡a charca crezca y que en ella nos
ahoguemos todos.
Y que nadie diga que esto es proaucto de un mundo capitalista.
Admito que el dinero favorece, pero no entraña necesariamente un
uso perverso para dañar a la sociebad.
y
LA
Me han hecho siempre mucha gracia ciertos libros que tratan
del desarrollo y estimulo de la personalidad. Son libros triunfalis-
tas y de infantil optimismo. Son libros que dan la impresión de
haber sido escritos por algunos d+ esos moralistas absurdos y de
mente obtusa que tanto abundan.
En todos estos libros viene a decirse. más o menos, esto: «Si
quieres alcanzar el éxito, si quieres brillar en la vida, o si deseas
resultar simpático actúa así...». Actuar así significa actuar como
ordena el ingenuo autor del libelo porque si no, según él, incurri-
ríamos casi en herejía. En los libros estos todo tiene fácil solu-
ción, y aseguran a los que sigan Sus dictados que cualquier com:
plejidad de la mente desaparecera como por arte de magia. Para
ellos los esquizofrénicos, los psicópatas endógenos y exógenos y
los neurasténicos son unos vulgares cuentistas y no digamos nada
de los acomplejados y recelosos aesconfiados de si mismo. Estos
últimos son simples timadores que lo único que pretenden es vivir
sin dar golpe bajo el pretexto de una imaginaria enfermedad.
Y los autores de los libros para ei desarrollo de la personalidad
se quedan tan tranquilos después de sus anatemas. Sería maravi-
lloso que pudiesen desaparecer todos los vicios de la voluntad,
por ejemplo, saltando de la cama siempre a la misma hora, o que
la mente se despejase de complicaciones por la simple práctica
del deporte, o que a pesar de no tener fe en nada trascendente por
el simple hecho de resultar agradable al «mojigato» del vecino tu-
viésemos que aprender chistes 0u2 maldita la gracia que nos ha:
cen. Sí, todo conseguido asi de una forma tan sencilla sería mara-
villoso, pero... "04 ;
FE] pero está en el hombre. La valla se encuentra en el mismo
ger humano que protesta pataleanco y dice: «¡Ya está bien, señor!
Ey usted a tomar el pelo a otru! Yo no soy una marioneta que
mueve, así como así, en la dirección que usted me señale. Mués-
ge Mueve, causa seria para el cambio de conducta y si esa causa
pe DS tal vez le seguiré. Pero mientras tanto lárguese, por
a sus alegrías a Otra parte...; agradezco su bondad. pero
favor, € otro sitio...». Porque es que ocurre que existe en el hu:
Ino a propensión estúpida tanto a la alegría como a la triste-
TRA BARRE
Por Carlos ARAUZ
za exagerada. Los autores de estus panfletos pseudohumanistas pa-
rece que piensan: «Yo soy enormemente feliz y los otros misera-
bles son unos desgraciados. ¡Pubrecillos!, voy a decirles que yo
estoy muy contento y a enseñarlas cómo se puede llegar a ser tan
dichoso como yo, porque ellos de qué lo van a saber». Y estos mo-
ralistas, «poseedores exclusivos del secreto de la felicidad», mues-
tran su limpia dentadura y sonrien, amplia y bonachonamente, pro-
clamando su brillante seguridad a ciestro y siniestro.
Y esa seguridad que proclaman es exclusivamente social; bri-
llantez, fama, dinero, persuasión, simpatia, amor, oportunismo,
etcétera..., O lo que es lo mismo olrecen una garantia de que me-
diante la práctica de su catálogo «ds consejos un hombre será «li-
áer». Por eso tal vez mejor sería que titulasen sus libros con una
frase más gráfica, como podia ser «fábrica de lideres» y todos sa-
briamos mejor a lo que ntenernos. Sabriamos que el estudio que
hacen de la personalidad del hombre no es integro ni profundo,
sino que se detiene en la epidermis de sus relaciones sociales, una
importante faceta, pero no la única del animal humano que ade-
más de social es individuo. Porque es que parece que sólo se vien-
sa en la sociabilidad que lleva el triunfo y se olvida «la otra ba-
rreran. Hay gente no apta para lo sociedad y que, sin embargo,
tienen la cualidad de hombres, con sus sagrados problemas y sus
espíritus sedientos de verdad, como ocurre con ciertos enfermos
mentales.
Pero dejando aparte a los enfermos, existe una zona, en toda
persona, situada también en «la otrí barrera» y que escapa a la
influencia de la comunidad; esta zuna es la que pertenece al indi-
viduo y no a la sociedad. Desde esé esfera de la otra barrera es
de donde surge lo más noble :iel hombre, cual es la facultad de
decidir en hondura, es decir, de ejercitar su jibertad, de no vivir
de vacío sino de contenido. Tras esñ barrera el hombre opta por
Dios o por el diablo, por el silenc:o o por el tumulto, por el retraj-
miento o por la comunicación, y a esa parte tan esencial de lo
humano, gestadora de todo lo grande que existe en nuestro ser, se
refieren poco la mayoría de los :nal llamados libros sobre la per-
sonalidad, que ya, desde pequeños, sólo nos enseñaban a camina:
como autómatas hacia el triunfo, atropellando.
ni >
A LA CAZA
5]
LA PROBABLE EDAD DE MARIA Y JOSE AL CASARSE
A unos por devoción, a otros par curiosidad, intriga la edad en
que se casaron los esposos miis excelsos de la humanidad. En
esto, como en todo lo que tocan los hombres, ha penetrado la jma-
ginación, de la cual, indudablemente, se apoderó el demonio des-
pechado de ver que Dios hacia al hombre el delicadisimo y peli-
erosisimo regalo del libre albedvio. Por una parte, la naturaleza
caida y, por tanto, inclinada al mal, y por otra, las beatas, en el
sentido vulgar, han contribuido a mostrarnos esa figura decrépita
Gel Santo Patriarca, dando a Maria no un esposo, voluntariamente
virgen, sino un esposo que, por senil, no pudiese ser otra cosa.
La pareja joven más pura que los serafines, de pureza sólo infe-
rior a la del mismo Dios, no la conciben las mentes pútridas, pero,
afortunadamente, no lo son todas, y los investigadores sinceros, ne-
gándose a hacer concesiones a la beatería, van esclareciendo este
asunto. In verdad cuando es pulquérrima resulta difícil de acep-
tar y la verdad del Cristianismo entra, muy paulatinamente, en
los hombres. a
No había ningún motivo para Gue José fuera viejo y, en cam-
bio, existían muchos para que fuese joven. La raza israelita era y
es muy precoz. A las jóvenes se las consideraba aptas al matri-
monio desde los doce años en udclante, si bien no io contralan
hasta los catorce como minimo y, generalmente, alrededor de los
dieciséis. En cuanto a '0s mancebos, cumplidos los catorce podian
casarse. aun cuando, corrientemente, lo hacían de dieciocho a vein-
ticuatro. La raza, sana, vigorosa, iccunda y con la esperanza puesta
en el Mesías, no admitía más dilaciones y eran rarisimos, por no
decir desconocidos, los casamientus tardíos. La cuestión de la po-
sición económica del futuro maridu, tan tenida en cuenta en nues-
tro tiempos materialistas, se 1esolvia acomodando al nuevo ma-
trimonio en la casa de los padres del esposo o, a faita de éstos,
en la de un hermano mayor que ya la tuviera propia en la misma
heredad. si la hubiera, o en el inismo oficio, compartían gastos e
ingresos hasta que las circunstancia: les permitiesen la indepen.
dencia. Más tarde veremos cómo se fueron desarrollando éstas en
el caso concreto de María y Josi.
El matrimonio se realizaba por decretos del Altísimo y El, que
tan celosamente quiso guardar el secreto de la Encarnación de su
Unigénito, durante largos años, ¿escogería a un anciano para lla-
mar la atención de las gentes? Por una parte, todo tenía que pasar
desapercibido entre los hombres; por otra, Dics no necesita echar
mano de pazguatos ni de naturalezas exhaustas para obrar ese
milasro estupendo: la llamada Suya y la respuesta del hombre ca-
bal. que se le da íntegro.
A estas consideraciones de orden espiritual se añaden otras de
carácter utilitario, como el ganar el pan para tres personas, el aten-
der a sus demás necesidades en la accidentada vida que se les pre-
paraba: viaje a Belén, huida a I“gipto, etc. ¡La búsqueda en el
Templo! ¡Cuántos comentarios de curiosos que vieran pasar a un
ochentón tirando del borriquillo en el que montaba la Madre jo-
vencisima, con el Niño en brazos! Porque en eso de la juventud
de María estamos todos de acuerdo, hasta las beatas que quisieran
hacer de Ella una niñita, no inocente, sino ignorante, de pasmada
Por M. SEMPRUN GURREA
e inconsciente maternidad. También en esto último pecan, pues si
era Joven, no era niña entre las ¡mujeres de Israei y plenamente
consciente; tendría la edad marcada por la Ley, la costumbre y el
aesarrollo físico, pues aquel matrimonio, que Dios sólo conccía a
iondo, debía de presentarse como uno más de los que se celebra-
ban en aquellos lugares sin distinguirse por apariencias extrañas;
asi es que podernos conjeturar sin temor a equivocarnos que la
Virgen no tendría menos de catorce ni más de dieciocho años al
casarse con José, cuya edad no sería menor de dieciocho ni ma-
yor de veinticuatro. San Alberto Magno da como probable edad
ce Maria veinticinco años, basándose en la teoría, por todos acep-
tada, de que debía estar plenarnente desarrollada para que una
boda prematura no fuera chocante. Tengamos en cuenta que Al-
berto Magno perteneció a una raza lenta y tardía en su desarrollo,
donde una niña sigue siéndolo a veces hasta muy pasados los vein-
tidós. No habiendo vivido entre orientales es difícil creer en su
precocidad. Sin embargo, el Santo no cree viejos, ni siquiera ma-
duros, a ninguno de los dos esposcs. Año más, año menos, su opi-
nión es que fueron jóvenes.
JOSE, EL MAS AMADI DE LOS ESPOSOS
El amor, como todo acto de la voluntad humana, puede ser más
O menos períecto, más o menos meritorio. Para que el acto de la
voluntad sea perfecto se requiere -a perfección en la persona que
lo hace; si esa perfección es completa, como en el caso de la San-
tisima Virgen, el acto resultará com:pletamente perfecto, cosa im-
posible para las demás esposas, por mucho que amen a sus ma-
ridos, pues en ellas las propias imperfecciones de egoísmos, sen:
sualidades, etc. mermarán la “fuerzs y grandeza de su acto de
amar. En cuanto al mérito que viene de Dios, El se complacerá
más en otorgarlo a aquel cuya voluntad es más sincera, más po-
tente en la entrega, más pura y más intensa y que está dispuesta
a soportar por el ser amado los mayores sacrilicios; por lo cual
el amor dedicado a José por Muría era de un mérito incalculable
ante los ojos de Dios que, habiéndole elegido para esposo de Su
E gozaba al ver la estima cn que se tenía a su objeto de
elección.
Capacitada, pues, como nadie eztaba María para amar y, por
otra parte, dignisimo de amor era el esposo elegido. La clara luz
perenne del alma de Maria lo comprendía y, como a esposo, le
amaba con esa unión de dos futrzas inconmensurables: la poten-
cialidad de Ella, la dignidad de Ei
Por eso mismo tampoco José pudo evitar que la espada profe-
tizada por Simeón desgarrase el corazón de su Esposa, por quien
el Santo Patriarca hubiera dado hasta el últimc suspiro, pues si
Ella le amaba con perfección por ser perfecta, él lo hacía con toda
la fuerza de que era capaz y ésta capacidad debe medirse por la
potencia y gracia que Dios le concedería para desempeñar su mi:
sión especialísima de esposo y *¿mbién por la magnitud del agra-
do que significaría para José el pcderse dedicar con toda su alma
a amar a la más excelsa de las criaturas y a la más agraciada, hu-
mana y divinamente, de las mujeres. (Continuará.)
DICE El CARDENAL HEENÑAN, PRIMADO DE INGLATERRA
«El Pensamiento Navarro» del 16 de marzo de 1973 publica el
siguiente articulo, que copiamos literalmente:
«En una conferencia dada por el cardenal Heenam en «British
Council of Churches», entre rasgus de humorismo británico, el pri-
mado de Inglaterra dijo: "La discusión se ha convertido en pana-
cea universal para lo social, lo politico, lo industrial, lo educacio-
nal y hasta lo religioso... Para algunos nada puede hacerse sin una
discusión prolongada. Y la palabra clave está en lo prolongada.
Pero la discusión es buena y hasta necesaria, lo mismo que la con-
sulta, siempre que no maten la acción. Según una venerable costum-
bre inglesa, cuando uno no quiere hacer nada nombra un comité.
En el mundo eclesiástico ha surgido cada vez que uno se pone de
acuerdo en que hay que hacer algo se crea un comité —que ahora
de ordinario recibe el nombre le comisión— o bien se monta una
conferencia. Y sucede que los miembros del clero, sobre todo los
obispos, se pasan la mayor parte del tiempo en reuniones. Hay con-
sejos parroquiales, de arciprestazgo, diocesanos, de administración,
comisiones escolares, comisiones titúrgicas, ecuménicas, sacerdota-
les, para la educación, los seminurios, la teología, el Jaicado, la 1li-
turgia, la justicia, la paz, la acción social, la vida religiosa y las
misiones extranjeras. Todas estas comisiones cuentan con un gran
porcentaje de obispos y de sacerdotes. Y por no ser menos, la San-
ta Sede convoca regularmente a lo: obispos de todos los conti-
nentes para conferencias, comisiones y sínodos internacionales.
Hablo de todo esto con un poco de humor, pero no me cabe la
menor duda de que una gran parte de nuestro apostolado está a
punto de quedar sofocado por el r.úmero, siempre creciente, de dis-
ones y de coloquios a que se ven sometidos obispos y sacer-
¿Qué será de la Iglesia del mañana? Espero que acaben tantas
reuniones y conferencias. Creo sinceramente que esta manía ac-
tual de palabras no agota únicamente las energías fisicas, sino
que provoca una languidez de esvíritu que termina en el narcis's-
mo y el abandono de la oración yersoral. Es cosa demasiado có-
moda esa de que sacerdotes y religiosos se preocupen sólo de sí
y se olviden de su deber capital: carse y sacrificarse. No es aven-
un e IÓ al E Y
turado opinar que muchos de sos que han abandonado el sacer-
docio o la vida religiosa estarían todavía entre nosotros si no hu-
biesen malgastado su celo en coioquios sin fin, Nadie de cuantos
han tomado sobre si la cruz deberian dejarla caer. Entre los sacer-
dotes dedicados al servicio de los pobres, de los enfermos, de los
moribundos, de los viejos y de los jóvenes no debería haber nin-
guno que sintiese la necesidad de preguntarse para qué sirve el
sacerdocio. Los que han puesto mano en el arado para seguir a
Cristo y miran luego hacia atrás, no son aptos para el reino de los
cielos. En la Iglesia del mañana, los sacerdotes, cansados de tanto
hablar, se dedicarán a trabajar.» (De «El Noticiero Universal».)—M. J.
EL AMOR A DIOS Y AMOR AL PROJIMO
(Santo Tomás: Suma Teológica)
Comparando el amor a Dios con el amor al prójimo, no
hay duda que es más meritorio el amor a Dios, pues por sl
mismo merece premio; ... «si alguno me ama, será amado de
mi Padre». s
Si comparamos el amor a Dios en cuanto por E, se ama
a Dios sólo, y el amor al prójimo en cuanto que éste es ama:
do por amor de Dios, en este Senan ara al prójimo in-
cluye y supone el amor a Dios y no al reves. a e
Por lo Er, en este caso, comparamos el amor perjeclo a
Dios, que es el que se extiende también a amar al aaa
y Con el amor a Dios insuficiente e imperfecto, ya DIGO
mos, mandado por Dios que el que le ama a El ame
su hermano», 0
En este sentido es preeminente el amor al prójimo.
(S. Th., IF qu. 07 HALO)
(Continuación)
—-—A ———A
Pero ¿qué Clero es ese?
Las recientes denuncias ”profé-
ticas” en la diócesis de Navarra
Por Carlos Etayo Elizondo
El pasado día 4 de febrero un pequeño grupo de sacerdotes na-
varros predicó una homilía de la que se deducia QUE TODO OR-
DEN POLITICO QUE NO SEA EL RESULTADO DE LA ENTRO:-
NIZACION DE LA VOLUNTAD DE LA MAYORIA CONSTITUYE
UN ESTADO PERMANENTE DE VIOLENCIA.
También venía a justificar la lucha armada contra dicho estado
permanente de violencia, ya que el secuestro del señor Huarte —a
punta de metralleta— era calificado de «tímida respuesta». ¿Cuál
sería la adecuada? ¿El tiro en la nuca? Este carácter de la justi-
ficación de una lucha armada, ya en curso en nuestra Patria, daba
una extrema gravedad a la citada homilía.
Por otra parte, para muchos navarros, la falsedad de lo que
sostenía era evidente, ya que del Evangelio de ninguná manera
se desprende deba gobernarse deificando la voluntad de la ma-
yoría.
Jesucristo no se pronunció sobre cuáles deberían ser las estruc-
turas politicas de la sociedad, vino especialmente a prometer la
Vida Eterna a aquellos que creyesen en El, lo amasen y se esfor-
zaran en cumplir sus Mandamientos, y a anunciar la condenación
eterna a aquellos que hicieran el mal y no se arrepintiesen.
Sobre las estructuras sociales nada dijo y para solucionar los
problemas de tejas abajo señaló el camino de despegar los ánimos
de las riquezas y de transformar el ánimo de los hombres a través
de cumplir sus Mandamientos; prometiéndoles que tendrían satis-
fechas sus necesidades terrenales si buscaban primero el Reino de
Dios y su Justicia.
Todo muy contrario al espiritu de la homilía del día 4, que hasta
pretendia determinar la clase de ¿os tribunales de justicia que de-
ben emplearse en nuestra sociedad civil.
Lógica es, pues, la nota de la hermandad sacerdotal de «San
Francisco Javier», del 13 de febrero, que en nombre de 50 sacerdo-
tes navarros denuncian al arzobispu la existencia en la diócesis de
predicaciones al margen del Evangelio y pidiéndole aclare y corrija
tan graves hechos.
Otros muchos católicos navarras, conscientes de la gravedad y
falsedad de la citada homilía, confiábamos en una enérgica condena
de la misma por parte de nuestro arzobispo, si bien fuera acom-
pañada de puntualizaciones que hicieran claro que la Iglesia no ha
de identificarse con ningún Régimen y ha de conservar frente al
Estado su libertad para reprobar, aconsejar, condenar, no como
veladora de los principios de la democracia inorgánica, sino como
de los del Evangelio.
Pero pasaron los días y nada se escuchó en este sentido, hasta
que en el día 4 de marzo la «Verdad», hoja diocesana, reprodujo
la nota de la Hermandad de San Francisco Javier y otra firmada
por doscientos sacerdotes, y que al referirse a la tristemente fa-
mosa homilía del 4 de febrero decia: QUE LA HABIAN VISTO CON
ENORME RESPETO POR ESTAR CONVENCIDOS DEL PROFUN-
DO VALOR EVANGELICO QUE ENCIERRA... (¡?)
Terminan su nota con el siguiente párrafo: «Por eso la denun-
cia profética de los hechos y de la situación de violencia, que fue
el tema de fondo de estas homilizs, ES UNA EXIGENCIA FUN-
DAMIEENTAL DEL EVANGELIO QUE TODOS HACEMOS NUESTRA;
NO PODEMOS NEGAR QUE POSTURAS CLARAS COMO ESTAS
PRODUCEN DIVISIONES. PERO NO TODA DIVISION ES MALA.
JESUCRISTO TAMBIEN DIVIDIO...»
Apoyan, pues, a la desdichada homilía, ¡ANTE EL SILENCIO
ABSOLUTO DE LA JERARQUIA!
Pero no han sido las expuestas las únicas denuncias «proféti-
cas» que ha habido estos días en la diócesis. Con motivo de la
marcha masculina a Javier, varios miles de peregrinos recibieron
un ejemplar de la revista «Ayuda a la Iglesia Necesitada», en el
que su director, el padre Van Straaten, denuncia cientos de miles
de asesinatos en Burundi —entre ellos, los de 18 sacerdotes—, así
como el exterminio de las élites de la. católica Lituania y la depor-
tación de cientos de miles de lituanos —¡en una población de tres
millones de habitantes! —. Al habla”, en general, de la Iglesia de
detrás del Telón de Acero y de sus verdugos comunistas, dice el
citado padre: «... que aún en estos tiempos sombrios la Iglesia
siga siendo la Santa Iglesia, agradable a Dios como esposa de Cris:
to, A PESAR DE LA TRAICION DE TANTOS DE SUS HIJOS, se
debe, sin duda, después de a Cristo. a los cristianos perseguidos
tras el Telón de Acero.
Los primeros cristianos sentían profunda veneración por los
hermanos que padecen persecución por Cristo. Los mártires fueron
los primeros en ser venerados coma santos. La Sagrada Eucaristía
fue celebrada sobre sus tumbas, a fin de expresar ia comunión
espiritual entre cristianos y mártires.
«En nuestros días, apenas se encuentran huellas de esta comu-
nión. Aunque desde hace cincuenta y cinco años (1) la Iglesia es
víctima de una persecución más AMPLIA, REFINADA, CRUEL, PE-
LIGROSA E INTENSA QUE NINGUNA OTRA PERSECUCION DEL
PASADO.
Aparecería como lógico que los 200 sacerdotes que, según su
nota —publicada en los mismos dias—, consideran «UNA EXI-
GENCIA FUNDAMENTAL DEL EVANGELIO LA DENUNCIA PRO-
FETICA DE LAS SITUACIONES DE VIOLENCIA EN UN PAIS,
hubieran colaborado entusiásticamente en la del padre Van Straaten.
Pero no fue así: Como es públizo y notorio en Sangúesa, algunos
de los firmantes de la nota se negaron a apoyarla en lo más
mínimo y hasta trataron de evitar su distribución por razones de
EVITAR DIVISIONES ENTRE LOS PEREGRINOS... ¡EN DOS
DIAS SE HAN OLVIDADO DE LO QUE ACABABAN DE ESCRI-
BIR!: «NO PODEMOS NEGAR QUE POSTURAS CLARAS COMO
ESTAS PRODUCEN DIVISIONES, FERO NO TODA DIVISION ES
MALA, JESUCRISTO TAMBIEN DIVIDIO...»
Aunque parezca increible, estamos ante el siguiente hecho: Que
algunos sacerdotes de nuestra diócesis consideran exigencias del
Evangelio justificar las condenas y hasta veladas (¿ ?) invitaciones
a la lucha armada en pro de un sistema político concreto —el de-
mocrático que deifica la voluntad de la mayoría— y se niegan a
colaborar y hasta tratan de evitr una denuncia contra persecucio-
nes sangrientas de millones de catolicos por parte de los tiranos
rojos, que no solamente pisotean los mismos derechos democrá-
ticos que los curas «progresistas» ¿firman se desprenden del Evan-
gelio, sino que predican masivamente el ateísmo y no hacen un
secreto de su objetivo final: La destrucción absoluta de la Iglesia
de Jesucristo...
Y claro está, si cualquier anticomunista expone su Opinión de
ser lícita una cruzada contra quienes sostienen principios califica-
dos por varios Papas como «INTRINSECAMENTE PERVERSOS»
y pisotean los derechos de millones de hermanos católicos, no fal-
tan sacerdotes y hasta obispos «progresistas» que se rasgan las ves-
tiduras y declaran que NINGUNA VIOLENCIA PUEDE JUSTIFI-
CARSE A LA LUZ DEL EVANGELIO...
¿Podrán extrañarse de que muchos creamos en su gran hipo-
cresia?
¿No témen estar cometiendo el pecado del Espiritu, QUE NUN-
CA SE PERDONARA?
¿No es lícito que sospechemos que algunos de ellos son comu-
nistas infiltrados en el interior de la Iglesia? (2).
Rogamos a nuestro arzobispo que hable claro y valientemente
en pro de una clarificación a todas luces necesaria y que considere
que es deber ineludible de los pastores de la Iglesia arrojar fuera
de la misma el humo de Satanás, que según Su Santidad el Papa
ha entrado en ella. Cada vez es más espeso y más fácil discernible.
(D En 1917 comenzó la revolución rusa.
(2) Signlflcativo es, a este respecto, el que el final de la tristemente
famosa homilía del día 4 colncide con el de las octavillas repartidas por
los comunistas aquellos dias en la Universidad de Navarra: En ambas se
piden amnistía y supresión de los trinunales espectales de Justicla.
Nota de la Asociación Sacerdotal
“San Francisco Javier”
«La Junta Directiva de la Asociación Sacerdotal de San
Francisco Javier, de Navarra, en nombre de quinientos sacer-
dotes navarros, condena y repudia enérgicamente la constan-
te predicación al margen de la doctrina del Evangelio y Ma-
gisterio de la Iglesia y de una manera especial la orientación
y afirmaciones de la homilía del domingo, 4 de febrero, pre-
dicada por algunos sacerdotes en varias parroquias de Dios
con fines inconfesables, adeinás de los abiertos ataques contra
las autoridades eclesiásticas y civiles, que siembran la confu-
sión y ruina espiritual en el puebla de Dios.
Esta Asociación Sacerdotal de Navarra pide a nuestro ar-
zobispo y su obispo auxiliar, para bien de la Iglesia y tran-
quilidad del pueblo de Dios, que con su autoridad aclaren tan
lamentable situación poniendo remedio eficaz a estos males.
Pamplona, 12 de febrero «le 1973.»
— APP cree cts
Los eclesiásticos profesores de Religión en centros ofi-
ciales en Vizcaya, han dirigido una nota anunciando que
cesan de dar clases porque «se les exige prestar juramento
de fidelidad a los Principios Fundamentales del Régimen».
"ara cobrar del Estado no hay inconvenientes; para serles fie-
les, hay escrúpulos de conciencia. Tome nota nuestro embaja-
dor cerca de la Santa Sede, como prueba irrefragable de adhe-
sión clerical al tratar: en Roma sobre el nuevo acuerdo entre la
«Iglesia y la Comunidad Civil».
¿Por qué se desplaza la música sagrada de la Iglesia?
[21
nOS GRANDES MUSICOS.—La profunda religiosidaú de los
músicos de los siglos xvI1t Y XVII y siguientes e incluso hasta nues-
tros dias, unas veces a instancia cue altos dignatarios de la Iglesia
y Otras por exaltación piadosa vocacional, les llevó a componer,
con insuperables acentos, las más dulces, las más auditivas, sonoras
y bellas notas musicales que a muestros oidos puedan agradar.
Si en la arquitectura descuellan genios inmortales como criatu-
ras dotadas por la Providencia de ccncepciones de estilo y fortaleza
insuperables para estructurar sobre la tierra la Casa de Dios, no
es menos cierto que también ha cuidado —con delicado amor— en
dotar a los ritos sagrados, de un “companñamiento rítmico, fonético,
de sublime acento celestial, y para ello solacémonos escuchando
la música sagrada, en distintas solemnidades, creada por mentes
portentosas como Juan Sebastián Bach, Luis van Beethoven (la
famosa misa en re), Félix Mendelssonn, W. Amadeo Mozart, Franz
von Liszt, Ricardo Wagner, Giacono Puccini, Antón Bruckner, Hila-
rión Eslava, el maestro Victoria, entre otros muchos, en número
considerable, incluyendo, incluso, al impetuoso José Verdi que no
obstante los abatares politicos de sa ltalia de su tiempo y las zo-
zobras que le propinaba su precaria situación económica, compuso,
para Dios, la misa que lleva su nombre, llena —como era innato
en él— de agudas y enérgicas ::0las, acentuadas aún más en el
prefacio, como si deseasen traspasar las ornadas bóvedas del tem-
plo, para llegar al cielo e invadir de gozo y alegría el santo Trono
del Altísimo.
Otro tanto habríamos de decir de Schuman, el amante de los
sonetos. Entristecido por la incomprensión y desdeño de que era
objeto su música, causándole una enajenación mental que le lle-
varía al suicidio en el Rinin, es su €sjosa, llena de ternura y de amor
conyugal, la que trata, en vano, de consolarle con aquellas memo-
rables palabras: «Lo que los hombres rehúsan, tal vez los ángeles
lo elijan allá en los cielos.» Es su música la que perdura, la que
sin duda llega al cielo...
INOLVIDABLE AÑORANZA.—Perz los que aprendimos el cate-
cismo graduado del padre Ripalda sentimos inolvidable añoranza
por la belleza poética y fonética fe ¡ia música en las misas, entre
Por ANTONIO FERNANDEZ MARTINEZ
otras, las llamadas de «Pio X» y de «Angelus» (desde los «kyriesn
al «Tte missa est»); los himnos de adoración como «Pange Lingua»,
«Sacris Solemniis», «Tantum ergo», «O sacrum convivium»n, «Veni,
Creator Spiritu», los solemnes «Tedeum» en acción de gracias y
el «Magnificat», las secuencias excquiales «Dies irae, dies 1lla» y el
tan escuchado «Miserere», de Beethoven, y «Requiem», de Mozart,
sin echar en olvido las salutaciunes elevadas como plegarias en
honor a la Madre de Dios en el oficio divino contenidas a través
de sus «Horas canónicas», cantadas en visperas de grandes solem-
nidades, con la musicalidad sublime de una fe que quiere —sin
prisa alguna por abandonar el templo— transmitir su oración vi-
brante y sonora, allá a la eterna mansión celestial.
Mientras la Iglesia mantuvo la unidad de su lengua, el latín,
los mejores genios del mundo en el campo de la música supieron
adaptar su inspiración de artistas a tan rica y hermosa lengua,
madre y progenitora de otras muchas lenguas, entre ellas la sonora
lengua castellana, encontrando una música digna, expresiva, sen-
sible, que supo llegar al alma y nos hablaba por sí sola de Dios,
aun sin saberla traducir.
Con honda tristeza tenemos que confesar el frio panorama que
por doquier se respira en nuestros templos cuando de música sa-
grada se habla en los momentos actuales. ¿Hasta cuándo el pueblo
cristiano ha de soportar tan lamentable situación?
El cristiano actual —sobre todo el que gusta del acompañamien-
to musical— viene observando, sin salir de su inexplicable asom-
bro, la ausencia musical, en la mayor parte de los ritos litúrgicos,
incluso solemnes, sin hallar una zespuesta idónea que lo justifique,
si se tiene en cuenta la prolífera «era musical» en que nos ha
tocado vivir. ¿Que hay compositores, excelente músicos y buenos
intérpretes en número y variedai jamás conocidos? Isa es una
circunstancia que todos conocemos con consciente certeza. Pero...
¿no es posible que de esa ingente cantera neo-musical haya, al
menos, una o algunas inteligencias privilegiadas que, a imitación
de sus inolvidables mayores, comnongan e interpreten música —no
ensordecedora ni de incompatibles movimientos personales— clá-
sica, solemne y bella a la liturgia en loor de Dios?
Teilhard de Chordin - Renegado de la Fe cristiana
[14]
La misma actitud ante el temeroso más allá, la repite Teilhard
en 1936, con la ocasión de la muerte del insigne Luis Vialletón.
En tono realista, pregunta: «¿Qué pensará él ahora», y luego con-
tinúa:
«Temeroso misterio del más ailá. Y cómo prepararse mejor para
él que sirviendo apasionadamente poz Dios y en Dios, a este Uni-
verso que a unos después de otros, nos zbsorbe a todos en él»
(L. Z. 112-7-11-1930).
Reparemos en cómo €l traspone y profana la concepción cris-
tiana de la muerte. Sin duda quiere ordenar su correspondencia
porque su carta de 30-X1-52 a Clanuciin Cuenot, se sitúa en pleno evo-
lucionismo.
Ciertamente, cuanto más se piensa en ello, más dificil parece
admitir que Teilhard haya podido epaciguar el temor fundamental
subyacente a sus elucubraciones fantásticas y sacrilegas, las cuales
él ha pretendido sustituir a la úniwversal Revelación cristiana. A
parte de que, además, no le faltaron las advertencias de parte de
la autoridad religiosa.
En 1926: Prohibición de enseñar en el Instituto Católico de
París.
En 1947: Negación del «Imprimatur» a su libro «El fenómeno
humano».
En 1948: Prohibición de aceptar una cátedra en el Colegio de
Francia.
En 1949 (30-13): Nota de «L'Osservatore Romano», en Ja que se
decía: «El padre Teilhard no es enunente en materia de Teología...
Es un hecho que muchas de sus consideraciones de orden doctrinal
han de quedar sujetas a graves )eservas, porque su sistema desde
el punto de vista filosófico y teológico, no está exento de oscuri-
dades y ambigieúades peligrosas.
Pero cegado por un orgullo ¡juciferino, Teilhard quiere actuar
como profeta, mide de alto en bajo a la Iglesia y se afianza en la
apostasía, por eso dice en 1934: Hoy día, yo probablemente creo
mejor que nunca en Dios; y ciertamente más que nunca en el mun-
do. P. Philipp, pág. 167. ¿Mejor?
El 2 de noviembre de 1947 declara a E. Mounier que la ciencia
debe regir a la religión.
«A las conclusiones de la ciencia (¿hipótesis?) deben respetarlas
todas las ideas y dogmas de la religión: la Creación, la Encarna-
ción, la Redención y la Salvación; más aún todas las pruebas de la
existencia de Dios. T. obras, t. 9, pág. 293.
A Máximo Gorce escribe en 1950: «Se trata de repensar a Dios...
en términos de Cosmogénesis.» «Solamente de esta manera se sien-
te él indisolublemente jigado a una corriente cristiana.» Es decir,
que si la Iglesia no admitiese la evolución él dejaría de ser cristia-
no. Grenet T. de Ch., «Un evolucionista cristiano», pág. 131.
Pocos días antes de su muerte escribía a Maryse Choisy: «Yo
me siento cada vez más preocupado (es decir, apasionadamente in-
teresado) por la búsqueda de un Dios (no solamente cristiano, sino
transcristiano), el cual ha llegado a ser necesario para las exigencias
crecientes de nuestra adoración» (Psyché, 99-100).
PROFANA LA CONCEPCION CATOLICA DE LA MUERTE
Por Ramón VALBUENA, Pbro.
Teilhard es lógico a veces, pero, por adhesión obstinada e irra-
cional a su panteismo materialista sr lanza a negar toda diferencia
sustancial de orden, entre lo natural y io sobrenatural, entre Dios
y lo creado, entre lo material y el espíritu.
Un hombre de ciencia, respetuoso con su campo de investiga-
ción y con los derechos inalienables de la religión, rehúsa, como tal
investigador, entrometerse en los nusterios de nuestra fe. En lugar
de empeñarse en extrapolar arbitrariamente, prefiere confesar su
incompetencia. Esta honradez le engrandece. 'Teilhard, en cambio,
ha preferido a todo sus fantasías y cbsesiones de juventud.
(Continuard.)
OCURRENCIAS ror_srrr
O Otra nueva clase de parados: los demonios que nada tienen que
hacer en el mundo, pues los nuevos «signos» de los tiempos se
lo dan todo hecho. A
O Sólo hay un defecto del que ciertamente todos se van corril-
giendo poco a poco: el defecto de juventud. e
e Cuando después de haber expresado una verdad dogmáticamen-
te indiscutible, me dice mi interlocutor que no está de acuerdo,
estoy yo perfectamente de acuerdo en que ése no está de acuer-
do por que no está cuerdo.
e El amor todo lo vence. También el amor propio. ]
O Pocos son los que siguen una vocación por el afán de servir:
los más la siguen por el afán de vivir ganando más dinero,
para vivir mejor, Es ésta la vocación general y «especifica» de
cada quisque, que definió el doctor Epicuro cuando dijo: Hay
que ganar lo imprescindible para gozar de una vida inejable.
e El mundo desacralizado piensa que un cura o fraile es una per-
sona que no sirve para otra cosa. Quiere decir que no es di,
vir a otra cosa, y que si lo hace, ni es otra cosa, ni es fraile, n
es cura. ; ' E
e Comunidad de base: Lo que tienen de común quienes po
ner cabeza, discurren con la base. ce
O Antes que pedir un consejo a ciertos individuos, prefiero equi-
Onis yO o A etarea tecrida ar
O No hay que esforzarse mucho pura le IcOS z
O No se puede ni se debe politizar lo dogmáticO ni dogmatlzar
lo politico. LAS
O Al que con frescura se excusa, Dios Con justicia AS caga 19
O Un sacerdote, tanto si se salva como sl Se condena, sie
en pos de sí muchas almas.
e Quien no sea comprensivo no puede ser com
O Suscribo lo que ha escrito PGARCIA: A
gunas encuestas se me hace muy en cuesta...
sivo.
"E que dicen al-
> LO QUE INTERESA Y APREMIA ES LA CON
Por el P. Jesús ECHEVERRIA
«Cristo murió por los pecados... para conducirnos a Dios», nos
dice San Pedro; «Convertíos», nos conclama San Marcos; «Clama, no
ceses, como trompeta levanta tu voz, y anuncia a mi pueblo sus
crímenes y a la casa de Jacob sus pecados», nos dice Isaías en las
lecturas del primer domingo de la Cuaresma y rezo del breviario.
Estamos, pues, como nos muestran las lecturas, en tiempo de re-
flexión y penitencia; penitencia, y no tanto en lo que dice con re-
lación a la mortificación del cuerpo, que hoy está mitigada al má-
ximo, cuanto en lo referente al alma. Sin la penitencia que signi-
fique una verdadera conversión, sir ese arrepentimiento de los
pecados, de poco o nada serviría cualquier maceración del cuerpo,
como ya nos lo enseña la Sagrada Escritura, desde los tiempos de
Isaías. Una vez convertidos o arrepentidos de los pecados, enton-
ces sí; la mortificación de los seniidos, los sacrificios corporales,
las penitencias son verdaderamente saludables y bienhechoras para
mantener a raya las pasiones y no dejarse vencer por los vicios.
Poca O casi ninguna aceptación tiene hoy la penitencia corporal;
incluso se la desprecia por inútil, cuando no como sádica e inhu-
mana. Sin embargo, ¿qué valen las apreciaciones de los hombres,
ante la enseñanza y la vida de sacrificio y oración llevada por los
santos? ¿Qué valen las apreciaciones de los hombres, cuando el
mismo Cristo nos dice que el que quiera seguirlo debe tomar su
cruz, y que el que quiera salvar su vida la perderá y el que la
pierda por El la salvará? Pero y San Pablo, ¿no nos dice textual-
mente: CASTIGO MI CUERPO Y LO REDUZCO A ESCLAVITUD,
NO SEA QUE EN CUANTO PREDICO A LOS OTROS YO MISMO
ME CONDENE? ¿Qué valen ante todo esto las apreciaciones de
quien quiera que sea en contra de la mortificación y penitencia
del cuerpo? Esto no obstante, y por incomprensible que parezca,
la Iglesia ha disminuido enormemente las prácticas penitenciales
sin que las haya desvirtuado, desde luego, tanto en relación a los
fieles como a los mismos religiosos. Lo que jamás podrá dismi-
nuir será la necesidad de la convarsión.
Necesidad de la conversión; algo que hoy tampoco se compren-
de ni se quiere comprender. Conversión; algo de lo que hoy casi
ni se habla, a pesar de ver en las puertas de iglesias, colegios, etc.,
grandes O pequeños programas para toda suerte de personas en
los que se convoca a ejercicios espirituales. En ellos habrá diálo-
gos; cánticos, a veces no tan espirituales; músicas, no siempre las
más aptas a inspirar el arrepentimiento; y, por supuesto, charlas
o conferencias de los más diversos temas y en todos los más «ag-
glornados» O puestos al dia; pero temas de conversión, temas de
reflexión sobre el pecado, sobre loz novísimos: muerte, juicio, in-
fierno y gloria, ni incluso sobre las virtudes que no sean sociales,
¡QUE POCO Y QUE DIFICIL SERA EL OIRLOS! Sin embargo,
si nos atenemos al pensamiento, letra y espíritu de la Cuaresma,
según los textos con que hemos encabezado el presente artículo, si
Cristo murió fue precisamente por los pecados; si Cristo murió
fue para darnos una oportunidad: la de que nuestro arrepenti-
miento Oo CONVERSION nos condujese a Dios. Todo lo demás es
secundario. El pecado es el único mal; el bien por excelencia es la
Gracia de Dios, que se pierde por aquél y se recupera por la con-
versión. Con mucha razón, el primado de España, monseñor Mar-
celo González Martín, recientemente y en su primera visita pasto-
ral después de haber sido nombrado cardenal, dijo: «Cristo vino
al mundo con una misión principal: la de liberarnos del pecado.
Jesucristo no escogió como fin principal de su Evangelio curar
enfermos o arreglar los asuntos inateriales de la tierra. Si ése hu-
biera sido su fin principal nos hubiera engañado y hubiera sido
injusto, porque dijo muchas veces que El había venido a salvar a
todos y no curó a todos los entermos —RECORDEMOS los mu-
chos enfermos que aguardaban junto a la piscina de Betzata y que
sólo a uno curó Cristo— ni solucionó los problemas del mundo».
Dos partes tiene la conversión: primera, evitar el pecado que
se haya cometido o el que se sea tentado a cometer; segunda, ha-
cer el bien que podamos y DEBÁMOS HACER. Y nos explicamos:
es fácil, muy fácil hacer el bien; todos hacemos muchas, muchísi-
mas cosas buenas; ¿todas las que podemos?; sin duda que no;
¿todas las que debemos?; probablemente tampoco. Cristo, sin du-
da, que hizo todas las cosas buenas que debia; pero también, sin
duda, NO HIZO TODO LO BUENO QUE PODIA, aunque TODO LO
HIZO BIEN y pasó por el mundo, como nos dice la Sagrada Es-
critura, «haciendo el bien». Pero, ¿quién iría a negar que Cristo
podría haber hecho muchas cosas buenas? ¿Por qué no las hizo?
Si no aceptamos lo que dice San Agustín de que «tenemos que ale-
grarnos, más... porque nuestro Señor y Salvador Jesucristo se hizo
hombre de que hiciese cosas divinas entre los hombres; y de que
«más saludable nos es lo que se hizo por los hombres que lo hizo
entre los hombres y más es que SANASE LOS VICIOS DE LAS
ALMAS QUE EL QUE SANASE LAS ENFERMEDADES DE LOS
CUERPOS MORTALES», sólo nos quedaría responder con la Sa-
grada Escritura: ¡Cuán incomprensibles son tus juicios, oh Señor!
Por otra parte, si hasta el hombr3 más mentiroso dice más ver-
dades que mentiras, según el dicho, paralelamente podemos decir
que aun el hombre más malvado hace muchas, muchisimas cosas
buenas. ¿Quedarían justificadas por eso sus maldades? Ciertamen-
te que no. Las conclusiones que nodemos sacar de todo esto son:
1, que si Cristo NO HIZO TOLO EL BIEN QUE PODIA —por
los designios altísimos que fuesen—, aunque sí todo el bien que
debía, no pretendamos obligar a nadie a hacer todo el bien que
pueda, siempre que haga TODO EL BIEN QUE DEBA; 22, que si
el hombre más malvado hace muchas cosas buenas, muchísimas
más que malas, no pretendamos aisculpar nuestras malas obras O
nuestros pecados, por muchas Obras buenas que hagamos. De don-
de resulta que debemos evitar todo mal, aunque pudiésemos hacer
todo el bien que quisiéramos.
Lo difícil, pues, de la conversión no es sólo la parte positiva
o hacer el bien que se pueda nm general, sino hacer el bien que
se debe en particular; o por otra, evitar el pecado, QUE NUNCA
SERA LICITO COMETER. Si evitamos el pecado, cumpliremos
siempre nuestro deber, aunque no hagamos todo el bien que po-
damos; evitando el pecado, no transgrediremos ningún manda-
miento. Y es sobre todos ellos, y no sólo sobre alguno o algunos,
que debemos hacer un serio examen de nuestra vida, si realmente
queremos nuestra conversión. Veamos en qué debemos convertir-
nos desgranando esa ley divina de los diez mandamientos al frente
de los cuales van los tres que dicen relación no para con el pró-
jimo, sino para con Dios. El primero, amar a Dios sobre todas
las cosas. ¡Qué pocos se consideran obligados a convertirse en lo
que respecta a este primer mandamiento! Y entre tanto, para
muchos, muchísimos, Dios prácticamente ni existe siquiera. No
sólo no le aman sobre todas las cosas, sino que ni siquiera aman
a las demás criaturas que El, y tal vez que ni de El se acuerdan, y,
por supuesto, la inmensa mayoría de las cosas están antes que El,
y no pocas veces lo posponen a los mismos vicios y pecados.
Dios está siendo no sólo pospuesto, sino hasta exluido de la vida
en general de los hombres; si sólo lo dijésemos nosotros, poco
valor tendrían nuestras afirmaciones, y no hay duda que otros
como nosotros, y más que nosotros, podrían decir lo contrario,
que el decir no cuesta mucho. Pero si lo decimos es porque vemos
los hechos confirmados, una y muchas veces, por las alccuciones
nada menos que del Santo Padre, y ya otro Santo Padre, otro
Papa, no puede haber sobre la tierra simultáneamente a Pablo VI,
que venga a decir lo contrario pera equilibrar la balanza.
No es que vayamos a descubrir cosas ocultas; Pablo VI abier-
tamente ha predicado la vivencia de este rechazo de Dios; lo ha
dicho no en secreto o a pequeños grupos, sino precisamente en
sus audiencias generales; no es, pues, nada demás que nosotros
tratemos de divulgar, como ya lo han hecho otros medios de di-
fusión, esta alarmante decadencia de la fe, no sólo entre los ca-
tólicos, sino aun con relación a todos los hombres. Las dos úl-
timas veces de que tenemos referencia sobre este particular son
del 31 de enero y 21 de febrero de este año. Así se lamentaba en
enero: «La audacia temeraria o inconsciente. con la que hoy se
IMPONE LA NEGACION DE DIOS, termina por devolver a tal
problema una urgencia ANGUSITIOSA. Dios está ausente, hemos
dicho, de la vida moderna, PORQUE ESTA OLVIDADO, PORQUE
ESTA EXCLUIDO.» Y si la vida moderna, que a boca llena se
trata de divulgar e imponer dentro y fuera de la Iglesia, en semi-
narios, conventos y colegios, todo lo invade, digamos si a Dios
le puede quedar algo fuera del desierto y las altas montañas de
nieves perpetuas. Y en febrero decía: «Vemos disminuir y en
algunos cuadros sociológicos APAGARSE INCLUSO ei sentimiento
religioso, oscurecerse la concepción fundamental del ser y de la
vida en su referencia necesaria a Dios, CALLAR LA PLEGARIA,
SUSTITUIRSE EL CULTO Y EL AMOR DE DIOS Y DE CRISTO
POR LA INDIFERENCIA Y LA PROFANIDAD.» Si, pues, según
el Santo Padre y no solamente según ¿QUE PASA?, hoy «SE IM-
PONE LA NEGACION DE DIOS» en «LA VIDA MODERNA, POR-
QUE ESTA OLVIDADO, PORQUE ESTA EXCLUIDO», porque está
haciendo «APAGARSE INCLUSO EL SENTIMIENTO RELIGIOSO,
CALLAR LA PLEGARIA, SUSTITUIRSE EL CULTO Y EL AMOR
DE DIOS Y DE CRISTO POR AL INDIFERENCIA Y PRO:
FANIDAD, ¿no existirá la rr1ecesidad de una verdadera CON-
VERSION, a escala mundial incluso? Y si existe esa necesidad,
¿no habrá una obligación mo meror, de proclamarla y vivirla?
Pues lo que el Santo Padre nos advierte, ¿no es precisamente que
se está viviendo todo ¡o contrario de lo que establece el primer
mandamiento de la ley de Dios?
Pero esto lo veremos más claro, si cabe, recordando más que
el segundo mandamiento, que por ic que antecede ya casi no tiene
vigencia, pues no vale 'a pena jurar por quien no se cree o se le
ha relegado al último lugar, el tercero, que es una consecuencia
lógica del primero: santificar las fiestas. Traeremos datos, testi-
monios y estadísticas, no de nuestro semanario tan «desfasado» (2)
COMO REAL Y AUTENTICO, sino de un otro bastante «AGGIOR-
NADO», donde no pocas veces --honra sea hecha— también nos
trae verdades, aunque no tenga en él cabida las palabras de mon-
señor Guerra Campos y otros de otros obispos que también ponen
los puntos sobre las ies; no faltan, sin embargo, las de terceros
obispos no más obispos que los anteriores y que a veces emborro-
nan en vez de aclarar. Felizmente —y por eso lo leemos— el Papa
tiene en él también sus páginas. Perc esto queda para otro artícu-
lo, Dios mediante.
2." EDICION AMPLIADA DE
"Hablar con Dios”
ORACIONES DEL CRISTIANO
POR JOAQUIN JIMENEZ, S. J.
25 ptas. - 130 págs. Maldonado, 1 - MADRID<4
EL AÑO DE LA REINA DE LA HISPANIDAD
LA APARICION DE CUAUTITLAN
Gr]
CUARTA APARICIÓN. (Conclusión) (1).
Al punto subió Juan Diego al cerrillo, y cuando llegó a la cum-
bre se asombró mucho de que fiibieran brotado tantas variadas,
exquisitas rosas de Castilla, antes del tiempo en que se dan, porque
a la sazón se encrudecia el hielo; estaban muy fjragantes y llenas
de rocio de la noche, que semejaban perlas preciosas. Luego em:
pezó a cortarlas; las junto todes y las echó en su regazo. Bajo
inmediatamente y trajo a la Señora del Cielo las diferentes rosas
que fue a cortar; la que, así como las vio, las cogió con su mano
y otra vez se las echó en su regazo, diciéndole:
«Hijo mio el más pequeño, esta diversidad de rosas es la prueba
y señal que llevarás al obispo. Le airás en mi nombre que vea en
ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla,
Tú eres mi embajador, muy digno de confianza.
Rigurosamente te ordeno que sólo delante del obispo desplie-
gues tu manta y descubras lo que llevas. Contarás bien todo: dirás
que te mandé subir a la cumbre del cerrillo que fueras a cortar
flores, y todo lo que viste y adnuraste. para que puedas inducir
al prelado a que dé su ayuda, von objeto de que se haga y erija
el templo que he pedido.»
Después que la Señora del Cielo le dio su consejo, se puso en
camino por la calzada que viene derecho a Méjico: ya contento y
seguro de salir bien. trayendo con mucho cuidado lo que portaba
en su regazo, no fuera que algo se le sollara de las manos, y go-
zándose en la fragancia de las variadas y hermosas fíores.
Al llegar al palacio del obispo salieron a su encuentro el ma:
yordomro y otros criados del prelado. Les rogó le dijeran que
deseaba verle, pero ninguno de ellos quiso, haciendo como que
no le cian, sea porque era muy temprano, sea porque ya le cono-
cian, que sólo les molestaba, porque les era importuno, y, además,
ya les habian informado sus compañeros que le perdieron de vista
cuando habían ido en su seguimiento. Largo rato estuvo esperando.
Ya que vieron que hacia mucho que estaba allí, de pie, cabizbajo,
sin hacer nada, por si acaso era liamado, y que al parecer traia
algo que portaba en su regazo, se acercaron a él para ver lo
que traia y satisfacerse.
Viendo Juan Diego que no les godía ocultar lo que traía y que
por eso le habian de molestar, empujar o aporrear, descubrió un
poco, que eran flores, y al ver que todas eran diferentes rosas de
Castilla. y que no era entonces e: tiempo en que se daban, se
asombraron muchisimo de ello, lo mismo de que estuvieran muy
frescas, tan abiertas, tan fragantes y tan preciosas. Quisieron coger
y sacarle algunas, pero no tuvieron suerte las tres veces que se atre-
vieron a tomarlas: no tuvieron suerte, porque cuando iban a co-
gerlas, ya no veian verdaderas flores, sino que les parecian pintadas
o cosidas en la manta.
Fueron luego a decir al obispo lo que habían visto y que preten-
día verle el indito que tantas veces había venido, el cual hacia mu-
cho que por eso aguardaba, queriendo verle. Cayó, al oirlo el señor
obispo. en la cuenta de que aquello era la prueba para que se
certificara y cumpliera lo que solicitaba el indito. En seguida
mandó que entrara a verle.
_ Luego que entró se humilló detante de él, así como antes lo
hiciera, y contó de nuevo todo lo que había visto y admirado, y
también su mensaje. Dijo:
«Señor, hice lo que ¡me ordenaste, que fuera a decir a mi Ama,
la Señora del Cielo, Santa Maria, preciosa Madre de Dios, que pe-
días una señal para poder creerm2 que le has de hacer el templo
donde ella te pide que lo erijas; y además le dije que yo te había
dado mi palabra de traerte algura señal y prueba, que me en-
targaste, de su voluntad. Condescendió a tu recado y acogió benig-
namente lc que pides, alguna señal y prueba para que s+ cumpla
su voluntad. Hoy muy temprano me mandó que otra vez viniera a
verte; le pedí la señal para que me creyeras, según me había
dicho que me la daría; y al punto lu cumplió: me despachó a la
cumbre del cerriillo, donde antes yo la viera, a que fuese a cortar
varias rosas de Castilla. Después que fui a cortarlas, las traje abajo;
las cogió con su mano y de nuevo las echó en mi regazo para
que te las trajera y a ti en persona te las diera. Aunque yo sabia
bien que la cumbre del cerrillo no es lugar en que se den flores,
porque sólo hay muchos riscos, wbrojos, espinos, nopales y mez-
quites no por eso dudé; cuando fui llegando a la cumbre del ce-
rrillo miré que estaba en el paraiso, donde había juntas todas las
varias y exquisitas rosas de Castilla, brillantes de rocío, que luego
fui a cortar.
Ella me dijo por qué te las había de entregar, y así lo hago, para
que en ellas veas la señal que pides y cumplas su voluntad, y tam-
bién para que aparezca la verdad de mi palabra y de mi mensaje.
Helas aquí, recíbelas.»
Desenvolvió luego su blanca manta, pues tenia en.su regazo las
flores, y asi que se esparcieron por el suelo todas las diferentes
rosas de Castilla, se dibujó en elía y apareció de repente la pre-
ciosa imagen de la siempre Virgen Santa María, Madre de Dios, de
la manera que está y se guarda hoy en su templo del Tepeyácac,
que se nombra Guadalupe. /
fuego que la vio el señor obispo, él y todos los que allí estaban
se arrodillaron, mucho la admiruron, se levantaron, se entristecie-
ron y acongojaron, mostrando que lo contemplaron con el corazón
y el pensamiento,
Por Rafael Gil Serrano, Director Central de la H. de Campeadores Hispánicos
El señor obispo, con lágrimas «ae tristeza, oró y pidio perdón
de no haber puesto en obra su voluntad y su mandato. Cuando se
puso en pie, desató del cuello de Juan Diego, del que estaba atada,
la manta en que se dibujó y upareció la Señora del Cielo. Luega la
llevó y fue a ponerla en su oratorio. Un día más permaneció Juan
Diego en la casa del obispo, que aún le detuvo. Al día siguiente
le dijo:
«¡Ea! A mostrar dónde es voluntad de la Señora del Cielo que
le erija un templo.»
Inmediatamente se convidó a todos para hacerlo.
No bien Juan Diego señaló dórnd» había mandado la Señora del
Cielo que se levantara su templo, pidió licencia para irse. Queria
ahora ir a su casa a ver a su tío Juan Bernardino, el cual estaba
muy grave cuando le dejó y vino a Tlatilolco a llamar un sacerdo-
te que fuera a confesarle y disponerile, y le dijo la Señora del Cielo
que ya habia sanado. Pero no le dejaron ir solo, sino que le acom-
pañaron a su casa.
Al llegar vieron a su tio que estaba muy contento y que nada
le dolia. Se asombró mucho de qu- llegara acompañado y muy hon-
rado su sobrino, a quien preguntó la causa de que asi lo hicieran
y que le honraran mucho. Le respondió su sobrino que, cuando
partió a llamar el sacerdote que le confesara y dispusiera, se le
apareció en el Tepeyacac la Señora del Cielo, la que diciéndole que
no se afligiera, que ya su tio estaba bueno, con que mucho se
consoló, le despachó a Méjico, a ver al señor obispo para que le
edificaran una casa en el Tepeyácac.
MANIFESTO SU TIO SER CIERTO QUE ENTONCES LE SANO
Y QUE LA VIO DEL MISMO MODO EN QUE SE APARECIO A SU
SOBRINO; SABIENDO POR ELJA QUE LE HABIA ENVIADO A
MEJICO A VER AL OBISPO. TAMBIEN ENTONCES LE DIJO LA
SEÑORA QUE, CUANDO EL FUERA A VER AL OBISPO, LE RE-
VELARA LO QUE VIO Y DE QUE MANERA MILAGROSA LE HA-
BIA ELLA SANADO; Y QUE BIEN LA NOMBRARIA, ASI COMO
BIEN HABIA DE NOMBRARSE SU BENDITA IMAGEN, LA
SIEMPRE VIRGEN SANTA MARIA DE GUADALUPE (2).
Trajeron luego a Juan Bernardino a presencia del señor obispo,
a que viniera a informarle y atestiauara delante de él. A entram-
bos, a él y a su sobrino, los hospedó el obispo en su casa algunos
dias, hasta que se erigió el templo de LA REINA DEL TEPEYACAC,
donde la vio Juan Diego. El señor obispo trasladó a la iglesia ma:
yor la santa imagen de la amada Señora del Cielo; la sacó del ora-
torio de su palacio, donde estada, para que toda la gente viera
y admirara su bendita imagen. La ciudad entera se conmovió:
venía a ver y admirar su devota imagen y hacerle oración. Mucho
le maravillaba que se hubiera «parecido por milagro divino; por-
que ninguna persona de este mundo pintó su preciosa imagen (3).
LA CLAVE DEL NOMBRE
Y así termina la maravillosa y deliciosa HISTORIA DE LAS
APARICIONES de la Virgen Santa María en el cerro Tepeyac O
TEPEYACAC —como dice el texto— de Méjico. Y no por tan mara-
villosa y deliciosa menos verídica, puesto que la belleza, el candor
y el encanto de cualquier narración no están reñidos con la fide-
lidad a la verdad y a la realidad.
Estas apariciones no se realizan exclusivamente en el Tepeyac
por la Virgen Santísima, sino que vn: de ellas se verifica en CUAU-
TITLAN, lugar de residencia de los indios JUAN DIEGO y su tío
JUAN BERNARDINO.
Pues bien; como las apariciones de la señora del Cielo a Juan
Diego tenían por objeto la edificación de un templo o casa en su
honor allí, en el Tepeyac, una vez que las dudas del obispo —el
gran obispo— fray JUAN DE ZUMARRAGA quedaron disipadas
ante el milagro de las rosas de Castilla y la pintura de la imagen
en la tilma del indio, la finalidad de las apariciones en el Tepeyac
estaba lograda. Por consiguiente, la aparición a Juan Bernardino
en Cuautitlán no era necesaria por tratarse de algo secundario.
Sin embargo, para nuestro abjeto, la aparición de Cuautitlán
es esencial porque NOS DA LA CLAVE DEL NOMBRE DE GUA-
DALUPE aplicado a la Virgen mejicana. Aquí no sirve traer a
colación la devoción de los conquistadores —hispanizadores— extre-
meños. Las palabras de Juan Bernardino están bien claras: «Le dijo
la Señora que... bien la nombraría (ASI COMO BIEN HABIA DE
NOMBRARSE SU BENDITA IMAGEN) la siempre Virgen Santa
María de GUADALUPE.»
€ ED sas. Apariciones del Tepeyac». ¿QUE PASA?, 21-I11-73.
) as leiras mayúsculas son nuestras. A
(3) «Historia de las Apariciones», por Antonio Valeriano.
SACERDOTE SE OFRECE...
UE
A OFICIAR SEMANA SANTA, CONVENTO, ETC. Q
PUDIERA CREERLO NECESARIO O CONVENIENTE.
(Dirigirse a la Dirección de ¿QUE PASA? Lagasca, 121.
Madrid.)
)
ERTACI
Para no entorpecer nuestros comentarios eclesiales, reseñaré muy
brevemente la actualidad de hechos y dichos que deben consta-
tarse en ¿QUE PASA? El Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas ha votado con la abstención de Inglaterra y el VETO de
Norteamérica una resolución en favor de negociaciones entre la
última y Panamá para la restauración de la autoridad panameña
sobre el canal de Panamá. Las posiciones se han invertido; con
la negativa de Inglaterra y la abstención de Norteamérica, cuando
se trató de la devolución de Gibraltar. «Favor con favor se paga».
La presencia de ambas potencias en territorio ajeno es muy similar
y su conducta «anticolonialistan (¡) es idéntica. ¡Viva la libertad
e independencia de los pueblos... PODEROSOS!
O «Vida Nueva» encomia al cardenal ¿in péctore Stephan Trocnta,
checoslovaco, superviviente milagroso del fusilamiento por parte
de los nazis. Como él, se salvaron muchos españoles en la zona
roja. Unos sabiendo de fontanería; otros, no: clérigos y laicos.
Aquél merece los elogios de Martín Descalzo, aunque le revientan
los héroes; éstos, los nuestros, no, porque no «supieron ser mi-
nistros de reconciliación». ¿Por que no lo fue tampoco Estephan?
Sin embareo, le alaba.
O «Informaciones», después de un largo editorial en favor de
los protestantes en España, COMPASIVO, pide a las autoridades
que, como no podrán escriturizar sus inmuebles por su estrecha po-
Oreza, se les dispense de los derechos notariales, «para que no sean
ciudadanos de segunda», ¡Anda, que si llegan a ser de primera!
Aunque no sean tan ricos como los editores de «Informaciones»,
no creo que lleguen a estar en =se estado de postración económica.
G Y continuamos con la denuncia profética, el mensaje social
y las comunidades cristianas, que abarcan hasta el número 41. Pro-
bablemente nos quedaremos en el camino. Ya el término denuncia
suena mal en boca de cristianos, según el pensamiento de San Pa-
blo a los de Corinto en sus disensiones y pleitos; pero mayor-
mente en labios y escritos episcopales dirigidos a una nación cató-
lica. Decimos de ella lo mismo que dijimos de la conciencia critica
de la sociedad; nos suena mal y a otros muchos. Preferíamos las
de fermento, levadura; son más «vangélicas. A lo sumo, como dice
«Roca Viva» en un editorial: «ANUNCIAR NO DENUNCIAR». Pero
si se le añade el calificativo de PROFETICA, la audacia sube mu-
chos puntos. ¿No es rayana de un triunfalismo «aggiornado», arro-
gándose una misión carismática cxclusiva de los profetas, que se
dirigían a un «pueblo de dura cerviz», anunciándole los castigos
de Jehová?
O El número 29 del Documento es reproducción de conclusiones
de la Conjunta en su Ponencia vrimera, denunciada en especial
por la Sagrada Congregación, y del texto penúltimo de la Asam-
blea Episcopal, si bien con algunas suavizaciones. En la Conjunta
se señalaba simplemente el derecho y deber de sacerdotes y laicos;
en el ante Documento se lee que «no puede ser actitud normal, ni
puede prodigarse excesivamente, pues se convertiría en enfermiza
e hipócrita». En el texto final se le señalan otras condiciones: man-
sedumbre, sinceridad, verdad, respetc a las personas e institucio-
nes y sobre todo auténtica caridad fraterna, precedida de la co-
rrección fraterna en privado» (30). Son los vientos alisios, que ha-
cen comprender «lo delicado y «omplejo de estas actuaciones, que
deben ser enjuiciadas desde la perspectiva de la fe y con medios
siempre conformes al Evangelio» (34) y como hombre de lgle-
sia (35), evitando en su predicación (el sacerdote) que los fieles
. saquen la impresión de que el mensaje cristiano se reduce a una
ética social» (38).
Esto mismo se recomienda respecto a los laicos en el número 41:
«Nuestra lucha por la justicia y por el bien de los nombres no
úebe conocer ni otros propósitos, ri otros métodos que los que si-
guió nuestro Redentor» y en el 10 con palabras del Concilio advier-
te la suma importancia de distinguir netamente entre la acción
que los cristianos, aislada o asocizdamente, llevan a cabo. a título
personal, como ciudadanos... y la acción que realizan en nombre de
la Iglesia, en comunión de sus pastores. No nos calificará don Tor-
cuato de indocumentados o falseadores del Documento. Nuestros
comentarios, si no son tan elogiosoz como el suyo, al menos son
más reestudiados.
€ ¿Se cumple en la práctica ordinaria todas estas condiciones
señaladas en el Documento? Porque si la realidad nos dice que son
sólo expresiones oficiales, sin realización cotidiana por parte de
los «profetas carismáticos», papel mojado es el calificativo más be-
nigno. Dios me libre de denunciar hechos concretos, aunque son
muchos los que están en conocimiento público, porque los ene-
migos de las estructuras sociales jerárquicas acuden a ellas inme-
- diatamente, y sabido es que éstas, sean civiles o eclesiásticas, han
de dictar sentencia «ex actis et probatis» y éstos no siempre reve-
lan la exactitud. Por eso la Iglesia en sus contestaciones a peticio-
nes de dispensa o sus tribunales en sus resoluciones, encabeza con
las palabras: «si praeces veritate nitantur; si verba factis respon-
deant», gravando la conciencia de los no- veraces.
Al leer pastorales, homilias y manifiestos «carismáticos» públi-
cos se nos antoja que no han sido precedidos de los trámites exi-
gidos por la «corrección fraterna oculta». Y así se explica que las
autoridades judiciales 10S consideren incursos en responsabilidades
penales. Ejemplos frecuentes se han dado en España lamentable
¡CHOS Y HEC
Por Teodosio DEL VALLE
mente, y a veces, por falta del consentimiento jerárquico superior
exigido por el Concordato, se har visto atadas las manos civiles. -
Es cierto que, como se afirma en el número 34, que el «presbítero, -
como todos los ciudadanos, tiene el derecho de asumir sus propias
opciones»; pero asumiendo también sus propias responsabilidades
como cualquier ciudadano; no acogiéndose después dei hecha a la
inmunidad concordataria. Al contrario; en conformidad con el Do-
cumento, «para seguir siendo un signo válido de unidad y para
poder anunciar el Evangelio en toda su amplitud, el presbítero (¿y
el obispo no?) puede tener en alguna ocasión la obligación de
abstenerse del ejercicio de su derecho en este campo»,
O Ya hubimos de mostrar nuestra extrañeza en trabajo ante-
rior al ver citas del Concilio en u. Documento para el pueblo de
Dios español, que sólo son aplicables a situaciones de opresión ma-
nifiesta por parte de regimenes anticristianos. Esto lo vemos re-
petido en el número 36, reflejo y repetición de la conclusión 29 de
la Conjunta, que obtuvo el asentimiento de 182 votantes y sólo
39 negativos. Dice así el Documento: «El sacerdote (¿y el obispo?)
puede contribuir mucho a la instauración de un orden secular más
justo, sobre todo allí donde los problemas humanos de la opresión
y de la injusticia son más graves».
¿A cuento de qué se recuerdan estas palabras del Concilio? ¿Es
la España actual campo en el que la OPRESION y LA INJUSTICIA
SON MAS GRAVES? Ya en fechas no ¡ejanas hemos demostrado
que en Italia, en Francia, en Inglaterra, en Norteamérica, por ci-
tar a los más significados DEMICRATICAMENTE, ¡os huelguis-
tas, los estudiantes sediciosos, los terroristas, los conspiradores,
los secuestradores, etc., han sido oprimidos por la fuerza pública
mucho más severamente que en la «OPRESORA» España. Todavía
en Francia, Alemania y Norteamérica se busca, se condena a los
colaboracionistas de la segunda guerra mundial, como criminales
de guerra. En España siguen cobrando del Estado los anti-régimen
de la nuestra; siguen ejerciendo sus lucrativas profesiones, amnis-
tiados de pena de muerte. Más aún, se han abierto los brazos a to-
dos los que han querido entrar en el Movimiento y se les ha per-
mitido ocupar cargos de dirección social, política y docente. Toda-
vía se celebra en Francia la toma de la bastilla, como fiesta nacio-
nal, y se critica, por los que se autentifican como liberales magná-
nimos, que recordemos el día de ¡a Victoria o los de liberación de
nuestras ciudades.
9 Todavía estamos esperando que el Episcopado nos aclare los
conceptos de la dignidad de la persona y sus derechos fundamen-
tales. Porque cada uno tiene sus ideas sobre los mismos. Ya diji-
mos antes que el ácrata los amplía hasta la colocación de una
bomba destructora y la supresión del Estado. El comunista lo res-
tringe hasta hacer del individuo un autómata, cuando ha instala-
do en su Estado el comunismo. Ei liberal lo-cifra en la cesantía
de toda injerencia estatal en la esonomía y en el pensamiento,
abriendo campo ancho para el partidismo político, en el que triun-
fe el cohecho, el engaño, la yernocracia de los más infiuyentes por
su dinero, audacia o posición privilegiada en los estamentos más
influyentes de la sociedad. Recientemente un Congreso socialista
exige el derecho al aborto como literación de la mujer.
¿Cuál es el criterio medidor de la dignidad y personalidad del
hombre en el pensamiento de los firmantes del Documento? ¿Los
de la Revolución francesa que asesinó en nombre de la LIBERTAD
(¡cuántos crímenes se cometen en su nombre!) a millones de se-
res humanos, entre los que abundaron los clérigos de toda cate-
goría? ¿Los anteriormente citados, que dimanan de la Revolución
francesa y que tantas desgracias nos proporcionaron en el si-
glo XIX? ¿Los de la 11 República, que comenzó con la quema de
conventos, continuó con el destizrro, como el del cardenal Segura
y que se consumó con el asesinato de Calvo Sotelo, y como «la Paz
fue imposible» (aunque ahora:se añore la situación por algunos)
dio lugar el Alzamiento Macional? Aclárense los autores del Decu-
mento y sus elogiadores porque pudiera ocurrir lo que ha ocurri-
do con los voceadores de la demacratización universitaria, tirando
por la borde al SEU y cayendo en el totalitarismo coaccionador
que impide el curso legal de la docencia, con lamentaciones histé-
ricas de los que lo promocionaron y la desesperación de los buenos
estudiantes y de sus inocentes padres. 4
Terminamos por falta de espacio con el capitulo intitulado IAS
COMUNIDADES CRISTIANAS; REPITIENDO (Y DESEANDO SE
CUMPLAN) las palabras de los rúmeros 40 y 41 tomadas del Con-
cilio. «Es de suma importancia distinguir netamente entre la ac-
ción que los cristianos, aislada € asociadamente, llevan a cabo a
título personal como ciudadanos, y la que realizan en nombre de
la Iglesia.» Añadimos por nuestra cuenta: con responsabilidad in-
dividual o asociacionista en el primer caso y con responsabilidad
jerárquica eclesial en el segundo. «Nuestra lucha (41) por la jus-
ticla y por el bien de los hombres no debe conocer ni otros pro-
a a otros métodos que los que siguió nuestro Redentor.»
ASI ,
P. D.—Nos llega la noticia de que Roma nos ha arrebatado al
obispo de Avila para ocupar el cargo de secretario de la Sasrada
Congregación del Clero. De verdad que nos alegramos. Allí, a las
órdenes inmediatas del Prefecto de la Congregación y bajo la mi-
rada cercana paternal de Pablo VI, desenvolverá su acción con efi.
cacia. ¡Feliz viaje!
h as A MA A
La c0
[9 |
El mal que ha entrado en la lgiesia (Nuevo 1sragl) desde hace
unos catorce años es ya tan grave. tan profundo y tan extenso,
que no puede no ser bíblico. Y es con la Biblia, acompañada de
ferviente oración, mucho más que con otras lecturas y conversa-
ciones, como se ha de desenbrirlo y comprenderlo. Si excluimos
quizá la gran crisis del arrianismo, cuando en el siglo 1Y buena
parte del clero y del epistopado, al inenos en Oriente, se hizo arria-
no, no ha habido en la historia de la Iglesia postración semejante
a la actual.
Las defecciones de sacerdotes y religiosos, las «contestaciones»,
los escritos heréticos o próximos a la herejía y contrarios a la doc-
trina pontificia, los escándalos se £uceden sin pausa y en tendencia
alcista. Cada semana se oye de uno c dos casos gordos, de los que
hace veinte años ocurría uno cada dos o tres lustros. Ya varias
veces ha pedido Paulo VI a cada fiel católico que se autoinmunice,
a base de fe tradicional y oración, contra las aberraciones dogimá-
ticas, morales y litúrgicas que, en forma teórica y en forma prác-
tica, invaden la Iglesia; que se daefienda del huno de Satanás.
No va quedando otra solución, puesto que ya vemos que los
pastores no nos defienden arrojando a los lobos del redil con el
cayado. Con un Concilio puramenie pastorai, sobre todo por causa
del golpe inicial que arrumbó los esquemas preparados e impuso
la dictadura del sufragio universal pera elegir las presidencias; con
la norma todavía vigente de no condenar, ni excomulgar, ni de-
poner de un cargo, ni siquiera reñir; con la supresión del indice
de libros prohibidos; con la supresión del juramento antimoder-
nista por los neosacerdotes y por los profesores de filosofía y teo-
logía en cada inauguración de curso académico; con la supresión
de la obligatoriedad de la censura para escritos religiosos; con la
canonización del estado laico mariteniano (de Jacques Maritain);
con la cristianización súbita y como por derreto y quieras que
no de la ONU, de la UNESCO y de la Revolución francesa etc.,
nada tiene de extrañar que haya: entrado los enemigos y estén
dejando a Jerusalén como choza de hortelano. El sencillo y sufrido
pueblo de Dios, perplejo, escandalizudo, zarandeado, va perdiendo
la fe en la Iglesia... y en el Cie'o.
El que fue secretario general del Concilio Ecuménico Vatica-
no II, cardenal Pericles Felici, hizo el 12 de octubre de 1972 esta
importante declaración: «Yo he vivido el Concilio día tras día,
hora tras hora, y he podido observar los diversos fermentos que
agitaban los espíritus; por eso no he quedado sorprendido ante los
fenómenos y manifestaciones posconciliares ni ante el abuso que
se ha hecho del nombre del Concilio.»
A mi ver, el mal de la Tglesia efectivamente es biblico y consiste
en que una parte notable del clero está yendo en pos de la
bestia segunda o pseudoprofeta del Apocalipsis (13, 11-17). Esta bes-
tia segunda que, en último término sirve a la bestia primera o
imperio blasfemo —el que tiene a su capital sobre siete colinas y
está tinto en sangre de los siervos de Jesús—, es la orgullosa
revolución, la blasfema y vana pretensión de construir un mundo
con su cielo puramente humanos, prescindiendo de Dios.
La creación y restauración en el Verbo
y la intervención de la Virgen
Por el P. Juan G. Arintero, O. P.
«He aquí un misterio que quiero revelaros, decía el Eterno Pa-
dre a Santa Magdalena de Pazzis (3P., c. 3). Aunque Adán no hu-
biera pecado, el Verbo se habría encarnado igualmente. Mas no
gozaría del título de triunfador ni, por tanto, de los honores del
triunfo. La gloria que entonces recibieseis sería en parte mereci-
da..., y no resplandecerían tanto mi bondad y misericordia. Ade-
más, no se os concederían en tan alto grado la gloria eterna y la
visión beatífica, con todos los bienes que de ahí se siguen, puesto
que la Sangre del Verbo, derramada sobre vuestras almas, las ha
vuelto mucho más hermosas y puras y, por lo mismo, más aptas
para la unión divina. Y la vista de esa Sangre se mueve a mos-
traros más amor y comunicaros un mayor conocimiento y un más
perfecto goce de mi Divinidad...
Cuanta es la diferencia que.hay entre los méritos del Redentor,
que son el único fundamento de yuestras esperanzas, y los méritos
de los hombres, otra tanta vendría a haber entre la gloría que ahora
os doy la que os daría si mi Verbo no hubiera muerto en satis-
facción de vuestros pecados. Por ehi verás, hija mía muy amada
y esposa querida de mi Unigénito, cuan útil os ha sido María con
la paz que dio al Verbo, pues fue para vosotros fuente de tantas
bendiciones.»
«Esta, añade la misma santa, ee una paz de unión por la cual
entra la criatura a participar de ¡2 Divinidad... Atrévome a decir
que la operación de María en el Verbo ha sido mayor que la del
mismo Verbo en la criatura. Pues María, al dar su consentimiento
a la Encarnación, unió a Dios con el hombre: y el Verbo unió al
E ¿e
4
de los judios está próxima
Por M. M- E.
Ad
EJ +
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Como observa bien Correa de Oliveira, la raíz más honda de
la revolución es el orgullo, vicio del espíritu, y la lujuria, vicio de
la carne. La revolución se ha manifestado en la esfera religiosa
(Lutero), en la política (Rousseau) y en la socialeeconómica (Marx).
En la esfera religiosa el orgullo protestante ha rechazado todo
«puente» entre Cristo y el cristiano, no admitiendo más que el libre
examen de la Biblia; la lujuria ha aceptado el vesimismo, la con-
dición de incambiable pecador, la justificación sólo externa por la
fe-fiducial en que el Padre cubre mi inmundicia moral con los mé-
ritos del Pagador, su Hijo, en la medida en que yo me crea salvado
en el Crucificado, el «pecca fortiter sed crede fortiter».
En la esfera política, el orgullo roussoniano-masónico relega a
Dios a su Olimpo y rechaza ia verded de que Dios sea Autor de la
Nación (la «Nation) y de la Familia, de que al gobernante legí-
timo el poder le viene de arriba (Jn. 19, 11), de que las leyes del
Estado y los mandatos del padre obliguen en conciencia porque se
basan en la Ley Divina, afirma que el Estado no puede ser otra
cosa que mero mandatario de la voluntad de la mayoría, que es
injusto el Estado confesional y que es ridiculo que una nación se
crea llamada por Dios a algo; la lujuria exige el libertinaje, sólo
reprimido por la conveniencia del Estado-gendarme.
En la esfera social-económica el orgullo marxista de la revolución
ha profetizado la supresión de todo superior, incluida toda clase
social superior al proletariado, y ha decretado la justicia (el mar-
xismo recha al Superior Dios) de acelerar esta supresión por la
violencia; la lujuria sueña con el paraíso en la tierra para la tarde
sin fin de la historia, cuando el Estado proletario, después de
conseguir la nivelación perfecta úGe todos los súbditos mediante
el expolio de toda propiedad y la dependencia absoluta —propia
del esclavo y del infante— de todos ai Estado dios-propietario-padre,
el mismo Estado renuncie a si inismo y desaparezca, quedando la
humanidad bañada en alegre anarquía, gozando de la libertad, la
igualdad y la fraternidad más absolutas. Cómo hay personas que
se creen esto, pertenece al misterio de la estulticia humana; los
que lo propagan, al de la iniquidad.
El pseudoprofeta finge ser cristiano, con los cuernos que lo ase-
mejan al Cordero (Cristo); pero es un amasijo satánico de pro-
testantismo, falso ecumenismo anticatólico, gnosis de Teilhard de
Chardin, deísmo de la «hermandad» masónica, psicologismo re-
dentor oriental, culto al hombre y marxismo. El mundo será el
cielo —dice—, porque lo natural ya es Jo sobrenatural.
Desgraciadamente aumenta el número de los que ie siguen, di-
ciéndose que el mundo cs bueno, más aún, cristiano aunque no lo
sepa, y no lo sabe, ni lo es, ni quiere serlo, y se ríe de la Iglesia.
Y como la Iglesia está para servir ai mundo, que es bueno y cris-
tiano, aunque no lo sepa ni lo quiera, ¡os institutos religiosos se
han lanzado a la carrera de adaptación al mundo. Han lanzado por
la borda todo el lastre. El lastre eran los santos usos y costumbres.
las reglas, las vidas de sus santos y aun los escritos de sus fun-
dadores. El creciente clero progresista sigue a la bestia-pseudopro-
feta como las ratas al flautista Hamelin. (Continuará, D. m.)
hombre con Dios. Y es cosa mayor unir la grandeza con la bajeza,
que no ¡a bajeza con la grandeza.» Y
«Se determinó en primer lugar, escribe la V. Agreda (Mística
Ciudad de Dios, 1 P., 1, c. 4), que el Verbo divino tomase carne y
se hiciese visible... Esta unión hipostática de la Segunda Persona
de la Santísima Trinidad con la naturaleza humana, entendí era
como forzoso fuese la primera obru y objeto a donde saliese el
entendimiento y voluntad divina «ad extra... Era conveniente, si
Dios quería criar muchas criaturas, que las criase en armonía y
subordinación, y que ésta fuese la más admirable y gloriosa...
cabeza y suprema a todas, y cuanto fuese posible inmediata y unida
con Dios, y que por ella pasasen lodos y llegasen a su Divinidad...
Solo en el Verbo humanado se pudo satisfacer a la dignidad de las
obras de Dios, y con El había hermosísimo orden en la natura-
leza, y sin El no lo hubiera.» me
Luego viene «el decreto y predestinación de la Madre del va
humanado; porque entendí fue ordenada esta pura criatura antes
que hubiese otro decreto de criar otra alguna. Y así fue prim
que todas concebida en la mente cuvina». En siendo criados
angeles para gloria de Dios, «fueron ordenador para que asisties
glorificasen y honrasen... a la humanidad deificada en el Ver
e
(De La Evolución Misti
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